Feltrinelli. El editor que transformó la historia
Anagrama recupera la biografía del editor italiano que su hijo escribió en secreto durante siete años
El editor italiano empezó por cambiar las normas de su oficio. Sacó al mundo editorial italiano del provincianismo en el que llevaba décadas encerrado al crear una editorial moderna y eficaz, que marcó tendencia en Italia y en el extranjero: en el momento culminante de su carrera, colegas de los cinco continentes miraban hacia sus oficinas en Milán para buscarle el pulso a la literatura. Apostó tanto por viejas fórmulas como por las vanguardias más rompedoras; se interesó con pasión por el boom latinoamericano, al que dio espaldarazo definitivo al publicar a sus principales autores; dignificó el libro de bolsillo y preparó magníficas ediciones de ensayos que aportaron claves de interpretación del comportamiento humano. Concibió su trabajo como una toma de decisiones constantes. Feltrinelli fue un hombre de acción que no se amilanó ante amenazas ni presiones.
Tuvo poderosos enemigos: los servicios secretos de su propio país, y la CIA más injerente de la historia, lo pusieron en el punto de mira cuando saltó de la teoría marxista a la práctica. Los soviéticos no perdonaron la humillación histórica a la que les sometió al publicar Doctor Zhivago. Sus camaradas del PCI comenzaron a recelar de él en cuanto denunció su tibieza y su aquiescencia política con el sistema. “Feltrinelli tuvo negocios con la política y a la vez fue un negocio para la política”, asegura su hijo Carlo en Senior Service. Biografía de un editor, libro de 1999 pero publicado dos años después por Tusquets, tras haber aparecido en inglés, francés y alemán, y que recupera ahora Anagrama con alguna actualización (siempre en forma de notas a pie de página) en el catálogo de su Biblioteca de la Memoria, una colección que recoge las vidas de Jules Verne, Lewis Carroll, Sigmund Freud, Friedrich Engels o Salvador Dalí, entre otros.
La búsqueda del padre
Carlo Fitzgerald Feltrinelli (1962) busca a su padre y lo encuentra en las páginas de esta biografía, único libro que ha escrito y escribirá. Senior Service es una catarsis: Feltrinelli hijo necesitó siete años de secretos y misterios (no le comunicó a nadie la decisión de escribirlo ni de publicarlo) para adoptar la distacia y objetividad requeridas. El editor vuelve a sonreír a cámara, elegante, inquieto y comprometido, y con él regresa un mundo que soñó con rebelarse ante las injusticias y que perdió la batalla contra el destino. Muchos de los personajes mencionados pertecen a la esfera más íntima, y enrevesada, de la política italiana, un lodazal sin margen para el romanticismo.
Sacó al mundo editorial italiano del provincianismo en el que llevaba décadas encerrado
Feltrinelli hijo no puede evitar la ortodoxia cronológica en una biografía que ni es complaciente ni severa: tan solo pretende contar los hechos como fueron. Para entender al hombre, sostiene, hay que confrontarlo con su circunstancia. Por eso tira de genealogía: en los albores de su libro habla del patriarca del clan, el creador de la fortuna a base de explotar recursos madereros, y de su heredero, Carlo, abuelo y padre de los dos protagonistas de Senior Service. De carácter taciturno y gran ojo para los negocios, Carlo padre multiplicó y diversificó la fortuna familiar hasta codearse con la selecta élite milanesa. Educado en valores germánicos por una madre austriaca, fue un jefe con corazón y un empresario voraz. Ejerció importantes cargos durante el fascismo, pero a su vez fue una de sus víctimas: no pudo sobreponerse a la ley de octubre de 1934 con la que el régimen pretendía aclarar las finanzas de todos sus ciudadanos en el extranjero. Uno de sus hermanos y su madre tuvieron cuentas opacas. Las presiones ejercidas por los vasallos de Mussolini le sometieron a tal estado de tensión que falleció prematuramente a los 54 años. Su viuda Giannalisa, 23 años más joven, se convirtió en la mujer más rica de Italia. La hija menor, exiliada en Francia para escapar de las fauces de su madre, refiere en Senior Service cómo transcurrió su privilegiada y solitaria infancia en una de las fincas de la familia: “Nos dejaban completamente abandonados a nosotros mismos, pero vivíamos como secuestrados, sin salir nunca de casa, sin poder conocer nunca a nadie”.
