Siempre han ido de la mano en la batalla por el autogobierno y en la lucha por el traspaso de competencias a sus comunidades. La que fue CiU, ahora dividida, y el PNV, formaciones nacionalistas que acumulan una larga trayectoria de gobierno en Cataluña y en Euskadi, respectivamente, se habían caracterizado por defender el marco constitucional y la estabilidad institucional y han sido determinantes para la formación de mayorías en el Parlamento español y para la sostenibilidad de gobiernos, tanto del PSOE como del PP. El proceso soberanista abierto en Cataluña en 2012 ha acabado, sin embargo, por separar los caminos de las dos formaciones nacionalistas.
Tras las elecciones del 27-S, Convergència Democràtica de Catalunya (CDC), con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, está dispuesta a poner en marcha su hoja de ruta para la declaración de independencia aunque los comicios le han dado a las fuerzas independentistas una mayoría de escaños pero no de votos. El PNV, que ha escenificado el apoyo al proceso catalán y al derecho a decidir con la presencia de sus dirigentes en diferentes movilizaciones, mantiene sus posiciones autonomistas y la mano tendida al resto de fuerzas políticas, sin excepción, para alcanzar acuerdos de autogobierno, presupuestarios o de gobernabilidad.
“La independencia no se declara, la consigues cuando te la reconocen otros países”, dice Ortuzar
Por el pacto y no por la ruptura podría ser el lema del lehendakari, Iñigo Urkullu, que en marzo de 2014 puso en marcha en el Parlamento Vasco la Ponencia de Autogobierno con el objetivo de alcanzar un “acuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas” sobre el encaje territorial de Euskadi. En esa ponencia ya han intervenido más de una decena de personalidades en representación de distintas sensibilidades políticas de la sociedad vasca, así como los tres exlehendakaris. José Antonio Ardanza, artífice de los acuerdos de Ajuria Enea contra la violencia de ETA, destacó por su pragmatismo al abogar por un “pacto entre diferentes” como solución al conflicto sobre la soberanía. La propia ponencia y esa voluntad de consenso de las personalidades de referencia del PNV contrastan con la unilateralidad de las fuerzas nacionalistas catalanas al poner en marcha las iniciativas encaminadas a la consulta independentista. Esa otra manera de hacer se explica por diversos factores.
Economía e independencia
Alberto López Basaguren, catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad del País Vasco, sostiene que el aspecto económico influye de una manera determinante. “Si echamos la vista atrás, podemos comprobar que el origen del proceso abierto en Cataluña es el debate sobre la financiación, un asunto que ya está resuelto en el País Vasco gracias al concierto económico.” Este sistema de recaudación de impuestos tiene su origen en la tradición foral que sigue vigente en las tres provincias vascas y en Navarra. En la práctica, supone que estos territorios regulan sus relaciones financieras con el Estado y tienen la capacidad normativa y recaudatoria en materia tributaria.
También a Mario Zubiaga, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad del País Vasco, le parece que el problema de la financiación ha sido fundamental en el desarrollo del soberanismo catalán, porque a diferencia de Euskadi “Cataluña no tiene capacidad de gestionar sus propios recursos”. La crisis económica ha agudizado esa carencia, ha multiplicado el desencuentro con el Estado y ha provocado que exista “una mayor sensibilidad social a favor de la independencia”, dice.
“El independentismo en Cataluña y en otros lugares le debe mucho a la llama de la desesperación, a los recortes, al paro o a la exclusión social. En Euskadi, la situación es diferente porque existe una mayor cohesión social. Por eso aquí el independentismo tiene un componente más identitario y sigue formando parte del ámbito cultural”, argumenta Denis Itxaso, miembro de la ejecutiva del PSE y primer teniente de diputado general de Guipúzcoa.
