Del Brexit al Nexit: el auge del euroescepticismo
La crisis migratoria y el descontento con la gestión económica de la UE impulsan el antieuropeísmo en Holanda y otros países miembros
No soplan vientos favorables al europeísmo en Holanda, país que en la década de los 50 del siglo pasado fue uno de los seis socios fundadores del proyecto europeo (y anteriormente del Benelux). Los sondeos electorales sitúan en una primera posición destacada al Partido de la Libertad (Partij voor de Vrijheid, PVV) de Geert Wilders, una fuerza abiertamente antieuropeísta y que podría ganar las elecciones previstas para el año próximo.
Un reciente estudio ha calculado que la economía holandesa sufrirá consecuencias muy negativas con la salida de la UE de Gran Bretaña, un país con el que Holanda mantiene estrechos vínculos. El pasado mes de abril, un 61% de los votantes expresaron su rechazo a un acuerdo de asociación con Ucrania —aunque era un referéndum no vinculante, que tuvo una baja participación, ha creado una situación difícil al Gobierno, que difícilmente puede ignorar sin más su resultado—. Hay que recordar que hace 11 años Holanda rechazó en referéndum el proyecto de Constitución Europea.
De ahí que se haya empezado a especular sobre un posible Nexit, la contrapartida holandesa al Brexit, es decir, la retirada de Holanda de la UE. Tras el resultado del referéndum británico, es probable que la idea de Nexit cobre un renovado impulso.
Dos factores pueden explicar el crecimiento del euroescepticismo en Holanda: el tema de la inmigración y los refugiados, por un lado, y la desconfianza en unas instituciones europeas que se ven como poco democráticas y cuya actuación perjudica los intereses económicos de Holanda, por otro.
Holanda tiene un problema con la inmigración. El país ha recibido en las últimas décadas un elevado número de inmigrantes de países musulmanes, sobre todo marroquíes y turcos, cuya integración en la sociedad holandesa no ha sido fácil. Las estadísticas muestran que los niveles de delincuencia entre la población de origen marroquí, sobre todo de segunda generación, son superiores a la media del país. Las cifras son de interpretación compleja: el mayor nivel de delincuencia podría deberse no a un problema de integración, sino a que en general los inmigrantes tienen un nivel económico más bajo. El tema es objeto de debate, y su análisis debe rehuir interpretaciones simplistas.
El coste de abrir las puertas
Wilders ha hecho con frecuencia declaraciones contra el islam —ha comparado por ejemplo el Corán con el Mein Kampf de Hitler; también se ha mostrado partidario de reducir la presencia en el país de marroquíes—, lo que le ha llevado a ser acusado ante los tribunales de discriminación y xenofobia.
La cuestión de la inmigración ha saltado a un primer plano con la crisis de los refugiados
La cuestión de la inmigración ha aflorado a un primer plano con la crisis de los refugiados. Muchos holandeses han criticado la política de Angela Merkel de abrir las puertas de forma masiva a los refugiados, de una manera que consideran desordenada e irresponsable. De ahí el que hayan aumentado las críticas contra la política de fronteras abiertas en el seno de la UE. El ministro de Hacienda Jeroen Dijsselbloem ha calculado que los refugiados le costarán a Holanda unos 1.500 millones de euros en 2016.
Por otro lado está el tema económico. He vivido en Holanda entre 2011 y 2015 (fui consejero comercial de la embajada española). Hablando con holandeses de diversa condición se puede percibir claramente su alto sentido de austeridad, de prudencia fiscal. La idea, muy arraigada en la mentalidad de la gente, es que las personas, los países, no deben gastar por encima de sus posibilidades.
La paradoja del gasto público
En La Haya, los tranvías pueden parecer desvencijados. Muchos trenes en el país también lo parecen. Los autobuses en Madrid y los trenes en España son con frecuencia más modernos que en Holanda. La paradoja está en que Holanda es un país más rico que España. La explicación de la contradicción es sencilla: la deuda pública española (que acaba de superar el 100% del PIB) es muy superior a la holandesa. Esto es algo que para la gran mayoría de los holandeses resultaría difícil de comprender. Detrás se encuentra una cultura distinta, de austeridad, prudencia en el gasto —una cultura de la que probablemente en España se podría aprender alguna lección que otra—.
Los holandeses se sienten dañados por la política del BCE que, en su opinión, favorece a los países periféricos
En 2012 el déficit público holandés subió unas décimas por encima del objetivo del 3%. El gobierno, con el apoyo de los principales partidos políticos, reaccionó inmediatamente y aprobó en 2013 un enérgico paquete de medidas de ajuste, y el déficit regresó rápidamente por debajo de los objetivos marcados.
Con la política monetaria expansiva que ha impulsado el Banco Central Europeo en los últimos años, los tipos de interés se han reducido. Esto perjudica a los ahorradores. Los holandeses se sienten así dañados por la política del BCE, que en su opinión está diseñada para favorecer a los países periféricos, menos disciplinados en el gasto. Esto se añade al hecho de que Holanda ya es el mayor contribuyente per cápita al presupuesto de la UE.
¿Qué pasará en el futuro? El tema clave es cómo se resuelve la gran cuestión que ahora se plantea en la UE. Para una línea de pensamiento, el proceso de integración europea debe seguir adelante, más o menos en sus líneas actuales, a pesar de la salida de Gran Bretaña. Para otra, el proyecto europeo debe ser objeto de una profunda reflexión. Si se impone la primera línea de pensamiento, el euroescepticismo seguirá creciendo en Holanda y el Nexit no será una alternativa descabellada.