Hasta 1955, Giangiacomo Feltrinelli ejerció las funciones connaturales a su apellido, aprendiendo sobre gestión empresarial. A partir de ese año, sus intereses viraron hacia el mundo editorial, como consecuencia lógica de sus escarceos comunistas. Afiliado al PCI desde 1945, y siempre simpatizante (su vinculación acabó en 1957), puso su fortuna al servicio de un sueño: creó una refinada y selecta Biblioteca de Estudios Marxistas que nutrió con ejemplares procedentes de todo el mundo. Hoy, la Biblioteca Feltrinelli es un centro de estudios sobre Europa del Este y la globalización, pero en su día fue lugar de peregrinaje, acogida y reunión de comunistas de cualquier latitud. Como titular de la biblioteca, Feltrinelli ejerció de intermediario entre distintas órbitas comunistas y de cazador de libros. La red de contactos que nutrió y desarrolló permitió poner en marcha la editorial que sigue llevando su nombre.
Una editorial moderna
La editorial Feltrinelli se aprovechó de una coyuntura propicia: Italia acababa de internarse en una senda de grandes cambios. Como apunta Carlo Feltrinelli en un acertado análisis, la larga posguerra italiana fue “un perenne posfascismo que oscila entre la reconstrucción y el estancamiento, las reconquistas y las conquistas”. El Estado sufría de debilitamiento crónico, tutelado muy de cerca por Estados Unidos, y estaba afectado por los ramalazos autoritarios de una Democracia Cristiana que, por acción y omisión, fue la artífice de la llamada “estrategia de la tensión”: es decir, de una campaña de desestabilización para impedir que el PCI, uno de los partidos comunistas más fuertes de la Europa Occidental, si no el que más, alcanzara el poder pero mantuviera a la vez su influencia. La maquiavélica situación política se podía resumir en la famosa divisa de El Gatopardo, el segundo gran éxito editorial de Feltrinelli: “Cambiarlo todo para que las cosas permanezcan igual”.
En ese contexto nació una editorial que se subió inmediatamente al carro de la modernidad. Era la recién llegada a un panorama presidido por grandes nombres que buscaban lavar su pasado fascista: la reconstrucción italiana empezó por intentar recuperar la iniciativa moral perdida durante la dictadura. Mondadori quería hacer olvidar que fue la casa de las obras completas de Gabriele D’Annunzio y de la biografía del Duce y creó los Oscar Mondadori, volúmenes poco manejables pero de calidad indiscutible, saturó las librerías con gialli, novelas policíacas de lomos amarillos, y firmó un convenio con Disney para la publicación de Topolino. Einaudi creó su propio sello en 1933, con la pretensión de transformarlo en un referente intelectual. Contó con Cesare Pavese, Natalia Ginzburg, Norberto Bobbio, Italo Calvino o Elio Vittorini. (Por cierto: Vittorini rechazó los manuscritos de Doctor Zhivago, El tambor de hojalata o El Gatopardo.)
Einaudi se negó a publicar esta última por considerarla fuera de la realidad social y política del momento. Giorgio Bassani, empleado de Feltrinelli, apreció las virtudes de uno de los libros capitales de la historia de la literatura. Garzanti se apoyaba en la publicación de manuales de texto y diccionarios, Bompiani en el cuidado de las ediciones y Rizzoli en la literatura popular. Feltrinelli los superó a todos con su concepción del mercado y de la profesión.
Publicó Doctor Zhivago, “el primer best-seller de la edición contemporánea”, según su hijo
Edificó un emporio editorial a base de garantizarse publicación, distribución y exhibición. Creó una red de librerías en las zonas más selectas de las principales ciudades italianas. Y fueron epicentros de la vida cultural en todas sus facetas: en ellas, los compradores se entretenían con dardos, máquinas recreativas y expendedoras de bebidas, con gramófonos. Introdujo merchandising pop.
