Turquía se rodea de enemigos
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Desde entonces, la relación entre Turquía e Israel ha sido más que tensa. El incidente del Mavi Marmara fue el principio del fin de la “política de cero problemas con los vecinos” diseñada por el entonces ministro de Exteriores, Ahmet Davutoglu, que había permitido que el Ejecutivo turco de Recep Tayyip Erdogan se presentase como mediador entre Israel y Siria en la disputa por los Altos del Golán y como garante de los pactos de gobierno en el Líbano. Turquía había logrado hacer las paces con su archienemiga Grecia, se llevaba bien con Bulgaria e Irán, era la principal potencia económica en los Balcanes, el Cáucaso, Asia Central y Oriente Medio, e incluso se preparaba para un acuerdo de reconciliación con Armenia.
Kuru: “Turquía no ha podido enfrentar los desafíos de los dos bloques liderados por Irán y Arabia Saudí”
Seis años después, no queda ni rastro de aquella estrategia. Al apoyar abiertamente a los grupos islamistas cercanos a los Hermanos Musulmanes en la región —con los que compartía afinidades ideológicas—, Turquía ha perdido toda credibilidad como mediador imparcial y se ha ganado numerosos enemigos en países como Libia, Siria y Egipto. No sin un precio: la dictadura egipcia de Abdelfatah al Sisi que derrocó al presidente islamista Mohamed Morsi, aliado de Ankara, castigó duramente la economía turca al prohibir la entrada de camiones turcos en el país. El coste monetario, social y humano que para Turquía ha tenido haber alimentado la guerra civil en la vecina Siria es difícil de cuantificar. Y cuando el pasado noviembre la aviación turca derribó un caza ruso que había penetrado en el espacio aéreo del país, Moscú lanzó una guerra económica que ha terminado por doblegar las finanzas turcas.
“Turquía ha sido incapaz de hacer frente a los desafíos de los dos bloques de poder en competición, uno liderado por Irán y el otro por Arabia Saudí. El primero ha protegido al régimen de Bashar al Asad a toda costa, mientras que el último ha proporcionado un apoyo financiero crucial para el Egipto de los generales”, indica Ahmet Kuru, profesor de Relaciones Internacional de la Universidad de San Diego. “Y mientras Turquía necesita el apoyo de sus aliados de la OTAN, el discurso populista y las políticas autoritarias de Erdogan han deteriorado las relaciones turcas con Occidente”, señala.
No cabe duda de que en todo ello ha jugado un papel importante el volátil temperamento del propio Erdogan. “La política exterior exige que te alejes de posiciones doctrinales o emocionales. Si te dejas llevar por ellas es cuestión de tiempo que aparezcan resultados negativos”, afirmaba recientemente el embajador retirado turco Murat Bilhan, en una entrevista con la publicación Al Monitor.
La manifestación del fracaso
Hoy nadie duda de que esta política ha sido un fracaso total. La manifestación más extrema de esto es el reciente atentado contra el aeropuerto Atatürk de Estambul, el más importante del país, que dejó al menos 45 muertos y decenas de heridos. Las autoridades creen que los responsables pertenecen a una célula de yihadistas liderada por el jefe de las unidades chechenas de Estado Islámico en Siria, Ahmed Chatayev. Los mismos yihadistas a los que, durante casi dos años, Turquía ha permitido cruzar libremente su territorio para luchar por el califato, pensando que así se debilitaba al régimen de Al Asad y a las milicias kurdas de Siria, los principales enemigos de Ankara.
La realidad, sin embargo, ha terminado por imponerse: las mismas autoridades turcas estiman que tan solo el enfrentamiento con Rusia conlleva unas pérdidas económicas de 9.000 millones de dólares, la mayoría derivadas de la ausencia de turistas rusos en las ciudades costeras de Turquía. El pragmatismo ha forzado al Ejecutivo a reconciliarse con Rusia. La semana pasada, Erdogan envió una carta de disculpa a Vladimir Putin, que este no dudó en airear inmediatamente.
Solo el enfrentamiento con Rusia conlleva unas pérdidas económicas de 9.000 millones de dólares
Pero para disfrazar lo que sin duda ha debido ser una píldora muy difícil de tragar para el orgulloso líder turco, su gabinete ha estado ocupado lanzando lo que está siendo presentado ahora como una ofensiva diplomática de restablecimiento de relaciones en toda la región. Por ello ha llegado a un acuerdo con las autoridades israelíes para zanjar el incidente de la flotilla, y se cree que podría anunciar un acercamiento a Egipto en los próximos días. El acuerdo del Mavi Marmara, por el que Israel pagará una compensación a las familias de las víctimas al tiempo que Turquía renuncia a perseguir judicialmente a los responsables, ha levantado ampollas en el país. “Los participantes, las familias y el pasaje del Mavi Marmara dejamos claro que no buscamos disculpas ni compensaciones. Nuestro objetivo es que acabe el bloqueo a Gaza. Si el acuerdo no incluye esto, es inaceptable”, se apresuró a declarar Hüseyin Oruç, portavoz de la Fundación de Ayuda Humanitaria turca que fletó la embarcación en 2010.
Conscientes de ello, Erdogan ha logrado que las autoridades israelíes permitan a las agencias de cooperación turcas reconstruir numerosas infraestructuras destruidas en Gaza, y hacer llegar la ayuda de Ramadán. Pero el bloqueo sigue en pie, y todo el material llegará a través del puerto de Ashdod, precisamente aquello contra lo que protestaba la flotilla. “Estamos donde estábamos hace seis años, dado que Ankara acepta cumplir con las reglas israelíes para acceder a Gaza”, comenta el analista Semih Idiz.
¿Lo está también Turquía? Con más de dos millones de refugiados en su territorio, una guerra civil en sus fronteras y otra creciendo en su interior, al país no le queda mucho margen de maniobra. Está por ver si el “golpe de timón” obedece a un verdadero cambio hacia una política exterior más sensata o se trata de una mera operación cosmética hasta que Erdogan vuelva a las andadas.
Golpe al turismo
¿Servirá el acercamiento a Rusia e Israel para levantar el maltrecho sector turístico en Turquía? Es posible: en mayo, el número de visitantes rusos había caído un 92% respecto al año anterior. Levantado el veto, probablemente miles de ellos volverán a las costas turcas. Esto, sin embargo, no tendrá ningún efecto sobre los visitantes europeos que, asustados por la ola de atentados, están optando por otros destinos vacacionales. La cifra de turistas alemanes ha caído un 31,5%, y la de británicos, un 29,4%, por poner solo dos ejemplos.
El mismo fenómeno se observa en la mayoría de los países de la región, al menos en aquellos de mayoría musulmana. En Egipto, el turismo ha caído en casi un 50%, y alrededor de 500 resorts y hoteles han tenido que cerrar sus puertas. En Túnez, donde el sector supone un 8% del PIB, las pérdidas son de un 35%. En Jordania la caída es del 40%, y la ocupación hotelera no supera el 20%, cuando en años anteriores era casi total.