Tenemos un nuevo gobierno.
En la composición del nuevo gobierno hay muchos ministros brillantes.
Uno de nuestros ministros habla en inglés.
Nuestro nuevo gobierno se ha puesto a trabajar enérgicamente.
Por desgracia, no es lo suficientemente decidido cuando aún sigue habiendo
tantos liberales incorregibles; en algunas ciudades incluso son más numerosos
que las familias católicas tradicionales.
¿Qué más podría hacer nuestro gobierno?
No puede guiarse por consideraciones sentimentales
que son típicas de los políticos de Occidente.
Deberían fusilar por la noche a algunos directores
de cine, sin descartar a las mujeres.
A todos los profesores de Derecho Constitucional
los deberían encerrar a cadena perpetua.
A los poetas pueden dejarlos tranquilos,
a fin de cuentas, tampoco los lee nadie.
Son necesarios campos de aislamiento, pero no muy severos
para no contrariar demasiado a la ONU.
Deberían enviar a casi todos los periodistas
a Madagascar.
Entre tanto, a Hungría hay que cogerla delicadamente con unas pinzas
y desplazarla en el mapa, entre Polonia y Alemania.
Y después, cuando la reacción de la masonería internacional
ya haya menguado, sin que se note, poner a Alemania
entre España y Portugal.
Este gobierno ahora no debería tener ningún escrúpulo.
Tiene una oportunidad histórica.
Sería un pecado no aprovecharla.