21/11/2024
Análisis

Kosovo estalla contra la élite en el poder

Las tensiones y frustraciones afloran 17 años después de los bombardeos de la OTAN que acabaron con la guerra con Serbia

Valerie Hopkins - 15/04/2016 - Número 29
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El viernes 8 de abril, Kosovo inauguró la cuarta presidencia en su corta historia como Estado independiente. Hashim Thaci, que ha servido como primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, ha cogido el timón del Estado más joven de Europa en un momento de profunda insatisfacción y división políticas. 

En el instante en que Thaci se preparaba para hablar ante 1.000 asistentes en la inauguración de su presidencia, incluyendo a la presidenta croata Kolinda Grabar-Kitarovic, al primer ministro albanés Edi Rama y a diplomáticos varios, los manifestantes de la oposición lanzaron gases lacrimógenos a la multitud.

Su inauguración se organizó al día siguiente de jurar el cargo, boicoteada por la oposición parlamentaria y arruinada por los manifestantes que lanzaron piedras contra el Parlamento, rompiendo una ventana. La oposición nacionalista protesta contra un acuerdo entre la UE y Serbia que le daría a los serbios de Kosovo (aproximadamente el 5% de los 1,8 millones de habitantes) más autonomía. Un trato que el nuevo presidente ha prometido ratificar y que forma parte del proceso de normalización de relaciones que la Unión Europea ha impuesto a Serbia y Kosovo como condición para ir acercándose al club comunitario.

También protestan contra lo que consideran una captura del Estado. “Siempre nos opondremos, como hicimos hoy”, aseguró en un comunicado el principal partido de la oposición, conocido como Vetevendosje o movimiento de autodeterminación. Thaci, por su parte, dice ser el “guardián de la Constitución”.

“Thaci nos ha robado el pan y la oposición, algo más importante: la esperanza”, se queja un periodista local

Diecisiete años después de la campaña de bombardeos de la OTAN que acabó con la guerra entre Kosovo y Serbia, las tensiones y las frustraciones estallan, y el objetivo es la élite que ha controlado el poder durante los últimos 15 años. Una tendencia en toda la región. Thaci empezó su vida política como líder de la guerrilla Ejército de Liberación de Kosovo en los años 90, y fue primer ministro cuando el país declaró su independencia de Serbia en febrero de 2008. Aunque estuvo implicado en un informe de 2011 del Consejo de Europa que afirmaba que formó parte de una red de tráfico de órganos y drogas —acusaciones que él niega—, Thaci ha demostrado ser un buen socio de los diplomáticos occidentales, con un tremendo poder en Kosovo.

De hecho, fue clave en conseguir los votos necesarios para formar una corte especial que juzgaría los crímenes de guerra y en apostar por el diálogo político entre Kosovo y Serbia con la UE desde 2011. “No hay otra alternativa que el diálogo”, dijo Thaci en su discurso
inaugural. “Cultivaremos buenas relaciones como vecinos.” Thaci tiene mucho con lo que lidiar. Además de la formación del llamado “tribunal especial” y del impopular diálogo, Kosovo atraviesa un periodo de apatía. Ocho años después de la independencia, unos 110 países lo reconocen, pero solo dos se han sumado en los últimos años. Como ministro de Asuntos Exteriores, encabezó la fracasada campaña para unirse a la UNESCO, la primera derrota significativa en la lucha por el reconocimiento internacional de Kosovo.

Un sueño lejano

El acontecimiento más positivo fue la firma del llamado Acuerdo de Estabilización y Asociación con la UE en octubre, el último de sus vecinos en hacerlo. Aun así, con cinco estados miembros de la UE que se niegan a reconocer a Kosovo —entre ellos España—, la entrada en la Unión parece un sueño lejano. Todo esto enfada a los ciudadanos y Pristina ha visto algunas de las protestas más numerosas desde la declaración de independencia en 2008, con cientos de miles de personas en las calles. La gente ha apoyado a la oposión, liderada por el movimiento de autodeterminación, lanzando gas lacrimógeno en cada sesión de la Asamblea kosovar (Parlamento).

