30/10/2024
Libros

Victoria Ocampo. La vida como novela

Darse es una selección de los textos de la argentina que la coloca en el lugar que merece: el de una gran escritora

  • A
  • a
Victoria Ocampo. La vida como novela
Retrato de Victoria Ocampo por Anselmo Miguel Nieto.

Cuando Virginia Woolf se suicidó en marzo de 1941, a Victoria Ocampo (Buenos Aires, 1890 - Beccar, 1979) le pidieron que escribiera un obituario de su amiga, unas palabras que Ocampo tituló “Virginia Woolf en mi recuerdo”. En ese texto, la argentina se acuerda de cómo la heroína de una de las novelas de Woolf le da un consejo a un joven novelista, un consejo —se intuye— que Virginia se dio, antes que a nadie, a sí misma: “¿Por qué escribe usted novelas? Debiera escribir música… la música va directamente a las cosas. Todo lo que hay que decir lo dice enseguida. Esto de escribir se parece mucho a raspar en la caja de fósforos”.

La metáfora de las cerillas sirve aquí para explicar el sentido y la conveniencia de una obra que ya resulta fundamental para la historia del género autobiográfico, Darse. Autobiografía y testimonios, un volumen al cuidado del escritor Carlos Pardo, editado en la Colección Obra Fundamental de la Fundación Banco Santander. Victoria Ocampo sigue reflexionando acerca de la escritura, sobre todo de la propia, tirando del hilo que le deja su amiga Virginia: “Uno tras otro voy tirando los fósforos que no quieren encenderse. ¿Conduce a algo contar el ruido que hacen cuando los raspo contra la caja?”.

Ocampo siguió la tarea que Woolf le encomendó en una de sus cartas: “Muy pocas mujeres las han escrito [las autobiografías] interesantes y veraces”, dejando tras de sí una de las primeras, en palabras de Pardo, “verdaderamente sinceras” en lengua española. En Autobiografía y Testimonios (las dos partes que componen el volumen), Ocampo escribe sobre el proceso mismo de la escritura.

Victoria Ocampo fue escritora, intelectual, traductora, editora de la revista Sur y hasta mecenas. Carlos Pardo ha invertido tres años de trabajo arqueológico en la obra de la argentina —seis tomos autobiográficos y diez de testimonios— para “buscarle el lugar que se merece, no solo como amiga y protectora de Tagore, Ortega y Gasset, Stravinski, Borges, Gabriela Mistral y un largo etcétera, o como fundadora de la revista Sur”. Para vindicar la figura de Ocampo como escritora, dice, hay que “señalar algunos de los tópicos que envuelven su obra y desmontarlos”. El primero es el de verla como una musa. El segundo, que era “una groupie intelectual, una adicta a los autores, sobre todo, hombres”. Escribió su Autobiografía incompleta entre 1952 y 1953, que se publicó póstumamente entre 1979 y 1984. Testimonios fue el nombre que Ocampo le dio a todas las recopilaciones de sus ensayos, publicados en 10 volúmenes entre 1935 y 1977.

Escritora por derecho propio

Para Pardo, Victoria Ocampo fue “una de las mejores escritoras de literatura memorialística en español del siglo XX”. Y este volumen ha venido a demostrarlo. Nació en una familia pudiente y se educó en tres lenguas —español, inglés y francés— y en dos continentes. En su infancia y juventud pasó largas temporadas en Europa, sobre todo en París. En francés escribió la mayoría de su correspondencia. Ortega y Gasset, uno de sus muchos amigos intelectuales, la animó a escribir sobre sí misma en español.

Ocampo sintió un gran desprendimiento por lo material y lo que tuvo lo compartió generosamente con los que la rodeaban, de ahí que fuera considerada una mecenas. Fue también una mujer independiente que conducía su propio coche, se reconocía como adúltera y se consideraba feminista, “una feminista con las ideas claras y una intuición más clara que sus ideas”, asegura Pardo. Trató con cercanía a los intelectuales del momento, la mayoría hombres. Pero también cultivó gran admiración y amistad con algunas de las mujeres más talentosas de la época. Tuvo que espantar a decenas de hombres que se acercaban a ella pensando que no era más que una musa millonaria a la que podían embaucar. Quizá por todos los prejuicios de género que tuvo que superar desde niña, desde joven participó en los movimientos feministas argentinos y fundó la Unión Argentina de Mujeres. Pero además, para que no hubiera duda, lo dejó por escrito: “Las injusticias cometidas con la mujer me habían atribulado desde que cambié los dientes de leche. La desigualdad política y social que padecía me daba chuchos de indignación. Me dolía en mi vida de adolescente y en las vidas ajenas imaginadas. Luchar contra ese estado de cosas era mi firme propósito. Y luché como luchan y han luchado otras”.

