Newsletter
Si desea recibir periódicamente la newsletter de AHORA, introduzca aquí su correo electrónico:
Del mismo modo que Alfred Hitchcock buscaba en sus películas que el espectador se identificara con el asesino, Amis confronta al lector con la incómoda tarea de adoptar el punto de vista de los criminales. Este ejercicio de empatía no se conforma nunca con ser un mero juego, o si se quiere es el juego más serio que existe: invitar a mirar el mal desde sus propias entrañas. Amis ya había asumido esa tarea casi 25 años atrás con su novela La flecha del tiempo (Anagrama, 1996), si bien el Holocausto jugaba en ella un papel secundario.Su mayor contribución al retrato del nazismo está en despojar al mal de su épica y presentarlo en su vulgaridad
Borrachos despiadados
Es aquí donde La Zona de Interés logra su mayor contribución al retrato del nazismo: despojar al mal de su épica para presentarlo en toda su vulgaridad, en toda su insignificancia, en toda su banalidad. Los verdugos y cómplices que hicieron posible Auschwitz, parece decir Amis, no son genios mefistofélicos y glamurosos sino más bien borrachos despiadados como el comandante del campo. Son estúpidos ambiciosos como Martin Bormann, más preocupado por erigirse en sucesor de Hitler que por la marcha de la guerra; fanáticos mediocres que creen en la victoria del III Reich cuando tras Stalingrado toda esperanza está de hecho perdida. En La Zona de Interés los criminales no son malvados porque gocen de un talento particular para ello sino más bien por una carencia: pecan de una absoluta falta de imaginación. Son incapaces de ponerse en la piel de los otros, no pueden siquiera imaginar el efecto que tienen sus acciones en aquellos que los rodean.Amis parece sentirse excepcionalmente cómodo adoptando el punto de vista de los responsables de las matanzas, cuya ideología retrata magistralmente. Pero no tiene el mismo éxito cuando intenta vestirse el pijama de rayas de los presos. El comportamiento pasivo de Szmul —incluyendo su gesto épico final— no resulta del todo convincente en la novela, tal vez porque en este caso es la propia realidad la que a la postre no resulta verosímil.La Zona de Interés es una obra brillante, soberbiamente documentada, llena de fuerza y audacia
Labor de documentación
La novela incluye un epílogo en el que Amis exhibe sus numerosas fuentes bibliográficas y expone una visión muy particular sobre Hitler, que toma prestada del historiador Sebastian Haffner. Según Haffner, entre noviembre y diciembre de 1941 el Führer ya era consciente de la imposibilidad de la victoria y pasó a programar inconscientemente su propia destrucción. “‘Ahora codiciaba la derrota’; y deseaba que esta derrota fuera ‘tan calamitosa y total como fuera posible’. En adelante su arremetida cambió de sentido y la dirigió contra un nuevo objetivo: el pueblo alemán.” Se trata de una visión tan heterodoxa como atractiva, y se agradece que Amis la exponga en el epílogo: únicamente cabe lamentar que no haya sabido integrarla mejor en el curso de la propia novela.