Itxaso justifica así que el PNV no se haya visto envuelto en un clima proindependentista como el que ha acabado por convencer a los nacionalistas catalanes. A esa cohesión social han contribuido de manera decisiva los socialistas, que gobernaron en coalición con el PNV durante 12 años (1987-1999), que en 2009 asumieron el poder con el apoyo del PP y con Patxi López como lehendakari y que ahora garantizan la estabilidad del Ejecutivo de Urkullu con un acuerdo económico y social que fue condición necesaria para que apoyaran los presupuestos. “Hemos mantenido estándares de bienestar y hemos condicionado el apoyo al Gobierno a que esos estándares se mantuvieran”, recalca Itxaso.
Que la presión independentista sea menor en Euskadi que en Cataluña no es atribuible únicamente a ese mayor bienestar social. Koldo Mediavilla, responsable del Área Institucional del PNV, sostiene que también “hay otros factores” que en este momento “condicionan” su estrategia política. Cita “el pasado reciente con la lacra del terrorismo” o “la fragmentación territorial y su evolución futura”. Reconoce que “el concierto económico condiciona en positivo el autogobierno vasco. Tener en tu mano esta pieza de política económica, que permite articular todo el sistema público de bienestar, fortalecer la apuesta industrial o la vertebración territorial, hace que la independencia no sea una quimera que solo se consigue a través de hechos protagonizados en un determinado momento histórico. El PNV siempre ha dicho y lo mantiene: a menor dependencia, mayor independencia”.
El sentimiento soberanista ha ido creciendo en los últimos años pero de manera muy débil. La independencia la desea casi un tercio de la ciudadanía vasca, el 30%, según el Euskobarómetro del pasado mayo. Obtiene un apoyo mayoritario entre los votantes de EHBildu (83%) y entre los que se consideran nacionalistas en general (50%). Sin embargo, sigue siendo minoritario entre los votantes del PNV: apenas el 27%.
“En el origen del proceso catalán está la financiación, ya resuelta en Euskadi”, asegura Basaguren
El Alderdi Eguna —el Día del Partido del PNV— celebrado el pasado domingo, justo mientras los catalanes votaban, reflejó bien ese sentimiento del partido. Aunque Urkullu endureció el tono y avisó al Gobierno de Mariano Rajoy de que “también tiene un problema en Euskadi”, después se limitó a hablar de la necesidad de un “nuevo estatus político” para el País Vasco. Abogó, en ese sentido, por la “construcción nacional” de Euskadi como miembro de la UE e hizo mención a la posibilidad de que se celebre una consulta, pero dejando claro que la plantea siempre “legal y pactada”.
Por el momento, ni palabra de independencia. El propio líder del PNV, Andoni Ortuzar, se desmarcaba de cualquier tipo de declaración unilateral de independencia en Cataluña o en Euskadi: “No se puede engañar a la gente; uno no se declara independiente, sino que alcanza esa posición cuando el resto de países reconocen esa independencia”.
Fracaso del Plan Ibarretxe
López Basaguren atribuye la actual estrategia del Gobierno vasco al miedo a reeditar un escenario como el surgido tras el fracaso del Plan Ibarretxe. La tensión política y social que provocó aquel proyecto, que reconocía explícitamente el derecho a la autodeterminación, abocó al PNV a perder por primera vez la lehendakaritza. “Vieron problemas que pusieron en entredicho su hegemonía y comprobaron que el apoyo social a la ruptura con el Estado era insuficiente”, argumenta. El temor se acentúa hoy en día por “la creciente legitimación de la izquierda abertzale, que pone en peligro la supremacía del PNV en el espectro nacionalista”.
La tercera fuerza política vasca, el PSE, comparte este punto de vista. Itxaso considera que en el caso de que el PNV se decantara por la independencia, “la marea a favor de Bildu iría a más”, porque en esa estrategia la izquierda abertzale “es el original” y el partido de Urkullu “podría quedar relegado a un papel secundario”. Ese proceso se está dando, según él, en Cataluña, donde las encuestas son más favorables a ERC que a CDC aunque al ir a las elecciones del 27-S en una lista conjunta ese efecto no se ha podido percibir. Pero Itxaso cree que eso no sucederá en el País Vasco porque, a su juicio, “el PNV aprecia más el poder que la independencia”.