La oposición se ha fracturado tras la elección de Thaci, creando todavía más frustración. “Thaci nos ha robado el pan, pero la oposición nos ha quitado algo más importante: la esperanza”, se queja un periodista local.

Los acuerdos entre Kosovo y Serbia habían traído algunas mejoras para facilitar los viajes y el comercio. Serbia es todavía el socio comercial más importante de Kosovo, de modo que los acuerdos de aduanas, transporte por carretera y demás han contribuido a mejorar las relaciones entre ambos países. Ciudadanos de Kosovo pueden viajar ahora a Serbia con sus carnets de identidad (no pasaportes) y el año pasado acordaron reconocer mutuamente los seguros de cada uno de los dos estados. La iniciativa de abril de 2013 con la UE prevé que las cuatro municipalidades de mayoría serbia en el norte de Kosovo bajo la administración de Pristina puedan crear una asociación de municipios que tendrá cierta autonomía. Algo que los nacionalistas rechazan porque, según ellos, significaría crear “una pequeña Serbia” dentro del territorio kosovar.

La mayoría de la población local todavía quiere seguir perteneciendo a Serbia. Y hay un exceso de gobierno: en esta zona del norte operan ambos sistemas, el de Belgrado y el de Pristina. Pero la frontera de facto continúa estando en el famoso puente de la ciudad norteña de Mitrovica, y es raro que los ciudadanos de origen serbio de Mitrovica crucen al sur mayoritariamente albanés.

Para ciudadanos de terceros países es casi imposible viajar desde Kosovo a Serbia sin haber obtenido previamente un sello de las autoridades serbias. Un amigo, ciudadano de la UE, se queja de que esta es la única parte de Europa inaccesible para él por las pesadas reglas. Los kosovares también están bloqueados en Europa: son los únicos al oeste de Bielorrusia que necesitan visado para viajar por la UE. Durante los días de diario hay largas colas frente a las embajadas de cada país de la Unión en las que los kosovares esperan pacientemente, intentando conseguir los documentos que necesitan para visitar a un familiar o continuar sus estudios.

España, uno de los cinco países de la UE que no reconoce a Kosovo junto a Grecia, Rumanía, Eslovaquia y Chipre, tiene una postura muy dura desde la declaración de independencia, haciendo difícil para los kosovares visitar España porque sus documentos de identidad no son reconocidos.

Auge del nacionalismo

A pesar de la pobreza y el cargado ambiente político actual, Kosovo hace progresos cada año. Y eso que el no reconocimento de países como España impide que sus ciudadanos estén protegidos ante el Consejo Europeo de Derechos Humanos, acceder a las ayudas de la Unesco, viajar o estudiar como el resto de los residentes en el continente. La mayoría de los kosovares son muy pro-Europa y pro-UE y están desesperados por unirse al club. Observan con ansiedad lo que ocurre con el Brexit o el referéndum en Holanda sobre Ucrania, esperando que llegue el momento en que puedan finalmente unirse. Kosovo y sus vecinos de los Balcanes —Bosnia, Serbia y Macedonia— reciben cada vez más atención por el auge del nacionalismo, la persistente corrupción y la pequeña pero existente amenaza del terrorismo islamista, ya que varios cientos de kosovares se han unido a Dáesh en Siria.

Pero sin la posibilidad real de ser miembro de la UE y de que la UE demuestre que la ampliación va en serio, las cosas podrían ponerse peor. En Serbia, los nacionalistas radicales dirigidos por Vojislav Šešelj están listos para entrar en el Parlamento, y seis partidos pro-rusos se presentarán a las elecciones del 24 de abril, un hecho sin precedentes. La continua frustración en Kosovo y el auge del nacionalismo en Serbia complicarán los intentos de la UE de “normalizar” la región. Ahora es el momento en que la UE necesita reafirmar su compromiso con la ampliación, y que los países que no reconocen a Kosovo apoyen el progreso en la región.