“Para ser sincero por escrito el talento es un ingrediente indispensable”, escribió Ocampo

Pardo escribe que en algún momento se produjo un “giro copernicano” entre Aristóteles y Wilde, y “la literatura pasó de imitar a la vida a concebir la vida como ficción, como obra literaria”. “La vida copia a la literatura”, escribió la argentina en “Moral y literatura”, uno de los ensayos incluido en Testimonios. La mejor obra de Victoria Ocampo fue hacer de su vida una novela. El volumen está plagado de reflexiones en torno al género autobiográfico. Hay momentos para la humildad y la vacilación porque Ocampo no dejaba de ser consciente de sus intentos por prender la mecha, como este: “No sé si fracasará mi plan —escribe— porque, como observa Aldous Huxley, en el arte (y para que la cosa escrita cobre vida ha de ser arte o será nonata) no bastan la verdad, la sinceridad, la voluntad, la perseverancia, la honestidad intelectual: hace falta talento”. O este otro donde siente que las páginas que escribe se parecen a una confesión: “En tanto que intentan explorar, descifrar el misterioso dibujo que traza una vida con la precisión del electrocardiograma. No veo por qué ha de ser más fidedigno uno que otro para el diagnóstico de un ser y del tiempo en que le tocó vivir […]. Para ser sincero por escrito el talento es un ingrediente indispensable”.

Con ayuda de mis amigos

La argentina no carecía de talento e intuición, pero, según Pardo, la calidad de su prosa dependía en parte de la calidad de sus amigos. “Un libro que se vuelve profundamente feminista cuando aparecen en él otras mujeres como María de Maeztu […] se hace crítica literaria cuando aparece Virginia Woolf […] que se transforma en sutil novela de celos familiares cuando se menciona a la hermana pequeña, Silvina, la gran narradora tímida y excéntrica, casada con Bioy Casares.” Darse es un libro que, a medida que avanza, va mutando en otra cosa: de autobiografía en epistolario, de memorias en ensayo, todos los géneros vistos siempre desde una escritura personal e íntima y “violenta, pública y política, exhibicionista y profundamente intelectual”, como la define Pardo. Por ejemplo, cuando Ocampo conoció a Ortega —que la alentó a escribir y la sobrevaloró como escritora, según ella misma—, el libro se transforma en “autocrítica y estudio de sus limitaciones” como escritora. Y cuando se encuentra con el filósofo Hermann Keyserling, se desata en ella la voluntad de romper los moldes de musa, santa o sibila en los que el alemán incluía a todas las mujeres: “La mayor parte del tiempo parece que no pudiera hablar de la mujer más que en función del hombre, en tanto ella puede ser útil materialmente, afectivamente, intelectualmente, no importa de qué manera. Le hace falta en tales o cuales condiciones para reproducirlo, en tales otras para procurarle placeres o perfeccionarlo espiritualmente […]. ¿Y la mujer? ¿Ella no puede encontrar las cosas exactamente a la inversa, con toda lógica, y no ver al hombre, si se lo propone, más que en función de sus necesidades?”.

“No me interrumpas”

