Está sentado frente a la pantalla de una televisión en una silla de ruedas. Su camisa abierta exhibe un torso flácido y desinflado. Es Hulk. Se sabe por el tono verdoso de su piel. ¿O será uno de los efectos colaterales de su medicación? Sentado a una mesa con un libro abierto, está el Hombre Elástico cuyas extremidades cuelgan dadas de sí. En un rincón, una bomba de suero mantiene vivo al Capitán América. Junto a su camilla de hospital Wonderwoman, macilenta y algo despeinada, vela por él. Canoso, con gafas de presbicia y apoyado en un andador está Superman. Catwoman se ha quedado dormida en el sillón junto a unas revistas abiertas.
El artista Gilles Barbier compuso esta iconoclasta escena con estatuas de cera. Es una de las obras que recrean desde una perspectiva naturalista el lado humano de los superhéroes con los que surgió el cómic en el periodo de entreguerras. Sin embargo, aunque estas manifestaciones artísticas sean eficaces en el desmantelamiento del imaginario colectivo, el interés por aspectos íntimos y deslucidos de la vida común y corriente está presente en la industria del cómic a través de esa mutación literaria que es la novela gráfica autobiográfica.
La crisis espiritual de los 70
La guerra de Vietnam, la creciente desconfianza en las instituciones democráticas a consecuencia del Watergate, la guerra fría y el aumento del control social y la masacre de la familia Mason —sumados a la resaca cultural que siguió al año 1968 (el año de la matanza de My Lai y del asesinato de Martin Luther King)— hicieron que las esperanzas del movimiento hippie y la contracultura comenzaran a volatilizarse. La crítica especializada coincide en detectar la emergencia de la novela gráfica en el contexto de la crisis de la confianza en el futuro, gobernada por un Zeitgeist de pesimismo que dominó la década de los 70.
La emergencia de la novela gráfica se produjo en el contexto de la crisis de la confianza en el futuro
En este ambiente de crisis “espiritual” se publicó la que fue considerada la primera novela gráfica de la historia, una obra en la que confluye toda esta angustia existencial con una irreverente lectura de las experiencias religiosas.
En 1972 apareció Binky Brown conoce a la Virgen María (La Cúpula, 2011). Ahí Justin Green recreó sus experiencias como joven católico que se enfrenta a los problemas comunes de la adolescencia. La pubertad y la cultura represiva de los padres se expresan con un humor místico surrealista con el que intenta purgar los estados neuróticos que la religión le provoca. Su máxima expresión es la angustia que asedia al protagonista de que el extraño rayo de energía que emana de sus genitales alcance una representación de la virgen María.
Con esta paradigmática historia, ahora considerada coyuntural pero clarividente, Green despertó el interés de varios artistas que peregrinaron hacia San Francisco para participar de ese momento de ebullición del cómic underground, como confesó en una entrevista a Vice “la abuela de los cómics de la liberación”, Aline Kominsky-Crumb.
Denigración y ambigüedad
El tono íntimo y testimonial de Binky Brown confluye con la disposición gráfica de la página o las diferentes técnicas expresionistas en el que hasta se detectan influencias del verismo grotesco de Georges Grosz y Otto Dix. Por eso, además de una historia más larga que la media de tiras cómicas, la confluencia, digamos, novelizada o literaria de estos recursos dio origen a la novela gráfica. El género convive, pues, desde sus orígenes con la autobiografía, cuya primera muestra se plasma en el relato nada autocomplaciente de Justin Green de su desorden obsesivo compulsivo y de sus ansiedades sexuales.
Lo autobiográfico también está en algunos de sus seguidores, como los descarados y hasta onanistas autorretratos de Robert Crumb. A través de la acidez y la autodenigración, alejadas de las monsergas pacifistas y las letanías psicodélicas, Crumb y su revista Zap Cómix (1968 - 2005) se consideran uno de los padres de la contracultura por su crítica al estilo de vida estadounidense. Aunque con el tiempo y la distancia, su mensaje apenas podría considerarse poco más que una reacción que defendía la vuelta a la vida premoderna y a las viejas costumbres.
En los 70 el cómic evolucionó de la serie a la novelización y la temática autobiográfica se propagó. Diane Noomin creó al personaje Didi Glitz, que fue uno de los primeros en hablar de la masturbación —admirado y reflejado en la novela gráfica de Phoebe Gloeckner Diario de una adolescente (La Cúpula, 2007), en la que se basa la película homónima estrenada recientemente— en 1976. En esta línea de destape, Joyce Farmer —conocida en España por la emotiva Un adiós especial, (Astiberri, 2011)— y Lyn Chevely editaron en 1973 un cómic pionero sobre el aborto, Abortion Eve.
