La UE busca su futuro en la cumbre de Bratislava
Los 27 debaten sobre inmigración, Brexit, refugiados y la creación de un fondo de defensa para enfrentar las amenazas terroristas
“La única forma de tener éxito en Bratislava es ser honestos, sin apartar los temas más complicados o controvertidos”, señaló el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, a principios de septiembre. Pero es difícil encontrar soluciones entre 27 socios porque tienen visiones contrapuestas. Prueba de ello es el asunto de los refugiados, una de las crisis que más ha debilitado
a la UE en los últimos tiempos. El acuerdo para repartir a 160.000 refugiados desde Grecia e Italia apenas funciona. Quedan nueve meses para que finalice el reparto y solo se ha acogido a 4.513 personas, un 3% del total. Los países del Este se han opuesto desde el principio, lo perciben como una política impuesta por Bruselas y Berlín. No obstante, los países intentarán dar una imagen de unidad en la capital eslovaca, con medidas menos controvertidas y que generan más consenso como agilizar la expulsión de inmigrantes irregulares que no tienen derecho a asilo e intentar evitar el auge de la extrema derecha en países Francia, Alemania o Austria. No es casual que la crisis de los refugiados cope la mayor parte de las conversaciones entre los mandatarios. “Comparto con muchos socios que la cuestión central sigue siendo la migración irregular”, admitió Tusk. En los encuentros liderados por Merkel, esta se ha centrado en limar asperezas por la acogida de refugiados, su mayor preocupación. La canciller ha visitado hasta 18 capitales y ha vuelto a toparse con la oposición liderada por el Grupo de Visegrado —Polonia, República Checa, Hungría y Eslovaquia—, además de los países de la ruta de los Balcanes: Bulgaria, Eslovenia y Croacia.Es la segunda cumbre sin Reino Unido: hablarán del camino que deben tomar los Veintisiete tras el Brexit
A todos ellos quiso convencer de la necesidad de que acepten su cuota de refugiados. Pero los de Visegrado cierra filas: Hungría ha convocado un reférendum el 2 de octubre para preguntar a los ciudadanos sobre la cuestión, y Eslovaquia ha recurrido ante la justicia europea.
Mientras, la política de puertas abiertas ya está pasando factura a Merkel. Así se ha demostrado en las últimas elecciones regionales de Mecklemburgo-Pomerania Occidental, donde la ultraderecha ha ganado al partido de Merkel, la CDU, gracias a su discurso antiinmigración. La canciller quiere tener de su lado a los países del Este antes de las elecciones federales de 2017 en Alemania —aunque sigue siendo una incógnita si se presentará como candidata— y promocionar el reparto de refugiados. Así, podría demostrar ante su electorado que no solo Alemania acoge a inmigrantes. Pero el electorado de los países del Este también es reacio a acogerlos. Y ese no es el único frente. Merkel mira también hacia Turquía y sus amenazas tras el controvertido acuerdo sobre refugiados. Antes de su firma, Ankara permitía que miles de embarcaciones salieran cada día desde sus costas hacia Grecia. Finalmente pactó con Bruselas que recibiría 3.000 millones de euros en dos años —que se podrían duplicar en caso necesario— a cambio de controlar el flujo. Bruselas se comprometía a agilizar la liberalización de visados para los turcos, prevista para octubre. Sin embargo, Ankara aún debe cumplir cinco criterios, uno de ellos modificar la ley antiterrorista.
El fallido golpe de Estado en Turquía el pasado 15 de julio ha agudizado las políticas autoritarias del presidente Recep Tayyip Erdogan, que se niega a hacer cambio alguno. De equiparar la legislación a la europea, como le pide la Comisión, difícilmente podría mantener encarceladas a miles de personas por, supuestamente, haber participado en la asonada. Erdogan ya ha amenazado con que si finalmente la liberalización de visados no se cumple en otoño, dinamitará el acuerdo sobre los refugiados. No obstante, en la última reunión que el presidente turco mantuvo con Merkel, Tusk y el presidente del Ejecutivo comunitario, Jean-Claude Juncker, durante la cumbre del G20 en China, acercaron posturas y mostraron su disposición a seguir manteniéndolo. “Interesa a ambas partes”, defienden fuentes europeas. Turquía también es clave en la seguridad del continente. Frente a la ola de atentados en el último año en territorio europeo, Ankara es un aliado estratégico en la lucha contra Dáesh.
Con capacidades militares
La seguridad es uno de los puntos en común con Ankara, pero también entre los estados miembros, que necesitan reforzar las fronteras exteriores de la UE con la creación de un cuerpo que tiene previsto sustituir a la actual agencia Frontex y, especialmente, incrementar la lucha contra la amenaza terrorista. Esta es también una de las prioridades del Gobierno francés. En un intento de renovar el renqueante eje francoalemán, el presidente galo pondrá sobre la mesa, con el apoyo de Merkel, una propuesta histórica pero arriesgada: dotar a la UE de “capacidades militares” con la creación de un fondo de seguridad y defensa en el que los países puedan cooperar de forma permanente. Una suerte de ejército europeo para hacer frente a las amenazas del terrorismo yihadista, que pueda desplazarse a cualquier frente en cuestión de días.
París propone crear un ejército europeo, pero para muchos no es el momento porque supone más integración
De momento el plan es incipiente, pero París quiere reforzar ahora la propuesta, ya que siempre ha sido Londres quien ha impedido la creación de una fuerza militar europea. Se espera que se discuta para ponerlo en marcha a largo plazo, pero en un momento en que muchos países piden más soberanía, como Hungría quiere proponer en esta cumbre, puede provocar rechazo. La creación de un futuro ejército es algo que París siempre ha acariciado, pero ello significaría más integración y la mayoría de las capitales cree que es momento de dejar pasar el impacto del Brexit y hablar de integración más adelante. No obstante, fuentes del Gobierno alemán insisten en que es un buen proyecto.
Así, la UE se enfrenta a un escenario desconocido. Es cierto que ha sufrido muchas otras crisis: antes de la siempre recordada era Delors, en la década de los 70 y tras 20 años de construcción, la entonces Comunidad Europea también estaba agarrotada —fue un periodo conocido como euroesclerosis—, sin rumbo ni proyectos, a medio camino entre ser solo una unión económica o también política. También se vivió otro momento de incertidumbre antes de la ratificación del Tratado de Maastricht en 1992, o cuando se rechazó la controvertida Constitución europea en 2005, guardada después en un cajón del que nadie ha querido sacarla. En todos los casos siempre se buscó y se encontró una solución.