España habla bajito sobre el Sáhara
El Polisario quiere aprovechar el “chantaje marroquí” a la ONU para organizar el referédum de autodeterminación
Al Sáhara solo accede quien nosotros queremos y en su momento solo quisimos a los españoles”, dijo el saharaui Omar Maichan al profesor Alejandro García en Historias del Sáhara. El mejor y el peor de los mundos (Ed. Catarata, 2002). Pero los españoles abrieron la puerta a los marroquíes y se fueron. En un conflicto de baja intensidad como el del Sáhara Occidental, las crisis sirven al menos para que los medios de comunicación y algunos políticos recuerden que existe la colonia más antigua de África y que el proceso de autodeterminación de ese territorio está enterrado en el desierto.
Marruecos tiene estos días un doble enfrentamiento con la Unión Europea, por una sentencia de un tribunal, y con Naciones Unidas, tras haber expulsado a buena parte de su misión en la excolonia, la Minurso (Misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental). Pero no parece que vaya a haber un vuelco en el conflicto, al menos a corto plazo. No obstante, el Frente Polisario quiere sacar beneficio del actual clima de inestabilidad. “Tenemos que convertir este chantaje marroquí en una oportunidad para que se celebre el referéndum de autodeterminación”, ha declarado en Madrid Bachir Mustafa Sayed, ministro consejero de la Presidencia del Polisario y hermano del que fuera fundador de este movimiento y primer presidente saharaui, El Uali Mustafa Sayed, muerto en combate en Mauritania en 1976. Hasta el incidente entre Marruecos y la ONU, la misión “estaba paralizada”, dice Mustafa Sayed, y se tiene que reactivar “con un calendario que lleve al referéndum”. Entiende en todo caso que todo eso depende del Consejo de Seguridad de la ONU. Al mismo tiempo ha vuelto a poner sobre la mesa la posibilidad de retomar las armas, algo que pocos ven factible por mucho que lo repitan.
El mundo tiene otras prioridades antes que la de resolver un conflicto sin muertos ni petróleo
El Sáhara Occidental es una causa sagrada para Marruecos y para los saharauis. No parece que lo sea para la ONU ni para la antigua potencia colonial, España. Tampoco para los aliados directos del primero, como Francia, o los segundos, como Argelia. A pesar de la expansión en la región de grupos terroristas de la órbita de Al Qaeda, el mundo tiene otras prioridades antes que la de resolver un problema donde no hay desde hace décadas grandes movimientos de población, ni muertos, ni aparecen pozos petrolíferos que disputarse.
Pero el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, ha visitado por primera vez, en marzo de 2016, los campamentos de refugiados saharauis en el sur de Argelia y la porción de la excolonia bajo control de los independentistas del Frente Polisario, aproximadamente un tercio de los 266.000 km2. Es lo que denominan el Sáhara liberado frente al ocupado. Marruecos no ha querido que el secretario general pisara este país ni la parte del Sáhara Occidental que Rabat ocupa desde que España abandonó la zona en 1975, delimitada por un muro de cientos de kilómetros rodeado de minas y custodiado por militares marroquíes.
Marruecos se siente insultado
El término “ocupación” referido a la posición marroquí en la excolonia ha sido el detonante de esta última crisis. Fue pronunciado por Ban Ki-moon, desde luego no al azar, durante ese viaje histórico organizado con intención de desatascar el conflicto. Marruecos lo tomó como un insulto a lo que considera su integridad territorial. Y todo pese a que el 16 de octubre de 1975 el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya dejó claro que Rabat no tiene soberanía sobre el territorio y ningún país del mundo la reconoce.
El resultado es que el reino alauí, demostrando una vez más que ejerce de facto el poder sobre la mayoría del territorio en disputa, expulsó a más de 70 integrantes civiles de la misión de la ONU en el Sáhara, que cuenta con 230 efectivos. En otra medida, más folclórica pero muy mediática, el rey Mohamed VI ordenó a sus súbditos manifestarse contra el secretario general de la ONU. Fue el 13 de marzo en Rabat, en una de las mayores defensas públicas que se recuerdan de la marroquinidad del Sáhara.
