Los ataques del 11-S marcaron un antes y un después en la vida de los musulmanes de Estados Unidos, un colectivo de casi tres millones de personas según un estudio del Pew Research Center elaborado en 2011 a partir de encuestas, ya que el censo estadounidense no pregunta por la religión de los ciudadanos. Las elecciones presidenciales más reñidas de la historia del país se celebraron menos de un año antes de los atentados, en noviembre de 2000, y según un sondeo citado por
The Atlantic, un 42% de los musulmanes estadounidenses votaron al partido republicano, frente al 31% que optó por el demócrata Al Gore.
Una estimación de la Alianza Musulmana Americana señaló que unos 60.000 musulmanes apoyaron a George W. Bush en el estado de Florida, donde, después de semanas de incertidumbre y apelaciones al Tribunal Supremo, la balanza se inclinó definitivamente a favor del candidato republicano por solo 537 votos. Entonces resultó determinante algo que no había pasado desapercibido para Bush, que aceptó los consejos de un correligionario y durante la campaña cortejó al colectivo musulmán al considerarlo próximo a los republicanos: conservadores, emprendedores y defensores de los valores familiares.
Son especialmente valiosos cuando las campañas son reñidas, y suelen votar en bloque a un partido
Y acertó, pero 15 años después apenas queda nada de ese entendimiento y en ello han influido tanto los atentados cometidos por islamistas radicales en Madrid (2004) o Londres (2005) y los dos de 2015 en París, como la amenaza de Al Qaeda y Estado Islámico (EI), con dos ataques cometidos recientemente en suelo estadounidense.
El efecto Donald Trump
El tiroteo de Chattanooga en julio pasado, en el que un musulmán radicalizado en Jordania causó la muerte de cinco marines en un recinto militar, y el ataque de San Bernardino en diciembre, asumido por EI y que costó la vida a 14 personas, han puesto de nuevo a los musulmanes de EE.UU. en el punto de mira de sus conciudadanos. Y en plena carrera electoral siempre hay alguien dispuesto a intentar sacar partido. Lo hizo una aspirante demócrata al Senado, Loretta Sánchez, al decir que entre un 5% y un 20% de los musulmanes quieren acabar con el modo de vida occidental “por cualquier medio”. Y lo hizo Donald Trump, candidato a las primarias republicanas, al afirmar que se debería impedir la entrada de todos los musulmanes en EE.UU.
Mientras la primera no tardó en retractarse, el multimillonario Trump no parece dispuesto a asumir sus palabras como un desliz a pesar del escándalo provocado dentro y fuera del país (en Reino Unido se recogieron más de 300.000 firmas en pocos días exigiendo que no se le permita la entrada) y a las informaciones aparecidas en algunos medios, que destacan el perfil de los musulmanes estadounidenses y señalan que llegaron a América siglos antes que los ancestros de Trump, procedentes de Alemania. También explican que su nivel educativo es el segundo más alto entre las minorías religiosas después de los judíos, y superior a la media del país. Y recuerdan que una treintena de musulmanes fallecieron en los atentados del 11-S, más de 3.000 forman parte del ejército y muchos han luchado en las guerras que ha librado EE.UU.
Los medios recuerdan a Trump que los musulmanes llegaron a Estados Unidos antes que sus ancestros
Por lo general son muy religiosos, aunque no tan dogmáticos como se los pretende dibujar, y consideran que vivir en EE.UU. es perfectamente compatible con el islam. Como respuesta a Trump,
The New York Times lanzó la pregunta “¿Cómo hablas con tus hijos sobre el hecho de ser musulmán?”. Entre las respuestas publicadas hay varias de condena a los que cometen crímenes en nombre del islam y una de alguien que se siente ofendido por el hecho de que los medios los identifiquen como musulmanes antes que como criminales, algo que no se hace con otros autores de asesinatos masivos.
El diario neoyorquino destaca a un padre que le dice a sus hijos: “Debéis trabajar 100 veces más duro y ser 100 veces más amables” que los demás, reflejo indudable de que ser musulmán en EE.UU. se ha convertido en todo un reto. A diferencia de lo que sucede en algunos países europeos, no suelen vivir en guetos en las grandes ciudades, y sus líderes hacen lo posible para “neutralizar el nexo entre la ideología radical y la mentalidad de gueto”, según expresó el director del Consejo Musulmán de Asuntos Públicos, Salam Al Maayati, en
The Washington Post en 2005. A alejar la tentación yihadista también contribuye su poder adquisitivo, similar al del resto del país, y no se aprecia como un riesgo el hecho de que su presencia sea notable en lugares como Hamtramck, con 22.000 habitantes y próxima a Detroit, que en noviembre se convirtió en la primera en tener mayoría de concejales musulmanes en su ayuntamiento.
Como grupo son más proclives a participar en la vida política que el resto de los estadounidenses, y son propensos a votar en un país en el que la abstención se acerca al 50%. Son especialmente valiosos, por tanto, cuando las campañas son reñidas, porque además suelen votar en bloque al partido que creen que puede defender mejor sus intereses. Pero al contrario que en 2000, los republicanos no tienen ahora su favor. Aunque sin llegar al nivel de Trump, la retórica republicana se ha vuelto antimusulmana en los últimos años y ello ha escorado la balanza del colectivo hacia el Partido Demócrata. El mencionado estudio del Pew Research Center muestra que el 70% de los musulmanes se identifica ahora como demócrata.