El editor se movió en su ámbito por intuición y también en base a la viabilidad económica, sin los compromisos entre amigos que lastraron el mundo editorial italiano durante décadas. En su compañía todos fueron tratados como iguales, había buen ambiente, aunque se trabajara de manera estajanovista. La editorial era muy profesional; rige una especie de disciplina de partido, en la que el jefe era también el compañero. Feltrinelli dio cabida en su sello a ficción y a no ficción, y mantuvo un análisis histórico marxista. Además, reivindicó lo popular sin vergüenza: sus ediciones de bolsillo empezaron a publicar novedades y no solo reediciones, y a sacar ensayos, manuales, con cubiertas elaboradas. En vida del editor, salieron libros de Henry Miller, Karen Blixen, Jorge Luis Borges y de todos los latinoamericanos más destacados (García Márquez llegó a asegurar que la traducción italiana de Cien años de soledad era la mejor de todas), así como ensayos de Levi-Strauss, Bertrand Russell, Roman Jakobson o biografías como la de Fidel Castro, dictada en delirantes sesiones. También fue la casa de los diarios bolivianos del Che, entregados por Castro en persona a Feltrinelli, y de La resaca (1957) de Juan Goytisolo, uno de los títulos más emblemáticos de la posguerra española, lo que consagró al editor como símbolo de la oposición a Franco. Pero si hay un libro Feltrinelli por encima de todos los demás es Doctor Zhivago. “El primer best-seller de la edición contemporánea”, según el hijo Carlo.
Historia de espías con Nobel
La historia de la publicación de la monumental novela del poeta y traductor Boris Pasternak es digna del mejor relato de John Le Carré. Uno de los agentes literarios de Feltrinelli en la Unión Soviética informó a su jefe de la existencia de un libro cuyo autor, eminencia de las letras rusas, llevaba tiempo intentando publicar y que las autoridades soviéticas fustigaban con denuedo. El ministro de Asuntos Exteriores Sepilov lo tachó de feroz libelo contra la URSS y de atentado a la Revolución de Octubre. Pasternak se resignó a no verlo publicado. Tan consciente era del peligro que entrañaba la publicación de su obra que se despidió del primer emisario de Feltrinelli invitándole oficialmente a su fusilamiento. El camino hacia la publicación no fue fácil. Estuvo trufado de presiones directas e indirectas de la URSS, de amenazas a Pasternak y al editor. Cuando el libro salió al fin a la luz, el 23 de noviembre de 1957, con una tirada inicial de 12.000 ejemplares, se convirtió en un éxito colosal. En 1958 Pasternak ganó el premio Nobel de Literatura, pero las autoridades soviéticas, furiosas, le obligaron a rechazarlo. La presión sobre él se hizo tan intolerable que, casi sin fuerzas, terminó consumiéndose y muriendo en 1960. En su patria fue un traidor; en Occidente, un mártir y un héroe. Feltrinelli consiguió cambiar el mundo, como creía que era labor de todo editor.
Sus pasos posteriores, en aras de un activismo cada vez más fundamentalista, su adscripción al internacionalismo y el anticolonialismo, el episodio de su complicidad en el asesinato de un coronel y torturador boliviano y su financiación de organizaciones como el GAP (Grupos de Acción Partisana) pertenecen a otra historia, pero retratan a un mismo personaje. El mismo que murió mientras manipulaba una bomba adherida a un poste telefónico en las afueras de Milán, en protesta por una manifestación fascista. El mismo que, en el ecuador de su vida, no se contentó con transformar la realidad desde los libros y las ideas sino que quiso hacerlo desde la acción directa. Aunque Senior Service es una marca británica de tabaco, la completa biografía de Giangiacomo Feltrinelli la revela como la postura vital y total de un personaje que no se conformó con ser simple convidado de piedra de la historia.
Carlo Feltrinelli
Traducción de Mercedes Corral
Anagrama, Barcelona, 2016, 472 págs.