Irán ratifica el rechazo a los radicales
Aunque la limpieza no ha sido completa, los iraníes respaldan las políticas de acercamiento a Occidente de Rohaní y se liberan de gran parte de los elementos ultras que amenazaban el deshielo
Con las elecciones parlamentarias y para el curioso organismo denominado Asamblea de Expertos del 26 de febrero, los iraníes parecen haber hecho precisamente eso: un jane tekaní en las pocas, pero centrales, instituciones de la República Islámica en las que el voto popular es determinante.
En un gran golpe de efecto, los electores iraníes han mostrado su respaldo al presidente Hasán Rohaní y a sus políticas de acercamiento a Occidente y se han liberado de gran parte de los elementos ultras más recalcitrantes que amenazaban el deshielo de la República Islámica que arrancó en 2013 con la elección del actual mandatario.
Pese a lo que reclaman los diarios reformistas, a los resultados tangibles que el cambio sin duda tendrá en la profundización de las políticas de Rohaní y a lo escandalosamente simbólico de su abrumador triunfo en Teherán, la limpieza no ha sido completa. Ni habrá una revolución liberal ni las mujeres iraníes podrán liberarse del velo obligatorio en un futuro cercano.
El régimen iraní y sus instituciones teocráticas seguirán gozando de buena salud al menos en el corto y medio plazo, y los cambios, o mejor dicho la profundización de los cambios ya en marcha, serán en otros ámbitos, particularmente en el económico y en las relaciones internacionales.
No habrá revolución liberal ni las mujeres podrán quitarse el velo obligatorio en un futuro cercano
En cualquier caso, y aun a falta de que el poderoso Consejo de Guardianes —el eminentemente conservador organismo nombrado por el líder supremo Alí Jamenei— apruebe el resultado electoral, el avance del bloque reformista y moderado ha sido espectacular. Más que un triunfo de los moderados y sus socios reformistas, las elecciones se explican mejor como una derrota de los sectores “principalistas”, como se denominan a sí mismos los conservadores comprometidos en aplicar a rajatabla las directivas del líder supremo y mantener las esencias del sistema.
El número exacto de diputados obtenidos por cada sector en la denominada Asamblea Consultiva Islámica aún no está definido, ya que al menos 34 circunscripciones tendrán que concurrir el próximo mes de abril a una segunda vuelta para determinar sus escaños.
Los “principalistas” seguirán sin duda siendo la fuerza dominante, con unos 100 diputados de los 290 que cuenta la Cámara, una cifra sustancialmente menor que los 167 que tenían hasta ahora. El ascenso reformista y moderado se ve reflejado en los 90 escaños que como mínimo tendrán a partir de ahora, frente a los 13 que ese grupo tiene en la actual legislatura.
Nada mal si se tiene en cuenta que en muchas circunscripciones no hubo candidatos del sector, vetados por el Consejo de Guardianes, y si se considera también que sus aspiraciones originales eran lograr tan solo que los “principalistas” no obtuvieran una mayoría absoluta. El resto serán diputados independientes, una especie de cajón de sastre en el que entran desde duros conservadores a reformistas camuflados, así como los cinco representantes de las minorías religiosas: armenios (dos diputados), caldeos, zoroastrianos y judíos.
Viaje hacia el centro
El nuevo Parlamento iraní será una institución embarcada en un viaje al centro y que apunta a ser un bastión del moderantismo que lidera el presidente Rohaní, que no tendrá muchas piedras en el camino para impulsar sus políticas.
Esta situación es consecuencia de dos movimientos simultáneos: la salida de la Cámara de los más duros de entre los “principalistas” y la aproximación pragmática y posibilista de los reformistas, cuyos objetivos de libertad y reforma de hace unos años han quedado muy desdibujados. Escarmentados tras los sucesos de 2009, ahora apuestan por cambiar la República Islámica paso a paso y desde dentro del sistema.
“Los extremistas en su mayoría han sido eliminados y los ‘principalistas’ que ganaron son más bien moderados. Por ejemplo Alí Lariyaní y su gente. La gente radical se va bajando del tren y los reformistas están subiendo”, analiza Moshen Sadeguí, profesor universitario y candidato reformista rechazado por el Consejo de Guardianes.
