Convergència sigue cotizando a la baja
El PP arrebata un diputado al PSC en una Cataluña que repite, salvo en ese dato, los resultados del 20-D
En la superficie, las elecciones catalanas han sido casi un calco de las del pasado 20 de diciembre, con un único cambio: el PSC perdió un diputado en Lleida en beneficio del Partido Popular. Todos los demás repiten resultado, medido en número de escaños. Pero analizadas más de cerca, las tendencias que marcan los votantes son harto significativas. Para empezar, ha cambiado la correlación de fuerzas en las zonas del interior: Convergència ha dejado de ser primera fuerza tanto en Girona como en Lleida, a favor de Esquerra Republicana. En Barcelona y Tarragona ya no lo fue en diciembre, pero ahora se desploma hasta la quinta posición y solo tiene detrás a Ciudadanos.
Preferencia por el original
Ambas formaciones experimentan una sangría de votos: el partido de Artur Mas pierde 85.000 votantes, mientras que Ciudadanos ve cómo se le escapan 112.000. En ninguno de los casos estas pérdidas suponen una modificación en el número total de diputados asignados, pero no deja de ser un aviso para el futuro. Es como si los electores hubieran aplicado un viejo lema publicitario: rechace imitaciones. Puestos a votar independencia, Esquerra ofrece una trayectoria genuina mientras que los convergentes no dejan de ser unos advenedizos. Y puestos a optar por la derecha, ahí está la derecha verdadera y sin complejos del PP frente a la cual Ciudadanos no deja de ser un sucedáneo.
Estrategia rentable
La abstención no castigó a todas las formaciones: PP y Esquerra no solo no perdieron votos sino que los ganaron. Y lo que es más importante: ambos partidos lo hicieron en las cuatro provincias. No consiguieron atrapar todos los votos perdidos por sus directos rivales, pero el botín no es menor. Para el PP, la estrategia de concentrar la propaganda en provincias con restos cortos resultó muy buena y con muy pocos votos se hicieron con un escaño más en Lleida. Esquerra, por su parte, se convierte en la primera fuerza en Lleida y Girona. La segunda plaza en Girona es especialmente dolorosa para Convergència porque demuestra que el arrastre de Puigdemont no está ni mucho menos consolidado, para alegría de Artur Mas.
CDC ha perdido 85.000 votos y Ciudadanos 112.000, que han ido en parte a ERC y al PP
La situación de CDC es tan poco prometedora que en Barcelona han quedado apenas 19.000 votos por encima de un Ciudadanos también en horas bajas. Los convergentes se enfrentan ahora a un congreso de refundación con marejadilla. Por una parte está el contenido de las conversaciones entre el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, director de la Oficina Antifraude, Daniel De Alfonso, destituido el pasado miércoles por el Parlament con el voto en contra del PP. Este último hablaba de la relación establecida con el anterior consejero de Justicia, Germà Gordó, con vistas a desplazar a Artur Mas y hacerse con las riendas del partido. Gordó, que había anunciado su intención de optar a la secretaría general, lo ha negado, aunque no parece que la mayoría le haya creído.
Esto deja la vía más libre a los hombres de confianza de Mas, Jordi Turull y Josep Rull, para seguir al frente de la organización. Francesc Homs, por su parte, ha señalado que el mantenimiento de los ocho escaños logrados en diciembre resulta estimulante para el futuro. Así será, si él lo dice, pero a condición de cerrar los ojos a la caída vertiginosa de votos, que tiene la característica nada baladí de añadirse a continuadas caídas que se han producido anteriormente.
Si hay elecciones autonómicas a medio plazo, será difícil que Esquerra acepte revalidar a Junts pel Sí y, en el caso de que lo hiciera, Oriol Junqueras no se resignaría a no ser cabeza de cartel.
Mientras Convergència se lame las heridas, el Partido Popular se solaza con unos resultados que son mejores incluso de los esperados. Es el partido que gana más votos (44.000, frente a los 28.000 de Esquerra) e incluso se ha permitido la victoria en el distrito de Les Corts (que incluye el residencial barrio de Pedralbes), a costa directamente de Convergència, que solo ha conseguido ser primera fuerza en Sarrià. En todos los demás distritos, el triunfo ha sido para En Comú Podem, que se impuso también en el otrora llamado cinturón rojo de Barcelona, frenando de cuajo las expectativas de implantación en el mismo de Esquerra Republicana de Catalunya.
La industria y el campo
La lista encabezada por Xavier Domènech y cerrada simbólicamente por Ada Colau perdió 80.000 votos (70.000 de ellos en Barcelona) que parecen haberse ido a la abstención, porque su rival supuestamente más directo, el PSC, tuvo 32.000 votantes menos, 20.000 de ellos en Barcelona y su entorno. Y de todas sus heridas, la que más duele a los socialistas es la menor: la de Lleida, solo 2.000 votos menos, frente a los 5.000 perdidos en Tarragona o los 3.500 de Girona. Pero esos 2.000 le cuestan un diputado de los cinco que ha perdido en toda España el partido de Pedro Sánchez y Susana Díaz, de quienes en Cataluña nadie se atreve a decir aquello de que “tanto monta, monta tanto”.
Las zonas industriales han optado por En Comú Podem y las áreas rurales han votado a Esquerra
El mapa de Cataluña queda ahora claramente diferenciado: las zonas industriales (Barcelona y Tarragona) han optado por la izquierda no independentista de En Comú Podem y en ellas mantienen aún cierta implantación los socialistas, que son segunda fuerza en Barcelona y tercera en Tarragona. En cambio las áreas rurales (Girona y Lleida), donde en el siglo XIX ya se imponía el carlismo de patria y fueros, se han decantado por Esquerra Republicana de Catalunya, y Convergència resiste como segunda fuerza gracias, en parte, a su presencia en los ayuntamientos.
No menos significativo es el notable auge de Esquerra en el Senado, seguido a gran distancia de En Comú Podem, paralelo al hundimiento de socialistas y convergentes. Estos habían recurrido en Barcelona al rostro de un presentador de televisión que ha hecho gala de su independentismo (también sobrevenido), Miquel Calçada, a quien ya CDC había dado alguna licencia radiofónica. No ha servido de nada.