Cierta izquierda se lamentaba hace unos años diciéndose a sí misma: “El futuro ya no es lo que era”. Tras haber batallado por el paraíso en la tierra, los electores preferían a otros. Ahora, en Cataluña, ha cambiado el futuro y hasta el presente. Y la zozobra ha ampliado su espectro: ni la izquierda ni la derecha tradicionales se atreven a vaticinar que las urnas del domingo den un lunes como, en algún sueño, habían esperado que fuera.
Los soberanistas (ERC y Democràcia i Llibertat, antes CDC) temen un serio retroceso respecto a las autonómicas de septiembre, los socialistas suspiran por empeorar poco, el PP se daría por satisfecho con repetir sus peores resultados, En Comú Podem (que agrupa a las huestes de Ada Colau, la rama catalana de Podemos y los restos de ICV) tiene la impresión de subir, pero quién sabe. La excepción es Ciudadanos, con expectativas, incluso, de ser la primera fuerza, al menos en la circunscripción de Barcelona, la más poblada, urbana e industrial. Está también Unió pero, hoy por hoy, Duran i Lleida es pura incógnita.
Quizás el problema esencial de estas formaciones radique en que, por un motivo u otro, se juegan el domingo algo más que el número de escaños que puedan lograr en Cataluña: su futuro.
ERC y Convergència
Los soberanistas viven una doble confrontación: entre sí y frente al mundo. ERC ansía superar a la candidatura convergente, lo que la colocaría en posición ventajosa si en Cataluña hubiera que repetir las autonómicas. Ha optado por presentar a un desconocido, Gabriel Rufián, que utiliza preferentemente el castellano en un intento de conseguir votos entre la población con origen en otras tierras de España. El problema es que da poco de sí, tiene un carácter agrio y enemigos incluso dentro de Esquerra.
Convergència juega a la desorientación. Salvo que no sea juego sino expresión de que no sabe realmente por dónde ir. Su primer candidato en Barcelona, Francesc Homs, dice un día que buscará el pacto para la independencia y al siguiente lo contrario. La verdadera preocupación de los herederos de Jordi Pujol es no bajar mucho. Algunas encuestas hablan de empate múltiple, ninguna les da el primer lugar y algunas los sitúan en cuarto e incluso en quinto puesto.
Eso sería un desastre para Artur Mas, con o sin repetición de las autonómicas, según decida la CUP, que ha pedido la abstención. De ahí que el propio Mas participe en la campaña intensamente. Ha podido presentar un “éxito”: el anuncio de que Amazon tiene una opción de compra sobre una parcela situada en El Prat (población casi contigua a Barcelona) para su gran centro logístico. El uso de la información como materia de campaña ha sentado fatal en la multinacional, que aún dispone de un mes para confirmar si se queda los terrenos.
PSC, PP y Ciudadanos
Si los convergentes parecen desorientados, los socialistas andan desnortados. Han recuperado a Carme Chacón y a José Zaragoza y se presentan con un lema de campaña puramente a la contra: “Echemos a Rajoy”. Este gusto por la bronca era, hasta ahora, patrimonio del PP, partido que en esta ocasión está obligado a ser positivo porque su baza son los triunfos reales o imaginarios del Gobierno de Mariano Rajoy. De una forma u otra, los populares reman contra corriente: en tiempos de renovación, presentan un candidato, Jorge Fernández, ministro del Interior, que no se apea del coche oficial desde los tiempos del cuplé. Compiten abiertamente con Ciudadanos en la “defensa de la unidad de España”.
Los que confían en subir (respecto a 2011) son los emergentes: Ciudadanos y Podemos. Aunque en el caso catalán, Ciudadanos de emergente solo tiene las expectativas. El partido, fundado en 2005, tiene diputados desde 2006, aunque hasta el pasado septiembre fuera siempre minoritario. Aspira a ser la primera fuerza en Barcelona y obtener buenos resultados en Lleida y Tarragona, lo que le daría fuerza en el conjunto de España con vistas a cualquier negociación. Girona, en cambio, es plaza fuerte del soberanismo.
La coalición de Podemos
En Comú Podem ha celebrado mítines multitudinarios. Al principio, dados sus magros resultados en las autonómicas, las otras formaciones daban por amortizada su propuesta de un referéndum sobre la relación con España, hecha ya en septiembre. El empuje de Podemos, unido al pinchazo del soberanismo, ha dado alas a esta coalición y algunas encuestas la sitúan incluso como primera fuerza. Verdad o no, el resto de los partidos dispara ahora contra sus dirigentes y, especialmente, contra Ada Colau, que cierra la lista de Barcelona. Su cabeza de lista, el historiador Xavier Domènech, no ha tenido deslices y en los debates ha mostrado habilidad, lo que ha preocupado a una Esquerra que pensaba que, sin la CUP, no quedaba nadie a su izquierda. Y es que, a diferencia del resto de España, en Cataluña es la derecha la que está más dividida: Convergència, Ciudadanos, Partido Popular y Unió Democràtica. Los cuatro propugnan el mismo tipo de política económica y prácticamente la misma política social.