Cuando estaba a punto de cumplir 60 años, Roberto Rossellini decidió abandonar el cine para experimentar con el potencial didáctico de la televisión. Coincidió con el momento, a principios de los años 60, en que la televisión se impuso masivamente en Europa. El director de la “trilogía neorrealista” —
Roma, ciudad abierta (1945),
Paisá (1946) y
Alemania, año cero (1948)—, forjador de una nueva forma de entender el cine, estaba entonces dispuesto a concentrar su genio en el valor pedagógico, informativo y formativo de la pequeña pantalla, ya al alcance de cualquier ciudadano, en lo que consideraba el deber moral de una televisión pública destinada a la promoción de la cultura y la educación. Cuando filmó para las televisiones francesas o italianas recreaciones del pasado histórico —
La prise du pouvoir par Louis XIV (1966),
La lotta dell’uomo per la sua sopravvivenza (1967-69),
Los hechos de los Apóstoles (1969),
Sócrates (1971), etc.— introdujo en las siempre conflictivas relaciones entre el cine y la historia una nueva forma de ver las cosas. Algo parecido a una utopía.
La cultura de la imagen, el consumismo y la sociedad del espectáculo teorizada por Guy Debord en
La sociedad del espectáculo (1967) dieron al traste con ese sueño. Tardó poco en hacerlo. Con la era digital, los contenidos de calidad se trasladaron a otra parte, salvo honrosas excepciones, como los esfuerzos de la
BBC en Inglaterra y hasta de
La 2 en España para garantizar una oferta televisiva de cierto rigor didáctico.
La televisión, sea pública o privada, es en la mayoría de los rincones del mundo un recipiente de estímulos inmediatos. “El gran drama es que los sensores de calidad se han visto trasladados a los índices de audiencia, de manera que se hace televisión para los anunciantes, no para el ciudadano”, explica la presidenta del
canal Arte, la francesa Véronique Cayla, en la sede del canal en Estrasburgo. “En nuestro canal no lidiamos con ese problema, porque aparte de que no tenemos publicidad, nuestra vocación nunca ha sido alcanzar el público masivo, sino ofrecer verdaderos contenidos de calidad al 2% de la población francófona y al 1% de la audiencia germanófila que nos ve.”
No es una cuestión de ambiciones sino de un compromiso adquirido con el servicio público y la cultura europea, que asume su naturaleza minoritaria. Creado en 1991 por Francia y Alemania, es el único canal en el mundo que nació para dos audiencias distintas y en dos idiomas, con la idea fundacional de facilitar el acercamiento cultural entre alemanes y franceses, en particular, y
La televisión es en la mayoría de los rincones del mundo un recipiente de estímulos inmediatos
entre todos los europeos, en general. A la utopía de una televisión de calidad se suma, al menos desde su vocación, la utopía (o la posibilidad) de formar una identidad común europea de carácter cultural. El vicepresidente del canal, el alemán Gottfried Langenstein (que cada cuatro años se alterna con Cayla en la presidencia y vicepresidencia de la cadena, garantizando su continuidad binacional mediante turnos de presidencia entre Alemania y Francia), añade una tercera utopía: “La necesidad de que desde Europa tengamos una mirada aperturista y comprensiva hacia el resto del mundo. Nuestra misión es formar un ciudadano global”.
Un nuevo modelo televisivo
El 13 de noviembre en el que la cruzada yihadista aterrorizó París, el canal Arte online emitía a la carta una entrega de su programa de reportajes
Vox Pop titulado “Un islam europeo”. Al contrario que el resto de canales, no se trataba de una programación oportunista, pues el programa, realizado a partir de la aprobación en el Parlamento austríaco de una ley que endurece el control sobre la financiación de las mezquitas, estaba disponible en su web desde el 2 de noviembre y lo estará hasta el 24 de diciembre. También en España. La gran noticia para el televidente español es que, después de 21 años, y como resultado del proyecto Arte Europa, prácticamente todos los programas del prestigioso canal continental pueden verse gratuitamente en su página web subtitulados en castellano. “Hoy más que nunca, en este momento extremadamente difícil, hay que creer en la cultura, hay que apoyarse en su potencia emancipadora, de resistencia pero también de tolerancia”, dijo Cayla en el discurso de inauguración de Arte Europa en el Parlamento Europeo el 17 de noviembre.