El Consejo de Seguridad de la ONU, en el que ahora está España, se divide entre los que creen que Ban se excedió y los que no. “Las expulsiones ordenadas por Marruecos mantienen en situación de bloqueo a la Minurso”, reconoce bajo condición de anonimato un veterano integrante de la misión que en estos momentos se encuentra fuera del territorio por la crisis con Rabat. Y así lo explica el secretario general de la ONU en su informe anual, que ha discutido el Consejo de Seguridad esta semana. “La expulsión de la mayoría de los integrantes civiles de la Minurso ha alterado esencialmente de facto el mandato de la misión, lo que puede ser explotado por terroristas y radicales” y, además, pone en peligro el alto el fuego, afirma Ban. Por eso pide al Consejo de Seguridad que amplíe el mandato de la Minurso hasta el 30 de abril de 2017 y que esta pueda trabajar “sin las restricciones actuales”. De la misma forma, alerta sobre la situación humanitaria que atraviesan los refugiados saharauis, como ha podido comprobar en su viaje, y pide más atención y ayuda de la comunidad internacional.
En los 25 años que lleva la Minurso sobre el terreno, desde el alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos en 1991 hasta ahora, la misión no ha logrado el que era su principal objetivo: la organización de una consulta en la que los saharauis decidan su futuro. Es, además, la única misión de la ONU en el mundo que no recoge entre sus mandatos la vigilancia de los derechos humanos. Las acusaciones de abusos en este sentido se vierten sobre ambos bandos, Marruecos y el Frente Polisario, aunque el primero se niega a que esta parcela sea vigilada por la ONU, como reclaman los independentistas saharauis. “Los derechos humanos no tienen fronteras. Su vigilancia es necesaria de forma independiente e imparcial”, deja claro Ban en su informe. El secretario general sabe en todo caso que países como Francia tienen derecho a veto en el Consejo de Seguridad y seguirán frenando la ampliación del mandato de la Minurso.
“Para que no se enfade Rabat”
España, miembro no permanente del Consejo, es uno de los protagonistas de las discusiones estos días en Nueva York. Pero más que a esa ciudad estadounidense, el Gobierno de Madrid mira a Rabat. Con respecto al Sáhara, “España habla bajito para que no se enfade Marruecos”, señala Bachir Mustafa Sayed. La postura oficial española sigue siendo que es necesario lograr una solución acordada por las partes bajo el paraguas de la ONU. Un formalismo, aliñado con ayuda humanitaria a los saharauis, que apenas esconde su alineamiento con el reino alauí. “El PP y el PSOE prometen, pero una vez en el gobierno nunca han cumplido”, comenta el líder del Polisario. “Podemos e IU son consecuentes”, añade, mientras abre alguna rendija a la “esperanza” por la actual inestabilidad política.
La Minurso no ha logrado su objetivo: organizar una consulta en la que los saharauis decidan su futuro
Oficialmente, España sigue siendo el administrador de ese territorio pendiente de descolonizar y en proceso de autodeterminación, pero nunca, bajo ninguno de sus gobiernos tras la dictadura franquista, ha querido hacer frente a esa responsabilidad. El bloqueo a una solución en el Sáhara Occidental mantiene abierta la crisis entre Rabat y Argel, lastra a la Unión Africana (de la que Marruecos salió tras aceptar este organismo a los saharauis) y dificulta la lucha contra el terrorismo en una región en la que Al Qaeda y otros grupos se han extendido.
Pero el conflicto también afecta a las relaciones de la UE con Marruecos, especialmente desde que en diciembre de 2015 el Tribunal de Justicia europeo anuló un acuerdo bilateral agrícola y pesquero de 2012 porque pretendía considerar el territorio en disputa como de soberanía marroquí. Se apoya así la tesis de que el reino alauí explota de manera ilegal los recursos naturales de la excolonia, como los fosfatos y la pesca. Desde ese momento Rabat rompió relaciones con la UE, aunque no dio el paso para hacerlo oficial hasta febrero. Unos días después, con los ánimos ya encendidos, tuvo lugar el referido viaje del secretario general de la ONU.
Ban reconoce que la principal dificultad estriba en que Marruecos y el Frente Polisario parten de visiones diferentes. Marruecos considera el Sáhara como territorio propio y solo quiere hablar de un plan de autonomía, mientras que el Polisario se basa en que es un territorio pendiente de descolonizar que no se encuentra bajo soberanía de ningún Estado.
Más de lo mismo 25 años después de la llegada de la misión de la ONU y 41 de la salida de España del territorio. “De España tenemos el corazón, pero falta la decisión política”, se lamenta Mustafa Sayed, recogiendo el sentir de los saharauis.