En “La mujer y su expresión”, una conferencia radiotelefónica que dio para España y Argentina poco después de que la Guerra Civil estallara, hizo una defensa apasionada del feminismo. Cuenta cómo asistió, por casualidad, a la conversación telefónica de un hombre de negocios que hablaba a su mujer para hacerle algunos encargos. Empezó con un “no me interrumpas”, y escribe Ocampo que la mujer obedeció tan bien y él tomó tan en serio su monólogo que, transcurridos tres minutos, el hombre de negocios colgó el teléfono sin que la mujer tuviera ocasión de emitir ningún sonido. “Creo que, desde hace siglos, toda conversación entre el hombre y la mujer, apenas entran en cierto terreno, empieza por un ‘no me interrumpas’ de parte del hombre. Hasta ahora el monólogo parece haber sido la manera predilecta de expresión adoptada por él […] durante siglos, la mujer se ha resignado a repetir, por lo común, migajas del monólogo masculino, disimulando a veces entre ellas algo de su cosecha […] pero ha acabado por encontrar cansadora e inútil la faena.” Ocampo cita a algunas de las mujeres talentosas que harían sombra a cualquier monólogo masculino: la científica Marie Curie, la escritora Virginia Woolf, la poeta Gabriela Mistral y la española María de Maeztu. “La mujer se expresa también, que se ha expresado ya maravillosamente, fuera del terreno de la ciencia y de las artes. Que esta expresión ha enriquecido, en todos los tiempos, la existencia, y que ha sido tan importante en la historia de la humanidad como la expresión del hombre, aunque de una calidad secreta y sutil, menos llamativa, como es menos llamativo el plumaje de la faisana que del faisán.”

Vivir mil vidas en una

Tan mutable e incansable era la existencia de Victoria Ocampo que ella misma reconocía llevar a cabo en una sola todas las vidas que tenía dentro de sí misma. En una carta a la escritora Delfina Bunge, le confesó que no necesitaba desear tener otras mil vidas porque ya las tenía: “No vivo por una persona, vivo por mil; siento que la sangre que corre por mis venas es más cálida, más rápida que la de toda una nación. El corazón late más fuerte, tengo más entusiasmo que toda una generación de veinte años. Necesitaría desarrollar yo sola la actividad de todo un pueblo (inteligente) para satisfacerme. Nunca habrá descanso para mí”. Y a la vez, Ocampo sentía que le hubiera aliviado hablar de sí misma en tercera persona, porque estaba tan lejos de su infancia y juventud cuando escribió su autobiografía como lo podía estar “del pelo que me han cortado y barren en la peluquería, o de la uña que me limo y vuela al aire hecha polvo. Yo no soy ‘aquello’, lo perecedero que formó parte de mí y ya nada tiene que ver conmigo. Soy lo otro. Pero ¿qué?”.

Victoria era la hermana mayor, pero siempre vivió a la sombra de la obra literaria de Silvina

Darse es, como define Carlos Pardo, la novela de su vida escrita por ella misma. Y como toda novela de vida, también incluye un apartado para la familia, en este caso para su hermana Silvina. Victoria era la hermana mayor, pero siempre vivió a la sombra de la obra literaria de su hermana. En “Viaje olvidado”, un ensayo que dedicó al primer libro de su hermana, rememora cómo descubrió su talento literario. Cuenta que ella empezó a escribir unos recuerdos de infancia y pensó que a Silvina le gustaría ilustrarlos. Aquella empresa quedó en papel mojado, pero un día su hermana llegó con un manuscrito lleno de recuerdos. La hermana pequeña tenía algo mejor que hacer que ilustrar los recuerdos de Victoria: escribir los propios. “Desde el fondo de un pasado común, vivido en la misma casa, inclinado sobre el mismo catecismo, abrigado por los mismos árboles y las mismas miradas, estos recuerdos me lanzaban señales en el lenguaje cifrado de la infancia, que es el del sueño y el de la poesía. Cada página aludía a cosas, a seres conocidos, en medio de cosas y de seres desconocidos, como en nuestros sueños. Como en nuestros sueños, rostros sin nombre aparecían de pronto en un paisaje familiar, y voces extrañas resonaban en un cuarto cuya sola atmósfera era ya un tuteo.”

La obra literaria de Victoria Ocampo es tan prolífica e interesante que en lugar de un libro de 480 páginas podría haber salido uno de mil. Pero, como apunta su antólogo, es justo conformarse con “ayudar a la autora a crear una posible novela de su vida”, un proyecto que le habría gustado leer siguiendo al pie de la letra algo que ella misma dejó escrito en uno de sus ensayos: “La mejor manera de hacer elogio de una obra consiste en transcribir sus más hermosos pasajes, y no en parafrasearlos”.

Darse. Autobiografía y testimonios
Darse. Autobiografía y testimonios
Victoria Ocampo
Edición de Carlos Pardo, Fundación Banco Santander, Madrid, 2016, 536 págs.