La iniciativa de expansión multilingüística del canal, en la que vienen trabajando sus responsables desde hace tres años, ancla su financiación pública en las ayudas convocadas por la Unión Europea con el propósito de “valorar el impacto de los subtítulos en la circulación y la audiencia digital de contenidos culturales audiovisuales en el seno de la UE”. Una ayuda de 1.900.000 euros a lo largo de dos años, renovables en función de su actividad. “Si hasta ahora Arte podía llegar al 31,5% de la población europea —explica la responsable de Arte Europa, Marysabelle Cote—, con esta expansión multilingüe podremos llegar al 55% de los europeos en su lengua materna, es decir, unos 275 millones de personas.” A ellos habría que sumar los numerosos ciudadanos angloparlantes, pues al tiempo que se ha trabajado en la subtitulación en castellano, también se ha hecho en inglés. “La lengua de Europa es la traducción”, escribió Umberto Eco, y a esa máxima responde el proyecto multilingüista del canal europeo, que en una próxima fase tiene previsto ampliarlo al rumano y al italiano.
El debate ha resurgido con cierta fuerza: en el ecosistema de imágenes los modelos televisivos han entrado en crisis y es necesario encontrar nuevos formatos y apostar por una televisión de calidad. La iniciativa de la jornada
MINIPUT tuvo lugar en Barcelona el pasado 28 de noviembre. Es una selección de la edición
INPUT (International Public Television Screening Conference) que pone al alcance de profesionales y cualquier interesado en el medio televisivo vigorosos modelos de televisión de calidad, mostrando programas audaces, innovadores y de servicio público. En la jornada maratoniana del CCCB pudieron verse nuevos formatos documentales, como las noticias rapeadas de
Rapped News (25 TV), una producción senegalesa que pone contra las cuerdas la actualidad política que afecta a su país, o
Male Birth (DR3), un
science live event donde dos hombres se pusieron en la piel, gracias a la ciencia, de dos mujeres embarazadas. Los
realities también lavan su cara para huir del amarillismo y el morbo y destilar su poder sociológico en ofertas como
Benefits Camp (NPO3), un producto creado por un canal de derechas holandés que toma la televisión como un espacio para la reinserción laboral.
Este tipo de programas quizá no responda exactamente a la utopía televisiva soñada por Rossellini o por Godard —el medio de masas convertido en plataforma de pensamiento crítico— , pero al menos se distancia de la oferta estandarizada. La epopeya virtuosa de
Aventureros del arte moderno, un programa del canal Arte que puede verse ahora online, pone en escena la ebullición artística del siglo XX alrededor de la figura de Picasso, cuyo legado cinematográfico deconstruyó el propio Godard en su gran proyecto televisivo y obra magna
Histoire(s) du Cinéma (1988-1998); mientras que en la serie de piezas de investigación
La Europa de los escritores recorre algunos de los países europeos de la mano de escritores contemporáneos.
Un cierto modelo de televisión con genuina vocación cultural en España es el que ejerce Ramón Colom, exdirector de TVE y actual presidente de la
FAPAE, al mando del programa
Millenium. “En España nos regimos por criterios numéricos, y por eso tenemos la televisión que nos corresponde, pero esos criterios no tienen que ser los únicos”, sostiene Colom. Desde su primera
“Arte podía llegar al 31,5% de la población europea, con esta expansión multilingüe podremos llegar al 55%”
emisión en mayo de 2014 en La 2, el programa procedente de TV3 combina el debate reflexivo por parte de especialistas en torno a asuntos de actualidad —alejándose conscientemente de los gallineros que se estilan en los platós— con la información cultural capaz de reforzar y arrojar más luz sobre los debates que afectan al ciudadano del tercer milenio, desde el hombre tecnológico a la libertad de prensa, desde la inmigración a la educación pública, etc.
