Bruselas como chivo expiatorio
La salida de Reino Unido de la UE alienta los peores elementos de la política continental y afecta especialmente a los estados de Europa Central
La inminente salida de Reino Unido de la Unión Europea es una tragedia geopolítica y económica. Debilitará a Gran Bretaña. Cambiará Europa a peor. El impacto será mayor, paradójicamente, en las débiles democracias y las relativamente débiles economías de los países excomunistas, los nuevos miembros de la Unión. El germen del nacionalismo y la xenofobia ya dio pie a gobiernos antiliberales en Polonia y Hungría. Es fuerte en Eslovaquia. La República Checa tiene un Gobierno de coalición centrista que es nominalmente proeuropeo, pero en lo alto de la colina Hradcany, en el majestuoso Castillo de Praga, un presidente populista promoscú, Milos Zeman, representa el mismo alzamiento contra la política liberal decente que vemos en todas partes, de Donald Trump en Estados Unidos a los Verdaderos Finlandeses en Helsinki.
Apologetas del Kremlin
La democracia británica acabará por manejar el fiasco del Brexit, y Reino Unido, aunque con menos poder y posiblemente menos territorio, se sobrepondrá a este colosal y autoinfligido error. La victoria de la salida, sin embargo, alienta los peores elementos de la política continental. Algunos están abiertamente en contra de la UE, como el Frente Nacional de Marine LePen en Francia o el partido de Geert Wilders en Holanda. Espiritualmente —y en muchos casos también financieramente— conectados con el régimen autocrático del Kremlin, ahora presionan para celebrar un referéndum de salida parecido en sus países. Y el argumento es difícil de refutar: si los británicos, con la democracia más tradicional, han podido opinar, ¿por qué nosotros no? Mucho antes del referéndum, el presidente checo Zeman dijo que no estaba en contra de celebrar un Chexit, aunque él no lo apoyaba.
Klaus ha revelado que en el referéndum de entrada en la UE de 2003, siendo presidente checo, votó en contra
Quien sí apoya la salida de la UE es otro apologeta de las agresiones de Putin, el expresidente checo Václav Klaus. Retirado de la política checa, viajando por el circuito de conferencias pagadas y asesorando informalmente a los radicales de Alternativa para Alemania, Klaus ha revelado que en el referéndum de entrada de 2003, siendo presidente, votó en contra. En ese momento yo era su portavoz y asesor (hace tiempo que nos hemos distanciado). Mantuvo su voto secreto incluso a los miembros más cercanos de su equipo, pero en ese momento yo ya tenía la sospecha de haber sido el único de ellos que votó a favor en el plebiscito que selló la pertenencia checa al club. Ahora Klaus nos dice que votó en contra de la entrada en 2003 siendo presidente y que mantuvo el secreto durante una década. A mediados de los años 90, siendo primer ministro, Klaus presentó la petición oficial checa a la UE. Es una indicación de la inmoral cultura política que su reconocimiento reciente, asombroso si se piensa bien, pasó casi sin comentarios en el mundo político checo.
La fantasía de Kaczynski
La reacción oficial al Brexit en Centroeuropa fue negativa. El Gobierno polaco está preocupado por el destino de sus ciudadanos en Reino Unido. Algunos de ellos ya han sufrido ataques xenófobos inspirados por la demagogia antiinmigrante de los partidarios de la salida. Además de eso, el “gobierno Kaczynski” (el fundador del gobernante partido Ley y Justicia en Polonia, Jaroslaw Kaczynski, por supuesto, no está en el Gobierno y prefiere maniobrar por medio de sus secuaces, el presidente Andrzej Duda y la primera ministra Beata Szydlo) vende la fantasía de una política exterior que permita una relación especial entre los polacos, Estados Unidos y Reino Unido a expensas de la UE (léase: Alemania). Varsovia no se preocupó por “recuperar el control”, porque veía a Londres como un aliado político. Los polacos también temen que Reino Unido tenga que negociar otro referéndum de independencia escocés que distraerá aún más la ya escasa atención prestada a la Europa Central y del Este.
Mala reputación
El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, estaba en contra del Brexit porque se veía a sí mismo como un aliado de David Cameron en su dura posición frente a la inmigración. Los eslovacos, como los polacos, están preocupados por muchos de sus compatriotas que trabajan en Inglaterra y Escocia. La reacción oficial de la República Checa fue más mesurada. Praga afirmó que después del Brexit quiere negociar unos vínculos lo más suaves posibles entre Reino Unido y la UE. Muchos políticos checos, euroescépticos y eurófilos, lamentan la marcha de Reino Unido porque veían a los británicos como una pragmática voz de la razón y un contrapeso al celo de Berlín y París por una mayor integración.