Spiegelman demostró la eficacia del género para dar testimonio de las experiencias compartidas
En 1972 Aline Kominsky publicó el primer cómic autobiográfico femenino, Goldie: a Neurotic Woman, que vio la luz en el primer número de Wimmen’s Comix. Además participó activamente en el mundo del cómic underground y fundó varias revistas (entre ellas Twisted Sisters y Power Pak).
Junto a Crumb, Kominsky dirigió Weirdo (1981 - 1993) que se distinguía de la revista Raw (1980 - 1991), en la que Art Spiegelman y Françoise Mouly hicieron confluir arte y diseño gráfico elevando el cómic a la categoría de alta cultura. Allí se publicó Prisoner on The Hell Planet, una serie corta en la que Art Spiegelman habló del traumático suicidio de su madre y de la depresión que lo llevó a internarse en una institución psiquiátrica. La serie fue incluida en su obra más conocida, Maus. Relato de un superviviente (1980-1991).
Contra la historia
Con Maus. Relato de un superviviente, el relato autobiográfico sobre el Holocausto (donde habló de la complicada relación con su padre a la vez que recopilaba testimonios subjetivos de su experiencia como víctima de la persecución a los judíos), Art Spiegelman demostró que el género ya no necesitaba justificación de su calidad artística, y dejó patente su eficacia para dar testimonio de las experiencias compartidas, que los escrupulosos métodos historiográficos apegados a la objetividad de los hechos no podían aprehender y comunicar.
Esta obra, que recibió el premio Pulitzer en 1992, instituye a la novela gráfica como un eficaz vehículo de la incipiente corriente interdisciplinar de estudios de la memoria que emerge precisamente después de la Segunda Guerra Mundial. El historiador francés Pierre Nora, explica que “fue justamente Auschwitz lo que dio origen a la expresión ‘deber de memoria’”.
La novela gráfica más paradigmática de la autobiografía y la memoria es Persépolis (2000 - 2003) de Marjane Satrapi. Con un estilo naíf, usando solo tinta negra, la autora iraní continuó con la tradición inaugurada por la obra cumbre de Spiegelman, confirmando la capacidad de la novela gráfica para articular las experiencias personales e históricas en las fronteras de la memoria. Satrapi contó la historia de un país (Persia-Irán: Persépolis) con un pasado legendario y habló de las vicisitudes de una rebelión que se truncó en su giro al islamismo radical. Su precoz exilio en Austria y su ingreso en la edad adulta le sirven para retratar la la compleja experiencia de su familia, la sociedad iraní y también la condición de la mujer en un gobierno totalitario. La empatía y la capacidad de síntesis del relato de Satrapi hizo de Persépolis la novela gráfica más popular de los últimos tiempos. Contó con una versión cinematográfica en 2007 dirigida por Satrapi.
Y en este mismo paradigma se puede incluir El arte de volar(Edicions del Ponent, 2009) de Antonio Altarriba y Kim, donde el primero contó la historia real de su padre, combatiente del bando republicano durante la Guerra Civil que tuvo que exiliarse en Francia tras la victoria del bando nacional para regresar a España en la década de los 40. Terminó su vida en un hogar para la tercera edad ya en plena democracia. Esta novela gráfica destacó por el estilo híbrido entre el realismo y la caricatura con que expresó la mediocridad de la vida cotidiana durante la posguerra. Por eso es considerada una de las cimas creativas del género en España y recibió el premio Nacional del Cómic en 2009.
Lo autobiográfico
En la última década, la novela gráfica ha alumbrado experiencias colectivas traumáticas con diferentes texturas y tonos. Algunos autores están más interesados en lo autobiográfico e intimista, como es el caso de Guy Delisle, que deslumbró con sus hilarantes experiencias de la vida cotidiana en regímenes totalitarios asiáticos en Pyongyang (2003), Shenzhen (2006), Crónicas birmanas (2008), todas publicadas en España por Astiberri. Con sus Notas al pie de Gaza (Literatura Random House, 2010), Joe Sacco se acerca más a la crónica periodística en el relato crudo y descarnado de la situación en la Franja de Gaza a través de la reconstrucción de los escalofriantes hechos de la matanza de cientos de civiles palestinos a manos de soldados israelíes en 1956. A pesar de sus diferentes estilos y perspectivas, en ambos autores se evidencia la eficacia y la inmediatez, a diferencia de otros tipos de registro, como el documental o la no ficción periodísticos, para transmitir en clave personal y autobiográfica la intensidad de diferentes traumas históricos a sus lectores.