“Uno de los grandes problemas de la televisión española es que las grandes decisiones las toman tres personas, debido al duopolio de las grandes cadenas”, asegura Colom. En septiembre de 2014 denunció en el Festival de San Sebastián la situación “indecente” e “inmoral” de la televisión pública española: “No se puede tener en ruina a la televisión pública —añadió—. No puede ser que la única cadena que ofrece casi a diario cine español y europeo tenga que programar más deporte. El sistema no puede deteriorarse aún mas”.
Calidad vs. sobreexposición
Se trata en estos tiempos de “trasladar una cultura generosa, exigente y específica” a la televisión, asegura Claire Isambert, directora de la Unidad Cultural de Arte. El canal europeo vuelca su generosidad en el acceso gratuito a sus programas; su exigencia, en la difusión de contenidos que generen conocimiento y su especifidad, en que, obviamente, semejantes contenidos no están hechos para todos los paladares. Cerca del 54% de su programación está formada por documentales —de arte contemporáneo, historia, religión, ciencia, etc.—, con cabida para diversos géneros y formatos, desde el
magazine a la pieza pedagógica.
“Lo que nos interesa es poner en circulación imágenes de calidad en un mundo sobreexpuesto a las imágenes —sostiene el responsable de Conocimiento de Arte, Markus Nievelstein—, de ahí que hoy más que nunca sea necesario invertir en la innovación.” Las nuevas aplicaciones tecnológicas, como la cámara-visión de 360 grados o la grabación con drones, proponen nuevas experiencias de visionado en sus documentales de producción propia (aproximadamente el 75%), realizados con un presupuesto que varía entre los 40.000 y los 140.000 euros. De particular consideración, por el prestigio alcanzado en las comunidades especializadas, son sus piezas sobre ciencia y tecnología: “Ofrecen una visión pedagógica, no necesariamente enfocada al puro entretenimiento, porque en el ámbito científico queremos estar en la vanguardia de la investigación”, asegura Nievelstein.
En la oferta de programas, “interesada en brindar claves de análisis y en ampliar el campo de visión”, como afirma Cayla, de momento han quedado fuera de la programación a la carta accesible online (esto es, en cualquier momento y desde cualquier dispositivo o televisión conectada a internet) las coproducciones cinematográficas que tanto prestigio han granjeado a la cadena en los circuitos de cine de autor y que representa una cuarta parte de la oferta televisiva de la cadena. El director de programas, Alain Le Diberder, cuyo despacho está decorado con carteles gigantes de películas como
Tournée (2010) de Mathieu Amalric,
Le Havre (2011) de Aki Kaurismaki o
La vida de los otros (2006), de Florian Henckel von Donnersmarck —cofinanciadas por Arte—, confía en que las 200 películas anuales que emiten se vayan incorporando con el tiempo al catálogo online de la cadena, “así como grandes series europeas como
Borgen”.
Decía Susan Sontag, en una entrevista con Jonathan Cott, que “para los americanos, la televisión es un negocio más; para los europeos, es algo que tiene que salvar la vida a sus ciudadanos”. Esta distinción entronca con la raíz del asunto: la noción de una oferta televisiva exclusivamente articulada en función de los intereses comerciales o como una plataforma de difusión de contenidos con vocación de servicio público. “Las audiencias se han fragmentado —sostiene Colom— y eso en principio debería facilitar la diversidad de ofertas, si bien el duopolio televisivo existente en España [encorsetado alrededor de dos grandes grupos privados, Mediaset y Atresmedia, que explotan las 11 cadenas de cobertura estatal, además de participar en la gestión de emisoras locales] limita esta diversidad.”
A fin de cuentas, y a pesar de encomiables iniciativas como las del canal público europeo, la utopía soñada por Rossellini todavía está lejos de materializarse.