Nueva (y vieja) guerra fría
Rusia recupera la retórica del enfrentamiento bipolar para ahondar en la división europea
Han transcurrido cuatro meses desde el inicio de los bombardeos rusos en Siria y dos años desde la anexión rusa de Crimea. Entretanto, los países occidentales y los miembros de la OTAN se enfrentan de forma recurrente a tensos incidentes militares con Moscú. Por ejemplo, la movilización de hasta 200 soldados de la Marina sueca que en el otoño de 2014 trataron de dar con el supuesto submarino nuclear ruso que había estado navegando en aguas del país escandinavo. Más reciente es la violación del espacio aéreo turco que acabó a finales del año pasado con la muerte de uno de los dos pilotos del caza ruso, derribado por el Ejército de Turquía no lejos de la frontera con Siria.
Tensar el ambiente en Europa
“Todo esto es muy peligroso”, señala Judy Dempsey, investigadora del Carnegie Europe, un centro de estudios dedicado a Europa con sede en Bruselas. Tanto es así que el secretario general de la Alianza Atlántica, el noruego Jens Stoltenberg, también contribuyó a tensar el ambiente en Múnich acusando a Rusia de “desestabilizar el esquema de seguridad europeo”.
En este contexto se está produciendo la llegada a países del este de Europa de refuerzos con material militar pesado procedente de Estados Unidos. Los países bálticos, Polonia, Bulgaria, Rumanía o República Checa son algunos de los destinatarios de estos medios militares estadounidenses gracias a un despliegue cuyo valor podría alcanzar el próximo año los 3.000 millones de euros.
Con todo, “no podemos hablar de guerra fría, porque la vieja guerra fría estaba basada en la división de Europa, y esa realidad ya no es tal”, constata Dempsey. “La retórica de la nueva guerra fría da la impresión de que estamos de vuelta a los viejos tiempos de la Unión Soviética, pero los rusos ya no son un bloque dominante”, apunta Böhnke. “Para que haya una guerra fría hacen falta dos superpotencias, pero ahora tenemos un mundo con diversos actores que no se pueden obviar: China, Arabia Saudí, Irán o la UE”, agrega.
Christian Wipperfürth, experto en el mundo ruso del Consejo Alemán de Relaciones Exteriores, señala por su parte que “Occidente es incomparablemente más fuerte que Rusia en término económicos y militares, y también desde el punto de vista de la atracción ideológica que pueda generar en terceros”. Sin embargo, según Wipperfürth, “al mundo occidental le cuesta entender” el país del presidente Vladimir Putin. Prueba de ello es que existan dos lecturas predominantes del comportamiento internacional ruso. Por un lado, la acción exterior de Moscú puede verse como un comportamiento agresivo que busca la expansión de la influencia rusa. Pero también puede interpretarse como la hostilidad de un actor que busca defenderse. Porque, de acuerdo con la idea que avanzara el teórico alemán de la guerra Carl von Clausewitz (1780-1831), el ataque es la mejor defensa.
“Medvédev habló de guerra fría para perturbar a su audiencia europea en Múnich, especialmente a franceses y alemanes porque rehuyen esa idea”, subraya Dempsey. El primer ministro francés, Manuel Valls, dijo en la Conferencia de Seguridad de Múnich que “Francia respeta a Rusia y sus intereses”. No obstante, en el este europeo las palabras de Medvédev son susceptibles de generar una mayor perturbación, pues Rusia en esa región es percibida como un conspicuo agresor potencial.
Así, la recuperación de la retórica de la guerra fría por parte de Medvédev también aspira a profundizar la división de mentalidades respecto a Rusia que hay en una Unión Europea muy afectada estos días por su falta de soluciones frente a la crisis de los refugiados. Además, en esta nueva “guerra fría” Moscú se ha erigido como un actor indispensable para resolver el puzle estratégico que representa el conflicto sirio. “Rusia ya no está tan aislada como cuando ocurrió la crisis en Ucrania y la Unión Europea es ahora más débil”, previene Dempsey.