El escenario de unas nuevas elecciones no es algo que le apetezca al Partido Popular en general ni a Mariano Rajoy en particular. Aunque la mayoría de los expertos sugiere que mejorarían su resultado porque la experiencia del pluripartidismo parece ir acompañada por una dificultad congénita para pactar, no les agrada la imagen de inestabilidad que supondría convocar unos nuevos comicios ni la posibilidad de que Podemos tomara tanto impulso que quedara como segunda fuerza más votada. Rajoy, aun repitiendo como candidato, quedaría en una situación comprometida si se demuestra que no es capaz de entenderse con otros partidos.
Tampoco se descarta, no obstante, que después de que fracasen varios intentos de investidura en el seno del PP se planteen la posibilidad de sustituir a Rajoy por otra persona y tantear si tiene más posibilidades de ser investida. De momento, los populares quieren aparentar voluntad de diálogo, aunque todavía no se hayan producido contactos relevantes, y poner el foco en un PSOE dividido al que no descartan para alcanzar un acuerdo de investidura.
Albert Rivera despejó desde el principio la posición de Ciudadanos, que no impedirá la investidura de Rajoy en aras de no provocar un bloqueo parlamentario que consideran peligroso para el país. Su postura echa un capote a la del PP, que se ha lanzado en las últimas fechas a instar a los socialistas a alcanzar un acuerdo de Estado entre aquellos que comparten la “defensa de la Constitución y la igualdad de todos los españoles”, en palabras de Rafael
El PP teme que Rajoy quede en una situación comprometida si no es capaz de entenderse con otros partidos
Hernando, portavoz en funciones del Grupo Parlamentario Popular. Otros miembros del partido como los ministros Jorge Fernández Díaz y José Manuel García-Margallo, Andrea Levy o el propio Rajoy han insistido en esta línea, que apela a dos tesis fundamentales: que no alcanzar un acuerdo generaría inestabilidad y pondría en riesgo la recuperación económica y que hay que demostrar unidad frente al independentismo y la voluntad de Podemos de convocar un referéndum en Cataluña. Este último argumento tiene sus propios defensores en el PSOE, entre ellos algunos de los principales barones territoriales del partido, liderados por Susana Díaz.
Rajoy propuso antes de fin de año “un gobierno de amplio espectro” con el PSOE y Ciudadanos para dar “estabilidad al país y garantizar la unidad de España”. El presidente en funciones quiere un acuerdo firme que reduzca el riesgo de agotar antes de tiempo la legislatura, pero hasta el momento ni encuentra disposición alguna a tal pacto en Rivera o Pedro Sánchez ni muestra flexibilidad en su plan de gobierno de cara a incluir o acordar medidas que los otros dos partidos consideran imprescindibles. Se centra en destacar su voluntad de diálogo.
Apoyo sin programa
Los populares saben que el PSOE rechazará los primeros intentos de investidura de Rajoy, pero aún albergan esperanzas de cara a votaciones posteriores, aunque no se llegue al deseado gobierno de tres. Los puntos en común parecen claros: Cataluña y lucha contra el terrorismo yihadista, pero se antoja complicado llegar a un entendimiento en cuestiones que han sido centrales en la campaña de Sánchez. El candidato socialista defendió la necesidad de echar al PP del gobierno y apeló al voto de izquierdas al prometer, por ejemplo, derogar la reforma laboral de los populares. Esa derogación y otras propuestas de política social son el escollo más relevante para un posible pacto, y sin embargo nadie en el PP parece dispuesto a hablar de esos temas, que chocan frontalmente con la línea de reformas que querrían seguir llevando a cabo. Argumentan además que Sánchez también se cerró en banda en la única reunión que ha tenido con Rajoy hasta el momento.
La única negociación que actualmente se está produciendo, al menos de cara al público, es la de los puestos en la Mesa del Congreso. Rafael Hernando declaró el pasado lunes, tras la reunión con los representantes de Ciudadanos, que veía “empatía” en la formación naranja. La intención del partido de Rivera, sin embargo, coincide con la de los socialistas (entre ambas fuerzas suman 130 escaños frente a los 122 de PP) y es nombrar presidente del Congreso a
Los populares no han emprendido todavía contactos relevantes para intentar una mayoría de gobierno
alguien que no represente al partido más votado, presumiblemente del PSOE. Los populares no están dispuestos, de momento, a esta primera concesión, lo cual pone en entredicho su supuesta capacidad de diálogo. Ningún otro partido con representación en el Congreso se ha cerrado a la idea de que presida la institución alguien que no sea del PP, a falta de que se pongan nombres concretos sobre la mesa.
El liderazgo de Rajoy en el PP se mantiene, por ahora, sin demasiadas dificultades. El presidente en funciones ha tratado de transmitir tranquilidad y pocas prisas, y ha sofocado las turbulencias provocadas por José María Aznar, que pedía un “congreso abierto” del partido para renovar la dirección. Rajoy esperará a que se resuelva la incertidumbre poselectoral para convocar ese cónclave, y ha sido contundente al proclamar que repetiría como candidato del PP a la presidencia del Gobierno en caso de que se repitan los comicios. Una situación de aparente calma que contrasta con la división interna del PSOE que sería beneficiosa para el PP si hubiese otras elecciones. Allí los críticos no han querido dar margen a Pedro Sánchez para dialogar con otras fuerzas y airean sus desavenencias en lo que ha sido calificado por Patxi López, secretario de acción política, como un “espectáculo lamentable”. El PP no parece tener esas fracturas, aunque pueden aparecer si Rajoy no logra la investidura.