Sadeguí se refirió así al caso de Lariyaní, figura clave de la política iraní cuya migración de posturas “principalistas” duras hacia el moderantismo de Rohaní ha sido paradigmática para la política iraní en los últimos meses. Lariyaní, actual presidente de la Cámara, hijo de un prestigioso ayatolá de la Revolución y hermano del ministro de Justicia, comanda un grupo de “principalistas” que se han enfrentado a sus correligionarios y que entre otras cosas posibilitaron la aprobación de la Cámara del histórico acuerdo nuclear entre Irán y las potencias del Grupo 5+1 (los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania).
Ahora, al menos, según Sadeguí, “el Parlamento está limpio de los extremistas contrarios al acuerdo nuclear, una situación que plantea un futuro luminoso que puede fortalecer los lazos con el mundo y traer éxitos económicos”.
Triunfos simbólicos
La política de cambiar el sistema desde su interior aplicada por los reformistas en estas elecciones, pese a haberse mostrado exitosa, no ha dejado de suponer un sacrificio para muchos iraníes. Los más liberales y los que apoyaron en 2009 el movimiento verde que se opuso a la elección de Mahmud Ahmadineyad como presidente y que aún hoy viven bajo la dura represión que se desató en su contra han tenido que conformarse con éxitos simbólicos para atenuar el dolor de esas renuncias.
Este sector necesita para sobrevivir la participación activa de un electorado que en gran medida rechaza unas elecciones que, con razón, juzgan como un apoyo a un sistema en el que no creen, y requiere siempre mantener encendidas luces de esperanza. Por lo tanto, esos triunfos simbólicos han sido importantes. El mayor fue sin duda el abrumador éxito obtenido en la circunscripción de Teherán, donde el recuento oficial les otorga 30 de los 30 diputados por la capital y 15 de los 16 puestos en la Asamblea de Expertos.
Sus candidatos lograron cientos de miles de votos más que los “principalistas” en una contienda que fue más allá de los simples números. Teherán es una de las pocas circunscripciones en las que los reformistas pudieron presentar candidatos propios que no fueron vetados por el Consejo de Guardianes. Allí hubo una lucha más justa y más amplia, y por lo tanto más reñida, y todo el mundo en el país es consciente de eso, incluidos los “principalistas”, a quienes les está costando aceptar ese duro resultado. Mohamad Reza Aref, exvicepresidente en el gobierno reformista de Mohamed Jatamí (2001-2005), el líder espiritual de ese grupo cuya imagen está prohibida en los medios de comunicación, y Alí Motaharí, la voz en el desierto reformista que clama abiertamente por la rehabilitación de los líderes verdes, han sido los candidatos al Parlamento más votados en las elecciones, una aparente reivindicación de las figuras proscritas por el sistema.
La Asamblea de Expertos
Otro resultado electoral destacado y que causó satisfacción entre los reformistas y desazón entre los grupos radicales fue la votación para la Asamblea de Expertos. Este cuerpo está formado por 88 clérigos chiitas cuya misión constitucional es nominalmente la de supervisar al líder supremo y, llegado el caso, elegir a su sustituto.
Durante años, la votación a esta cámara, equivalente al Colegio de Cardenales del Vaticano y como tal compuesta por ancianos jerarcas religiosos conservadores casi por definición —un tercio de los cuales muere además durante su mandato de ocho años, según las estadísticas—, apenas ha tenido relevancia.
Sin embargo, la edad del actual líder (77 años) y su delicado estado de salud (fue operado de próstata) hacen pensar que en esta legislatura la cámara tendrá ocasión que actuar. Eso no pasó inadvertido a nadie y los reformistas apostaron —dado que todos sus candidatos fueron vetados a participar— por al menos evitar que los radicales entraran en la cámara.
Quizá el cambio en la Asamblea de Expertos sea el que a largo plazo tenga consecuencias más profundas
El logro, así, no fue tanto que el expresidente Hashemi Rafsanyaní o el propio Rohaní entraran como los candidatos más votados, sino que quedaran fuera de la misma dos de los más duros: los clérigos Mohamad Yazdi, actual presidente del organismo, y el ultraconservador Taqui Mesbah. Ahmad Janatí, secretario del Consejo de Guardianes y la persona que en última instancia aprueba o veta los candidatos que quieren competir por un cargo público, lo logró por un pelo y en el último minuto, sin duda un duro varapalo para una de las figuras más poderosas del régimen, que le resta mucho brillo político. Probablemente este cambio en la composición de la Asamblea, menor y silencioso, sea el que a largo plazo tenga consecuencias más profundas en el devenir de la República Islámica.