Grecia y la UE, un escenario apocalíptico
Bruselas debería diseñar una estrategia para los refugiados que incluya a EE.UU., Canadá y Australia
El año pasado Grecia recibió a través de su frontera marítima con Turquía a más de 770.000 personas, y durante los dos primeros meses de 2016 ya son 102.000 los que han cruzado la escasa distancia que separa la costa turca y las islas griegas de Lesbos, Samos, Quíos, Leros o las diminutas Tilos y Farmakonisi.
Los tres principales países de origen de los refugiados que llegan a Grecia son Siria (más del 50%), Afganistán (entre el 25% y 30%) e Irak (entre el 10% y 20% en los últimos meses), poblaciones en los tres casos que claramente necesitan protección internacional.
Las llegadas tuvieron al principio un gran impacto en las islas griegas, la primera tierra europea que pisaban antes de continuar su camino hacia el norte en cuestión de semanas, tras ser registrados en Grecia. La llamada ruta de los Balcanes llevó a cientos de miles de personas a través de Macedonia, Serbia, Croacia y Eslovenia hasta Europa central (Hungría, Austria), Alemania o incluso más al norte, hasta Suecia, buscando asilo en países donde las ayudas sociales y el trabajo eran más factibles que en Grecia, tan golpeada por la crisis. Curiosamente, países como Francia, Holanda o Dinamarca han recibido muy pocas más peticiones de asilo y llegadas de refugiados e inmigrantres respecto a años anteriores.
La gran pregunta es si el cada vez más autoritario Gobierno turco pondrá en práctica el acuerdo
En respuesta a la crisis de los refugiados, la Comisión Europea ha puesto en marcha varias iniciativas. En primer lugar, la Operación Sofía de mayo de 2015 intentó atacar con medios militares las redes de contrabando en los últimos países antes de llegar al continente europeo, sobre todo Libia. Sin embargo, la operación se desactivó por varias razones, incluyendo el hecho de que las acciones que debían ocurrir en el territorio del tercer país (Libia) y de acuerdo con el gobierno provisional de ese país debían ser autorizadas por el Consejo de Seguridad de la ONU (que es muy improbable que concediera autorización).
Paralelamente a la Operación Sofía, las cuotas de refugiados también se decidieron en mayo de 2015, y de nuevo en octubre. Entonces se decidió repartir a 160.000 personas, 50.400 de ellas desde Grecia, entre los países de la UE. Pero estas cuotas no se han cumplido (menos de 500 personas han sido realojadas desde Grecia e Italia) por la reticencia de los socios europeos, que han utilizado procedimientos administrativos para retrasar y finalmente matar el proyecto.
El 15 de octubre de 2015 se presentó un plan conjunto de la UE y Turquía diseñado para mejorar la cooperación con Ankara en el manejo de los flujos de peticionarios de asilo que llegan al país en su camino hacia Grecia. El plan incluía ayuda económica de la UE a Turquía y la cooperación turca en el combate contra las redes de contrabando de personas que operan en sus costas.
Además, en la cumbre europea del 25 de octubre se decidió un acuerdo de 17 puntos que urgía a los países de llegada como Grecia o Italia a reforzar su capacidad de registro y la integración local de miles de refugiados. De hecho, a finales de 2015 vimos una gran presión sobre la UE para gestionar de forma más efectiva la crisis de los refugiados mientras estos seguían llegando sin cesar a pesar del invierno.
Grecia e Italia lucharon por implementar los procedimientos de registro solicitados y los llamados “puntos calientes”: los primeros centros de recepción donde refugiados e inmigrantes son registrados y clasificados, aunque estos últimos son enviados de nuevo a sus países de origen.
Con más de 165.000 peticiones de asilo en 2015, Suecia reintrodujo los controles en la frontera con sus vecinos a principios de 2016 y declaró que ya había aceptado a tantos refugiados como podía. Por su parte, Francia, Reino Unido y Holanda, que apenas habían visto incrementadas las solicitudes, afirmaban rotundamente que solo podían aceptar a unos pocos miles. Siguiendo la reintroducción parcial de los controles en varias zonas del norte y el centro de Europa, el 26 de enero Austria comenzó un cierre progresivo de sus fronteras que tuvo un perjudicial efecto dominó en la ruta de los Balcanes, algo que todo el mundo —tanto los refugiados como las autoridadess griegas— temía. En febrero la ruta de los Balcanes se bloqueó y unos 36.000 refugiados están varados en estos momentos en varios centros temporales de recepción en Grecia.
Las esperanzas estaban puestas en la cumbre UE-Turquía del 7 de marzo, ya que un acuerdo con Ankara es visto como crucial para mejorar la crisis de los refugiados. En una reunión de 17 horas en Bruselas, la Comisión Europea y el Gobierno turco lograron ponerse de acuerdo en varios puntos de acción conjunta, especialmente en la devolución de los inmigrantes irregulares (los que no son considerados como refugiados) a Turquía desde Grecia, enviando a sirios “legales” desde Turquía por cada sirio “irregular” que sea devuelto desde Grecia a Turquía —algo que parece una medida sin sentido, pero en la que al parecer insistió el primer ministro turco, probablemente por cuestiones de política interna—. También acordaron acelerar el desembolso de los 3.000 millones de euros que la UE prometió en noviembre al Ejecutivo de Erdogan. Además, Ankara y Bruselas trabajarán conjuntamente para crear zonas seguras en Siria y que sus habitantes no tengan que abandonar el país. Una medida importante pero muy difícil de lograr.
¿Capitulación moral de la UE?
El acuerdo incluye liberalizar el visado para los ciudadanos turcos a partir de junio de 2016 (otra medida buscada desde hace tiempo por Turquía y que probablemente debería haber sido concedida antes por la UE) y la reapertura de negociaciones para su adhesión a la UE. Este último elemento es el más espinoso del acuerdo, ya que Turquía se está deslizando hacia un régimen autoritario en el que los medios están bajo el control del Gobierno, se ha reactivado la represión contra los kurdos y la poderosa maquinaria del AKP lo controla todo, desde la universidad a los negocios, de ahí que pueda parecer una capitulación moral por parte de la UE si finalmente está dispuesta a pasar por alto estas cuestiones a cambio de un control más efectivo de la ola de refugiados. La gran pregunta, claro, es si Turquía cumplirá y pondrá en práctica el acuerdo.
Dos tercios de los griegos creen que no deberían cerrar las fronteras a quienes buscan protección
Uno se pregunta si la UE debería diseñar y solicitar una estrategia internacional para recolocar a los refugiados que incluya a Australia, Canadá y EE.UU. (Canadá, hasta el momento, ha aceptado a unos 25.000 sirios). Y teniendo en cuenta que Europa propone una política de aceptación y distribución más amplia, podría obtener un mejor acuerdo que el actual. De hecho, una reciente encuesta muestra que dos tercios de los griegos —a pesar de las llegadas de las últimas semanas— todavía creen que su país no debería cerrar las fronteras a la gente que busca protección. También afirman que los refugiados serían capaces de integrarse si les dieran una oportunidad.