La “ambigüedad” seguirá marcando, según el dirigente socialista, la ruta del partido nacionalista en este año electoral. “El PNV siempre se ha movido como un péndulo incluso dentro de sus propias estructuras internas. Está el lehendakari, que mantiene una postura más moderada y que aboga por el acuerdo, y luego están otros dirigentes como Joseba Egibar, con un perfil más independentista. Pero no hay una decantación ideológica ni la habrá para no perder electorado”.
Precisa que en Guipúzcoa el partido de Urkullu “mantendrá una orientación más soberanista y en Vizcaya otra más autonomista para evitar que sus votos se escapen hacia otras formaciones”.
El politólogo Mario Zubiaga considera que en el PNV existe “un sector más soberanista que mantiene una ideología más democristiana y otro que se puede identificar más con el liberalismo más conservador”. Afirma que en Euskadi el sentimiento independentista va más allá de un punto de vista puramente económico o identitario. “Los partidos abertzales defienden un modelo social diferente.” Una idea en la que coincide Jon Iñarritu, miembro de Aralar y diputado en el Congreso dentro de la alianza Amaiur. “El independentismo de hoy en Cataluña, Escocia o Euskal Herria no se refiere solo a un asunto de identidad, también tiene que ver con la gestión y el modelo de país” asegura. Iñarritu cree que el PNV acabará adoptando el mismo camino que los catalanes de CDC.
“El independentismo vasco, según todas las encuestas, supera el espectro que representa la izquierda abertzale, por lo que ese otro independentismo se encuentra en la base social del PNV. Además, hay varios representantes del PNV que son abiertamente independentistas”, señala. Y entonces, ¿por qué sus dirigentes mantienen la cautela y no se suben al carro de la independencia? El diputado dice no conocer las razones y destaca que el partido en el Gobierno vasco “se limita a defender el derecho a decidir y un nuevo estatus de mayor soberanía que todavía está sin definir”. Recuerda que “el PNV de la época de Ibarretxe fue marcadamente soberanista sin llegar al independentismo. Pero su propuesta de Estado Libre Asociado fue aparcada y olvidada por la nueva dirección del PNV. Ahora, en su Ponencia de Autogobierno, empiezan de cero, desde un autonomismo caduco e incumplido”, dice.
El temor a que se repita la tensión política y social que provocó el Plan Ibarretxe modera al Gobierno de Urkullu
En Euskadi no hay un movimiento ciudadano amplio y transversal a favor del independentismo como en Cataluña ni se ha producido un importante trasvase de votantes no nacionalistas al nacionalismo. Existen iniciativas por el derecho a decidir, entre las que destaca, por su implantación social, Gure Esku Dago (está en nuestras manos), pero no campañas y movilizaciones por la independencia amplias y constantes. Iñarritu considera que “puede que lleguen” y subraya que “en Cataluña eso fue determinante para que CiU se resituase y puede que en Euskal Herria ocurra lo mismo”.
No lo cree López Basaguren, que asegura que “una sociedad asentada en el bienestar difícilmente se lanza a aventuras que pongan en peligro ese bienestar. Además, el que proponga la independencia debe ser un nacionalismo unido, como está sucediendo en Cataluña, porque la división crea muchos problemas en este tipo de procesos. Todo ello le ha llevado al PNV a mantener una gran cautela”.
El final de ETA
Que el PNV no se haya sumado a la ruptura con el Estado también se explica porque quedan por resolver asuntos importantes del fin de la violencia de ETA, como el desarme y la disolución de la organización terrorista, por un lado, y una solución a la cuestión de los presos etarras, por otro.
“Es necesario cerrar un agujero para poder abrir otro, el de la independencia. Pero el Estado no tiene ninguna intención de hacerlo”, apunta Mario Zubiaga, e Iñarritu añade que “la sociedad vasca está inmersa en el proceso de normalización y pacificación, en el cual se está priorizando acabar con las llamadas ‘consecuencias de la violencia’: el reconocimiento de las víctimas, el desarme y la disolución de ETA y la normalización de la situación de presos y huidos”. Desde el Gobierno Vasco y desde el PNV no darán un paso más hasta que el fin del conflicto se aborde hasta sus últimas consecuencias.