Las elecciones del domingo presentan novedades que hacen difícilmente predecible el resultado. Para empezar, concurren candidaturas que no muestran una clara continuidad con el pasado. CiU se ha dividido, de modo que Unió acude por vez primera en solitario, mientras que Convergència ha formado una coalición con ERC y organizaciones sociales en la lista Junts pel Sí. ICV tampoco se presenta con lista propia: sus candidatos forman parte de Catalunya Sí que es Pot, con los de Podemos así como con representantes de algunos movimientos sociales. De hecho, su cabeza de lista, Lluís Rabell, procede del movimiento vecinal. Y hay otros dos factores a tener en cuenta: el voto indeciso, que alcanza el 30% según algunas estimaciones, y el voto oculto de quien dice que optará por una formación cuando tiene decidido hacerlo por otra. Un voto de muy difícil evaluación, aunque los sociólogos creen que la ocultación del voto en Cataluña se hace, sobre todo, cuando la opción real es el PP. Una opinión que no duda en repetir su candidato, Xavier García Albiol.
Todas las encuestas apuntan a una mayoría absoluta de escaños independentistas si se suman Junts pel Sí y la CUP. Pero ninguna indica que se corresponda con una mayoría de votos. Esto es así porque la ley electoral prima abiertamente las comarcas menos pobladas (Girona, Lleida y Tarragona), donde anida el voto nacionalista, y castiga las industriales de Barcelona y su área metropolitana, tradicional feudo de las izquierdas. Pero eso no significa apenas nada.
Una de las posibles formas de averiguar las intenciones reales (incluyendo indecisos y el voto oculto) es analizar otras variantes, práctica habitual en los estudios demoscópicos. Y uno de los datos más relevantes e incluido en casi todas las encuestas es el llamado “sentimiento nacionalista”. Tanto los sondeos del CIS como los del CEO (Centre d’Estudis d’Opinió), dependiente de la Generalitat, como el barómetro semestral que elabora el Ayuntamiento de Barcelona, recogen las respuestas a este sentimiento, divididas entre quienes dicen sentirse exclusivamente españoles y quienes afirman sentirse exclusivamente catalanes. En medio, la posibilidad de ambas cosas por igual o más de lo uno que de lo otro. El porcentaje más alto de los que se sienten tan españoles como catalanes se dio en las fechas más recientes. Más aún: los resultados del CIS de agosto-septiembre señalan que el 42,1% de los encuestados se siente ambas cosas por igual. Hace apenas dos meses era del 36,2% y hace dos años del 34,3%.
Muchos catalanes quieren un cambio, pero no declaraciones unilaterales ni el inmovilismo del PP
Si se toman los datos del CEO, el resultado es similar. Hace dos años se declaraba español y catalán por igual el 35,8%. En la última encuesta, hecha pública a principios de verano, el porcentaje se elevaba al 37,3%. Exactamente lo mismo que recoge el barómetro municipal: 33,5% en 2013, 39,4% en mayo de 2015. La encuesta de
La Vanguardia publicada el pasado domingo incluía también esta pregunta, y el resultado es muy similar: 39,6%.
Pese a que el independentismo apunta a la mayoría de escaños y casi roza el 50% de los votos, quienes dicen no sentirse en absoluto ajenos a España aumentan porcentualmente. ¿Voto oculto? El porcentaje de los que dicen sentirse solo catalanes ha fluctuado en los dos últimos años, pero se mantiene en cotas similares. En 2013 eran el 21,9%, según el CIS, y el 22,3%, según el barómetro de Barcelona y el 31% según el CEO. Un año más tarde, el CEO rebajaba el porcentaje al 23,76% y en la última oleada, en 2015, llegó al 20,8%.
También ha descendido el porcentaje de quienes dicen sentirse más catalanes que españoles en los últimos dos años. Por cierto, tomar ese periodo tiene un sentido: es el momento en el que el soberanismo empezó a considerar viable la independencia y CDC se declaró independentista. Hasta ese momento ese partido se declaraba autonomista. En 2013, el 29,2% de los catalanes preguntados por el CIS respondía que se sentía más catalán que español. En 2015, el porcentaje había caído al 23,6%. El CEO daba el 25,7% en 2014; este año ese porcentaje había descendido al 21,9%.
Conviene matizar que aunque el sentimiento nacional catalán vaya a la baja no aumenta el de quienes se declaran solo españoles o más españoles que catalanes. Ambos colectivos son siempre minoritarios. Los solo españoles rozaron el 10% en un par de ocasiones, pero lo habitual es que se sitúen entre el 3,6% y el 6%. El grupo de los que se confiesan más españoles que catalanes obtiene resultados similares y aún más bajos.
