Primeras elecciones vascas sin escoltas
En los comicios de 2012 aún se desconfiaba de que el cese de ETA fuera definitivo y se mantuvieron las medidas de seguridad
A lo largo de los años los etarras asesinaron a cargos del PP y del PSOE, a pesar de que ETA hizo una especie de reflexión tras el asesinato del dirigente socialista Fernando Múgica, en 1996, porque pensaron que su actividad criminal en época electoral restaba votos a la izquierda abertzale. El asesinato del concejal del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco en julio de 1997 marcó un punto de inflexión en la movilización contra ETA. Pero aun unos años después, el entonces líder del PP en el País Vasco, Carlos Iturgaiz, acusó al lehendakari Juan José Ibarretxe de mirar hacia otro lado pese a que el vasco era el único parlamento democrático del mundo donde toda la oposición se veía obligada a llevar escolta.
Tregua y más asesinatos
Las elecciones de 1998, celebradas tras la declaración unilateral de tregua del pacto de Lizarra, supuso un respiro pero duró menos de dos años. A partir de 2000 la actividad terrorista arreció con los asesinatos de los socialistas Fernando Buesa y su escolta, Juan María Jauregui, Ernest Lluch, Froilán Elespe, Juan Priede y Joseba Pagazaurtundua, y de los populares Jesús María Pedrosa, José Martín Carpena, Manuel Indiano, José Luis Ruiz Casado, Francisco Cano, José Javier Múgica y Manuel Giménez Abad. Este último, presidente del PP de Aragón en plena campaña de las elecciones vascas de 2001. Las medidas de seguridad se reforzaron incluso con escoltas privados.
Si el PNV necesitara para gobernar no solo al PSE sino también al PP, podría desbloquear la investidura
En 2011, ETA declaró su alto el fuego “permanente, general y verificable”. Pocos creyeron que aquel anuncio pasaría de ser mera propaganda y las elecciones de 2012 todavía se celebraron con precauciones. En 2016, fuentes de la lucha antiterrorista afirman que “a día de hoy se pueden contar con los dedos de una mano los que llevan escolta”. Suelen ser los máximos dirigentes de los partidos políticos constitucionalistas.
En ese escenario político, Iñigo Urkullu aspira a ser reelegido lehendakari. Su partido ha ganado 9 de las 10 elecciones vascas. En 1986 el PSE se alzó con una victoria que, sin embargo, fue insuficiente para formar gobierno. Fue la época de la escisión del PNV que dio paso al nacimiento de EA de la mano de Carlos Garaikoetxea.
Tradición pactista
Dada la pluralidad de la sociedad vasca, el PNV se ha visto obligado a pactar para mantenerse en el poder. Aspirar allí a una mayoría absoluta es una ensoñación. La desaparición del bipartidismo en España también se ha notado en el País Vasco. Podemos ganó las últimas elecciones generales, por delante del PNV, y hay quien cree que dará el sorpasso también el 25 de septiembre con una candidata independiente como Pilar Zabala, hermana de una de las víctimas de los GAL. La duda es saber a quién le restará votos su candidatura. Bildu parece ser su caladero natural de votos, pese a la reaparición en la campaña de Arnaldo Otegi. Pero también le puede hacer daño al PSE, que no pasa por su mejor momento. Ciudadanos apenas aspira a ser heredero de UPyD, que solo tenía un diputado en la Cámara vasca.
La última encuesta de la EiTB augura al PNV 27 escaños, que con los 17 de Bildu le servirían para formar un gobierno nacionalista, poco probable. Podemos, con 14 escaños, defraudaría sus expectativas. Urkullu no podría reeditar los acuerdos con el PSE (8 escaños) ni podría hacer un pacto con el PP (también 8). Podría forjarlo a tres bandas con PSE y PP, lo que podría contribuir a desbloquear la investidura de Rajoy u otro candidato del PP. Ciudadanos tendría solo un escaño.
La tradición pactista de la política vasca hace que se descarte que en ningún caso la falta de acuerdos fuerce a unas nuevas elecciones. La ley vasca recoge la posibilidad de que en primera ronda cualquier formación pueda presentar su candidato a lehendakari. Los diputados pueden votar a favor o abstenerse y solo saldría elegido un lehendakari por mayoría absoluta. De no ser así, a la segunda votación pasarían los dos candidatos más votados. Bastaría con una mayoría simple y en caso de empate saldría elegido el candidato que represente a la formación más votada.