Eclécticas fábulas cósmicas
El arca de Noé, de Yordán Radíchkov, es una reflexión sobre el paso del tiempo
En El arca de Noé la barca en la que el patriarca bíblico salvó a todas las especies sirve como metáfora contenedora de una serie de ficciones que, con un registro impermeable a los géneros y a las tradiciones, nada entre las reflexiones sobre la futilidad del paso del tiempo, las hipérboles y la condición humana. La historia oficial se mezcla con el folclore de los orígenes de Bulgaria.
Sin embargo, todo sucede con un eclecticismo asilvestrado y bastante cáustico. Por ejemplo, la visión de un cadáver en el agua —“el ahogado cósmico”— desde cubierta detona en el narrador una intuición sobre la insignificancia de la vida, del arte y de la obra literaria: “La aparición que se alejaba por el río me sugería que debía recopilar con diligencia todas las cosas desperdigadas y trasladarlas a la bodega. Pero ¿acaso no era precisamente lo que llevaba haciendo desde aquel mismo momento: fabricar y ensamblar arcas de Noé? Toda mi vida construyendo arcas, mas a ninguna pude brindarle botadura”. Las diferentes secciones del arca también representan las partes del cuerpo del narrador, como precisamente la bodega, que ilustra el lugar donde se “guardan” el alma, el corazón y, también, las más inconfesables pasiones.
Escatología y burla al poder
Cigüeñas, jabalíes, cornejas, raposas, lobos y hasta cucarachas son los protagonistas o el objeto de la mirada del narrador de las historias que se acumulan en el arca. Lo sugestivo de la apropiación que hace Radíchkov de estos arquetipos de la tradición oral es mezclarlos en un imaginario visual de un vital eclecticismo que no le sirve al autor para aleccionar con moralejas, sino para formular sostenidas interpelaciones acerca de los gobiernos y los orígenes míticos de su país. A un panadero se le cuelan por error unas cucarachas dentro de unos bollos. “Su Excelencia, el Alcalde” las confunde con uvas pasas y hará que el producto se popularice. Esa escatológica anécdota tiene continuación en que esos insectos son las testigos incólumes del paso del tiempo en un inesperado giro metafísico: “Pero este insecto tiene la certeza de que tarde o temprano llegará el día en que moriré sin haber podido terminarme el pan, porque en esta vida casi todos morimos sin habernos acabado el pan… Entonces ella emergerá de su angosto y oscuro escondrijo junto con las demás cucarachas para dar buena cuenta de los restos de mi pan y continuará navegando por el tiempo a bordo de mi arca, sumida en un silencio sepulcral. Como puede comprobarse, aun siendo un ser inferior, goza de gran vitalidad, y mucho me temo que nos sobreviva a todos”.
Hipnóticas visiones
El imaginario visual de Radíchkov se condensa en hipnóticas visiones y viajes astrales en los que el cuerpo se separa del alma, pero con un estilo tan personal que lleva el relato místico a la escatología. Por ejemplo, el narrador se identifica con una cigüeña con el ala rota a la que contempla durante la migración de su bandada, sumergiéndose en una hipnótica y algo inquietante visión cósmica: “La cigüeña no era la única que observaba la marcha de la colonia. También yo la miraba y escuchaba su poderoso rugido sobre mi cabeza. El abismo celeste me atraía”.
Según la escritora boliviana Giovanna Rivero (Para comerte mejor, 2015), “las fábulas son dramas pequeños y de finales nítidos donde los animales toman decisiones absolutas que permiten a los niños soportar la masa descomunal del tiempo”. Y algo de eso hay aquí. Lo que se acumula en los recovecos de la cabeza del incansable narrador de El arca de Noé es una reflexión sobre el inexorable paso del tiempo. Estas eclécticas fábulas cósmicas animan a esperar sin impermeable el eterno retorno de un diluvio que empape del singular sincretismo en el que las sólidas convicciones occidentales acerca del tiempo, el espacio, la vida y la muerte, los mitos, la religión, la historia y el poder naufragan en las inagotables fuentes literarias de Europa Oriental.
Yordán Radíchkov Traducción de V. Leftérova y E. Gil-Delgado
Automática editorial,
Madrid, 2016,
302 págs.