Catalanes y españoles
La conclusión es que hay una amplia mayoría de la población que se declara dispuesta a compaginar su catalanidad con su españolidad. En la encuesta de Metroscopia, publicada el pasado domingo en
El País, se preguntaba: “Si Cataluña se independizase de España y sus ciudadanos tuvieran la posibilidad de escoger la nacionalidad, ¿cuál escogería?”. El 23% optaba por la catalana exclusivamente y el 17% so-lo por la española. El 57%, en cambio, era partidario de mantener la doble nacionalidad. Lo sorprendente es que el porcentaje de quienes quisieran ser solo catalanes solo supera a la doble nacionalidad entre los votantes de Junts pel Sí. El 58% de los que dicen que votarán a la CUP prefiere tener la doble nacionalidad. A la inversa, solo entre los votantes confesos del PP la mayoría optaría por la nacionalidad española exclusivamente. El mayor porcentaje de quienes escogerían la doble nacionalidad se da entre los que votarán a Catalunya Sí que es Pot (73%), mientras que para PSC y Ciutadans los porcentajes de la doble nacionalidad son muy similares (65% en el primer caso, 63% en el segundo).
Tampoco debería confundirse el voto a candidaturas independentistas con una decidida voluntad de declarar la independencia. En caso de un referéndum al respecto, el 31% votaría a favor de la secesión, pero el 42% lo haría en contra si se blindasen algunas competencias para la Generalitat. Los partidarios de mantener la situación actual son apenas un 18%. En la encuesta de Feedback para
La Vanguardia, estos porcentajes varían. El 45,86% dice que votaría contra la independencia, mientras que el 45,23% lo haría a favor.
La conclusión es que hay una inmensa mayoría de catalanes que desea un cambio respecto a la situación actual y no está de acuerdo ni con declaraciones unilaterales ni con el inmovilismo del Gobierno y el PP. Algunos politólogos, como el catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona Joan Botella, no dudan de que parte del voto que irá a las candidaturas independentistas es un voto a las listas que más molestan al PP más que a la independencia. Cuando Mas propuso un referéndum que terminó en la consulta del pasado 9-N, muchos señalaron que era una trampa. En un referéndum consultivo cabe el voto de castigo, pero el votante no actúa igual si es decisorio.
Hasta el líder de la CUP, David Fernández, admite que la situación que se avecina es realmente compleja
La lectura de que hay un voto de rechazo y un voto oculto que pueda modificar las previsiones de las encuestas no es arbitraria porque, por ejemplo, el aumento de la intención de voto a las candidaturas independentistas debería corresponderse con un incremento del sentimiento nacional secesionista. Y eso no ocurre. Respecto a los resultado sí hay coincidencias. Todas las encuestas conocidas (salvo la encargada por
La Razón) dan mayoría absoluta de escaños a las listas independentistas y todas coinciden en que no superarán el 50% de votos. Habría un Parlamento con mayoría independentista y una ciudadanía que no suscribe esos postulados. Como ha dicho David Fernández, diputado saliente de la CUP, la situación que se avecina es realmente compleja.
No ha sido el único en llamar la atención sobre las perspectivas que se abren a una sociedad dividida aunque, al menos de momento, no enfrentada. Toni Soler, que fue comisario de la conmemoración de los 300 años de la guerra de 1714, escribía el pasado domingo en
Ara, alineado con el secesionismo: “Aquí todos podemos acabar mal. El soberanismo catalán está demostrando que se ha lanzado al vacío con un apoyo popular indudable pero sin una estrategia política e institucional ganadora. Si tiene el mandato necesario, deberá seducir tanto a los actores internacionales como a una parte de su propia población que no quiere que la independencia comporte una ruptura emocional (y mucho menos comercial o económica)”. Es decir, el futuro es más bien incierto y, sobre todo, marcado por una profunda división entre los propios ciudadanos.
También podría ocurrir que el soberanismo obtuviera mayoría de votos, aunque muy ajustada. La encuesta que les da mayor porcentaje es la de Metroscopia para
El País. Junts pel Sí lograría el 41,2%, mientras que la CUP conseguiría el 8,4%. Total: 49,6%. El sondeo efectuado por Feedback para
La Vanguardia ofrecía un total ligeramente inferior: 47,1%, repartido entre Junts pel Sí (40,7%) y CUP (6,4%), mientras que la de Sigma Dos para
El Mundo registraba el 40,5% para Mas y el 7,3% para la CUP. El de la SER daba un total de 48,2% de voto independentista. En todos los casos, sin embargo, la suma de las dos formaciones daba como resultado una mayoría absoluta en escaños favorable a la independencia. Con algunas diferencias: la CUP es partidaria de declararla sin más dilaciones, incluso si ello supone salir de la Unión Europea y del euro, y desde luego no quieren a Mas al frente del nuevo ejecutivo. Junts pel Sí tiene de todo en su interior, de modo que algunos de sus candidatos no hacen ascos a la propuesta de la CUP, pero la mayoría de ellos habla de un proceso de 18 meses en los que se negociaría la independencia con los otros gobiernos, especialmente el español, y con Mas al frente.