Redención. El espacio literario del terrorismo de ETA
Fernando Aramburu recrea el convulso País Vasco de los años 80 y 90 en su novela más reciente, Patria
La literatura, por supuesto, no podía desentenderse de un fenómeno así. En 2006 Fernando Aramburu contribuyó a esa ansia general de reparación con los relatos de Los peces de la amargura, y en 2012 volvió a tocar el tema del terrorismo etarra en la novela Años lentos. Ambos libros se encuentran entre mis favoritos de la narrativa española contemporánea. Si en el primero, escrito cuando aún ETA no había dejado de matar, Aramburu volvía la vista hacia una realidad de acoso y hostigamiento de las víctimas que no habría sido posible sin amplias complicidades silenciosas, en el segundo, posterior al “cese definitivo de la actividad armada”, dejaba constancia de la entusiasta colaboración del clero vasco en la captación de militantes. En su nueva novela, Patria, publicada cuando ya el terrorismo etarra forma definitivamente parte del pasado, Aramburu regresa a ese mismo territorio literario para recrear el convulso País Vasco de los años 80 y 90. Y el resultado es, sencillamente, magistral.
Dos familias
Arranca la novela con la historia del Txato y Josian, dos guipuzcoanos que, al igual que sus respectivas mujeres, Bittori y Miren, están unidos por antiguos y sólidos lazos de amistad. La buena relación entre los dos matrimonios empieza a resquebrajarse cuando el Txato, dueño de una empresa de transportes, es señalado por el entorno de ETA por no pagar puntualmente el “impuesto revolucionario”. Todo saltará definitivamente por los aires con la muerte del Txato, asesinado por el comando al que pertenece Joxe Mari, hijo del otro matrimonio… La estructura interna de la novela responde al clásico esquema del viaje de la armonía al caos y regreso del caos a la armonía, y en el largo, larguísimo trayecto hacia la restauración del orden (es decir, hacia la redención de las culpas y el perdón) tendremos ocasión de llegar a conocer en profundidad a los distintos personajes. A los cinco ya mencionados pero también a Xabier y Nerea (hijos del Txato y Bittori) y a Arantxa y Gorka (hijos de Josian y Miren y hermanos de Joxe Mari): en total, nueve protagonistas de los que conoceremos grandezas y miserias, con los que compartiremos dolores y alegrías y a los que unas veces aborreceremos y otras admiraremos.
El autor demuestra poseer un conocimiento preciso de los resortes más sutiles del alma humana
Todos los personajes, incluida la rica galería de secundarios, son de verdad, criaturas de carne y hueso, y Aramburu demuestra poseer un conocimiento preciso de los resortes más sutiles del alma humana. Pero es que no hay nada en esta novela que no tenga el aroma inconfundible de lo vivido y lo auténtico. La asfixiante atmósfera generada por la violencia (que en núcleos pequeños como el de los protagonistas era especialmente perceptible) nos sitúa en un ecosistema moral en el que las falsas equidistancias, las retóricas ambiguas y los aspavientos victimistas obran el lamentable prodigio de invertir las culpas y justificar lo injustificable. En la novela de Aramburu ese ecosistema adopta el nombre de “el país de los callados” porque el silencio que estigmatiza al otro y le expulsa de la manada es el peaje que las mayorías pagan para salvarse y, diluyendo responsabilidades, conservar la protección del grupo: basta con un gesto tan humilde como negar el saludo para dar curso a la condena. Así es como acaban alterándose los más elementales valores de la convivencia. Donde tendría que haber lealtad y confianza hay obediencia y complicidad, indiferencia y recelo en vez de solidaridad y compasión, miedo en lugar de prudencia, conformismo en lugar de coraje cívico. Donde, en fin, tendría que haber tolerancia y libertad hay tiranía y sometimiento: la ley del más fuerte.
No hay nada en esta novela que no tenga el aroma inconfundible de lo vivido y lo auténtico
Devuelto el ser humano a su estado más primario, anterior a cualquier ideal de civilización, se abre un resquicio por el que ineluctablemente la tragedia se adueña de las vidas de unos y otros. Y en el mundo de la tragedia, ya se sabe, las pulsiones del alma humana se presentan en su estado más puro: la cobardía, el amor, la generosidad, la venganza... De todo eso hay en esta excelente novela de Fernando Aramburu, que además tiene la delicadeza de renunciar a juzgar y aspirar solo a comprender. Eso sí: comprender en el sentido de entender, de volver explicable lo que aparentemente es inexplicable, y no en el sentido de ofrecer comprensión o indulgencia a quienes no la merecen.
Fernando Aramburu Tusquets,
Barcelona, 2016,
648 págs.