Vuelta a empezar
Los partidos salen a la carrera electoral cansados y los electores hartos e irritados por la incapacidad de los políticos para evitar la repetición de las elecciones. Los sondeos predicen un resultado muy parecido al del 20-D, pero mejor para el PP
Reconquistar a los votantes
Pero en España la falta de costumbre para administrar tanta diversidad política y los cálculos cicateros de algunos de los dirigentes políticos han desembocado en un fracaso que los votantes pueden castigar con la abstención. Las encuestas recogen que el enfado de la ciudadanía crece, mientras en los aparatos de los partidos no acaban de dar con el mensaje adecuado para apaciguar o incluso volver a interesar a los electores. Tienen dos semanas para encontrar el discurso y el eslogan electoral adecuados y en la mayoría de los equipos de campaña admiten que no les está resultando fácil.
En estos cuatro meses se ha tratado poco de los problemas de los españoles y mucho de los intereses partidistas
Ya nadie piensa en entusiasmar. Ni siquiera los partidos emergentes. Porque en estos cuatro meses los votantes han tenido la oportunidad de ver cómo administraba cada una de las formaciones políticas la cuota de poder que les atribuyeron en las elecciones: si lo hacían para buscar soluciones a los problemas que apremian a los españoles o si buscaban mejorar posiciones o garantizar su propia supervivencia.
Y en esa última actitud ha estado claramente situado el presidente del PP y del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, que declinó la invitación del rey a intentar la investidura y se limitó a esperar el fracaso del líder del PSOE, Pedro Sánchez, cuyo futuro político dependía en buena medida de conseguir ser presidente. Ahora, algunos analistas elogian a Rajoy, porque creen que su inmovilismo le va a reportar de nuevo beneficios electorales y le va a permitir mantenerse en el poder con el apoyo de Ciudadanos, mientras que al socialista sus rivales internos le han puesto muy alto el listón de la permanencia en el liderazgo: ganar las elecciones. Lo dijo la propia presidenta andaluza, Susana Díaz, que aspira a sustituir a Sánchez al frente del PSOE en el próximo congreso, que se celebrará al final del verano.
El falso éxito económico
Así que si las cosas no cambian, los sondeos y los politólogos sostienen que en los próximos comicios a Rajoy y al PP les irá mejor y a Sánchez y al PSOE igual o peor. Y eso que en estos meses Rajoy no solo ha hecho gala de su impasibilidad, también han aparecido nuevos casos de corrupción, se han multiplicado los dirigentes del PP imputados, la división interna ha crecido y ha quedado en evidencia que la buena gestión económica de la que se vanagloriaba el Gobierno es más retórica que real. La Comisión Europea amenaza con una sanción a España por el incumplimiento del objetivo de déficit y en estos cuatro años la deuda pública se ha disparado pese a los recortes en servicios sociales esenciales como el subsidio de desempleo, la sanidad o la educación públicas. Además, el Gobierno en funciones se ha visto obligado a empeorar sus excesivamente optimistas previsiones de paro, déficit y crecimiento para 2016. Claro que se hicieron como parte de la precampaña del 20-D y ahora da la impresión de que las negociaciones para formar gobierno han tapado las noticias sobre su corrección y esta podría no tener consecuencias en las urnas. Porque en estos cuatro meses —y puede que ocurra en la campaña— se ha hablado poco de los problemas de los españoles y mucho de los intereses particulares de los partidos y de sus líderes.
En esa capacidad de desviar la atención de lo importante a lo accesorio, Rajoy ha mostrado una vez más su maestría. Como la muestra estos días en atribuir al PSOE la causa de todos los males, también de la repetición de las elecciones aunque él no hizo nada para evitarla. El líder del PP, cada vez más cuestionado en el seno de su partido, ha salido de la hibernación y se ha metido sin tregua en la campaña.
Consultores y barones críticos le dicen al líder socialista que no hable de su intento fracasado de ser presidente
Los expertos le recomiendan a Sánchez que no hable mucho de sus esfuerzos frustrados para formar gobierno porque “los electores premian el éxito y no aprecian el fracaso”. Los primeros en no valorar su empeño en ser presidente del gobierno son los principales barones críticos, que le atribuyen una obsesión personal por gobernar. La presidenta andaluza, por ejemplo, ha descalificado los cuatro meses de negociación al definirlos como “de teatrillo y de postureo”. Así que con la coincidencia de los consultores políticos y los disidentes internos en minimizar su contribución a salir de la crisis constitucional a la que abocaba el rechazo de Rajoy a la investidura, y cuando se ha difuminado del imaginario colectivo el balance de los cuatro años de mayoría absoluta del PP, el líder socialista tiene difícil encontrar un mensaje que enganche con sus votantes más que en diciembre pasado.
Las dudas de los emergentes
Los estudios demoscópicos también le auguran peores resultados a Podemos, que busca en la alianza con Izquierda Unida salvar el desgaste causado por la experiencia de estos meses de oposición estéril e incluso pretende lograr con ella su objetivo de superar electoralmente al PSOE. Tampoco le será fácil. Aunque la confluencia de las dos formaciones a su izquierda ha hecho saltar las alarmas en las filas socialistas, hay dirigentes podemitas y de IU que dudan de que esa operación sume suficiente para el sorpasso.
Ciudadanos es, con el PP, el único partido al que los sondeos auguran una mejora de las expectativas. Es el partido que junto al PSOE intentó encontrar una fórmula para la investidura de Sánchez y ahora parece que los electores podrían premiarle por eso. Sin embargo, metidos ya en campaña los dirigentes del PP le lanzan sus dardos por haber pactado con los socialistas. “Votar Ciudadanos es votar PSOE”, repiten desde Rajoy al último militante, buscando recuperar los votos que se les fueron al partido de Albert Rivera. Y los socialistas, que necesitan recuperar un perfil más de izquierdas, vuelven a situar a Ciudadanos —al que contribuyeron a centrar con su pacto de gobierno— como un partido de derechas. Lo dice, por ejemplo, Meritxell Batet, mano derecha de Sánchez en el equipo negociador.