Muchos políticos veían a los británicos como un contrapeso al celo de Berlín y París por una mayor integración
Existía una llamada unánime en Europa Central, en todo el espectro, por un cambio en la UE, por que se descentralizara y se volviera menos burocrática y más user friendly. En buena medida, se trata de una fantasía. La mala reputación de la UE no se debe a que sea burocrática, o supuestamente antidemocrática, sino a que es una entidad compleja y si quieres entenderla tienes que hacer el esfuerzo de estudiarla. Comprensiblemente, la mayoría de gente nunca lo hará, y la mayoría de políticos no saben explicarla. De hecho, muchos tienden a convertir a la UE en un chivo expiatorio cuando algo va mal, como si la UE fuera otra cosa y no ellos mismos.
Elogio de la complejidad
Cualquier serie de tratados, y no digamos ya si tienen la ambición de los que constituyen una Unión de 28 países, está condenada a ser compleja y difícil de manejar si pretende seguir siendo democrática. Si se quiere simplicidad, hay que establecer un imperio con un dictador. La UE no es un Estado unitario y por lo tanto no puede apresurar sus decisiones. Asuntos complejos como la inmigración o la deuda soberana tardarán tiempo en resolverse. Muchos de los que critican a la UE por no actuar rápidamente son también los más críticos contra cualquier medida que haría a la Unión más ágil y por lo tanto más parecida a un Estado.
La UE es una entidad compleja y si quieres entenderla tienes que hacer el esfuerzo de estudiarla
El famoso “déficit democrático” y la “regulación de Bruselas” son también en buena medida imaginarios. La UE se gasta un 6% de su presupuesto en personal y gastos estructurales. Alrededor de 33.000 personas trabajan para la Comisión Europea, 6.000 en el secretariado general del Parlamento Europeo y sus grupos políticos y unas 3.500 en el Consejo de la Unión. En total hay unos 55.000 funcionarios en Bruselas. Alrededor de 500 millones de personas viven en la UE, lo que hace una ratio de población/funcionarios del 0,011%. Las ratios de gobernanza normales en estados o ciudades generalmente están entre el 2% y el 9%, al menos 200 veces más. Se mire como se mire, esto refuta la frecuente estupidez eurófoba de que se trata de una burocracia desmesurada. Por lo que respecta al déficit democrático: cualquier decisión, incluidas las directivas, tomada por la UE debe ser en su nacimiento y de nuevo en su adopción aprobada por políticos elegidos democráticamente.
La oficial corriente anti-Bruselas en Europa Central se equivoca también al criticar la federalización como indeseable. La federación, por definición, da poder a los débiles frente a los fuertes. Cuanto más tienda la UE a ser una entidad de estados independientes, más poder tendrán los estados grandes como Alemania, Francia y España a costa de Eslovaquia, Letonia o la República Checa.
Frenar la ofensiva populista
Y esto es lo verdaderamente triste del Brexit. Promoverá el nacionalismo a costa de la cooperación y la integración (en los mercados bancario y energético, por ejemplo, la integración es muy deseable). Hará más fuertes a los racistas y los xenófobos, que con frecuencia se disfrazan de luchadores contra la “corrección política”. Promoverá a los populistas y los autoritarios frente a los liberales. Geopolíticamente, fortalecerá la mano del Kremlin en su esfuerzo por debilitar y dividir Europa. Los políticos que hacen campaña abierta por salir de la UE o disolverla están a la ofensiva. La tendencia a decidir complejas cuestiones de gobernanza, sobre las que la mayoría de gente tiene una escasa comprensión, por medio de simples referéndums está en boga; no solo en Europa Central, pero allí, debido a una mala cultura política y una débil democracia, conllevará el caos.
Quienes critican a la UE por su lentitud son también los más críticos contra las medidas que la harían más ágil
Si queremos detener esta perniciosa tendencia, políticos liberales decentes, de centroderecha y centroizquierda, de toda Europa deben encontrar su voz. Deben generar verdaderos líderes, deben dejar de acomodarse a los radicales y los eurófobos y empezar a explicar lo que la UE es en realidad y por qué es tan importante para la paz y la prosperidad. Deben salir a la ofensiva y ganar mayorías decisivas en los próximos dos años. La alternativa es demasiado horrible como para siquiera pensarla: Europa desintegrada, fragmentada de nuevo en estados nación, en el mejor de los casos irrelevantes, en el peor de los casos fuente de inestabilidad.