Las profecías del caos que desataría el Brexit se están cumpliendo por encima de todos los cálculos. “Anarchy in the UK” era la portada esta semana del siempre ponderado The Economist. Gran Bretaña aparece sumida en una confusión política que ya ha descabezado al partido tory y al UKIP mientras el líder laborista intenta resistir contra toda esperanza. La libra está en mínimos, el intento del canciller George Osborne de hacerle dumping fiscal a la UE y las medidas del Banco de Inglaterra son propias de un país desesperado que ha elegido lo peor sin necesidad alguna. En cuanto a las negociaciones entre Londres y Bruselas, van del vodevil a la venganza pasando por la desvergüenza de pretender que todo les es debido. La frivolidad del referéndum instado por David Cameron es grotesca. Del Brexit seguimos sin saber ni el para qué ni el por dónde.
El sacrificio va a ser desproporcionado, pero convendría orientarlo de manera que fortaleciera al proyecto europeo y se evitara que la Unión siguiera deshilachándose en medio de su deficiente organización institucional y falta de liderazgo. Habría que explorar la posibilidad de que la UE, sin otra cosa que Angela Merkel y François Hollande al frente, viera la ocasión de transformar un fracaso en oportunidad. Los comprometidos con el proyecto de la UE debieran profundizar en la integración y avanzar en temas pendientes desde hace años o décadas. Esa actitud tendría implicaciones, además de en el plano económico y político, en el de la seguridad del continente. En estos días, la OTAN tiene cumbre en Varsovia —donde rige un Gobierno ambivalente con el proyecto de una Europa unida—, el presidente estadounidense Barack Obama visita España —un aliado que se hizo respetar para acabar adoptando ademanes de súbdito— y la salida de Gran Bretaña de la Unión debilita las estrategias de seguridad europea con mengua de la preponderancia estadounidense. Es por ello que la decisión de Federica Mogherini, la alta representante para la Política Exterior y de Seguridad de la UE, de buscar un perfil propio en este plano, más allá de que muchos de los países miembros sean también aliados en la OTAN, es una buena noticia. La Unión ha pasado demasiado tiempo sin una agenda clara en materia de seguridad. Amenazas como la de la Rusia de Putin a los países centroeuropeos y la planteada por el terrorismo yihadista en la frontera sur obligan.