23/11/2024
Política

Todo a punto para el cambio político

La nueva etapa que arranca con las eleccciones del domingo sustituirá el bipartidismo por el cuatripartidismo y la fragmentación parlamentaria obligará a alcanzar pactos para gobernar

AHORA / Rosa Paz - 18/12/2015 - Número 14
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Todo a punto para el cambio político
Sánchez, Iglesias, Rivera y Rajoy.BALLESTEROS Y JUANJO MARTÍN / EFE
Los cuatro candidatos de los cuatro partidos que, según los sondeos, llegan casi empatados a las elecciones del domingo piden el voto como si cualquiera de ellos pudiera ser presidente del Gobierno. Es la primera vez que algo así ocurre desde la Transición. Hasta ahora solo dos partidos, UCD y PSOE, primero, y PSOE y PP, después, podían apelar al voto útil, porque eran los únicos que tenían posibilidades de llegar al poder. Ahora lo hacen también Podemos y Ciudadanos. La legislatura que termina, marcada por la grave crisis económica y las consecuencias sociales y políticas de la misma, ha acabado con muchos preceptos que parecían inamovibles. Con el bipartidismo y las mayorías absolutas, por ejemplo.

Aunque todos los expertos coinciden en resaltar la dificultad para predecir los resultados del 20-D, porque se desconoce la fiabilidad de los sondeos en esta situación política tan nueva, sí parece que hay algunas tendencias claras: que los cuatro partidos obtendrán una elevada representación parlamentaria, que todos quedarán muy lejos de la mayoría absoluta y que se necesitarán acuerdos para poder gobernar.

Pactos imprescindibles

A partir del domingo se estrenará en España una etapa marcada por el cuatripartidismo y por los pactos. No será la primera vez que un gobierno necesite buscar la estabilidad con el apoyo de otros grupos. Ha ocurrido cada vez que populares o socialistas no han tenido mayoría absoluta, pero hasta ahora ese respaldo lo han encontrado en los partidos nacionalistas, básicamente CiU y PNV, aunque en ocasiones el PSOE también lo ha hallado en Izquierda Unida (IU).

Eso también va a cambiar, porque ahora los partidos bisagra, sean cuales sean, serán de ámbito estatal y las alianzas tendrán un componente ideológico de mayor calado. Esa proximidad

Los partidos bisagra serán los de ámbito estatal y los acuerdos tendrán un comp0nente ideológico

ideológica, sin embargo, no hará más fácil la negociación de los pactos, porque, a diferencia también de ocasiones anteriores, los dos partidos tradicionales, de situarse los primeros, quedarán muy debilitados. El PP, aun ganando, podría perder 60 o 70 escaños, y el PSOE, según algunas encuestas, podría bajar de su actual suelo histórico, 110 escaños, hasta los 80.

Así que las fuerzas que puedan darle su apoyo sabrán que el partido que aspire a gobernar no podrá hacerlo sin su respaldo. Necesitará votos para la investidura del presidente —o quizás presidenta, si por ejemplo Ciudadanos pusiera como condición el desistimiento de Mariano Rajoy— y los necesitará también para poder aprobar los presupuestos y las leyes, es decir, para gobernar.

La principal novedad, no obstante, está en la posibilidad de que se pueda conformar un gobierno de coalición, un hecho inédito en el ejecutivo de España, aunque habitual en los autonómicos. Si los sondeos no se equivocan y PP y PSOE son las dos fuerzas más votadas, podría haber dos posibilidades de gobierno, siempre en función del reparto de escaños. Se podría conformar un gobierno de PP con Ciudadanos o uno de PSOE, Ciudadanos y Podemos. Su formación tampoco sería fácil por las mismas razones, por la debilidad de los primeros y porque los posibles socios pondrán condiciones importantes que la correlación de fuerzas hará de obligado cumplimiento. De hecho, así como los dos partidos clásicos podrían no alcanzar el 50% de los votos, los dos emergentes sumarán más de 100 escaños, 120 según algunos sondeos. Por hacerse una idea de lo que ha ocurrido hasta ahora: Izquierda Unida obtuvo en 1996 sus mejores resultados, los 21 escaños de Julio Anguita, el extinto CDS logró 17 en 1986, y UPyD, 5 en 2011. Muy lejos de lo que esperan conseguir el domingo Podemos y Ciudadanos.

La experiencia de los recientes acuerdos de investidura en los gobiernos municipales y autonómicos sirve para imaginar por dónde pueden ir las cosas. En esas elecciones del 24 de mayo, que parecían la primera vuelta del cambio político que se certificará el domingo, los pactos se hicieron por afinidades ideológicas. Los socialistas apoyaron la investidura de los alcaldes de las candidaturas de unidad popular en Madrid, Barcelona, Zaragoza, Valencia o La Coruña. Podemos respaldó al PSOE para la presidencia de Extremadura, Castilla-La Mancha, Aragón, Baleares y la Comunidad Valenciana. Ciudadanos votó al PP en la Comunidad de Madrid y en Murcia, Castilla y León y La Rioja. La única excepción fue el apoyo del partido de Albert Rivera a la socialista Susana Díaz en Andalucía.

A la derecha o a la izquierda

Los resultados son aún impredecibles y los cuatro líderes se presentan como posibles presidentes

En esas elecciones de mayo parecía, no obstante, que el cambio político se dirigía a la izquierda. Así ocurrió en la mayoría de los ayuntamientos y autonomías: el PP perdió las grandes alcaldías de Madrid, Valencia o Zaragoza y los gobiernos de la Comunidad Valenciana, Aragón, Extremadura, Baleares y Castilla-La Mancha, que pasaron a Podemos y PSOE. Ahora, sin embargo, la debilidad de los socialistas y la subida de Ciudadanos que se recoge en los sondeos y, previsiblemente se certificará en las urnas, pone en cuestión esa posibilidad. Porque si el PP es la fuerza más votada, lo más probable es que reciba el apoyo del partido de Rivera, con el que tiene mayor afinidad, por ejemplo en la política económica. Otra cosa distinta sería si alguno de los emergentes se hace con la primera plaza, como ellos insisten en vender en sus últimas intervenciones electorales. “Ninguno de los que está en el cara a cara (Rajoy y Pedro Sánchez) va a gobernar”, insistían Rivera y Pablo Iglesias en la noche del lunes pasado. Pero, salvo sorpresas, eso no parece probable. En cualquier caso, este nuevo cuatripartidismo parece la suma de dos bipartidismos, el de los partidos tradicionales al que el de los emergentes aspira a sustutir.

Estabilidad de gobierno

Del carácter de los pactos que se alcancen para la gobernabilidad dependerá en buena medida la estabilidad de la legislatura, que muchos auguran corta, precisamente por la gran fragmentación parlamentaria. Si solo se hacen endebles acuerdos de investidura, el nuevo gobierno vivirá en una inestabilidad cotidiana, obligado a pactar cada iniciativa y, evidentemente, los presupuestos, por lo que es posible que tenga la tentación de adelantar las elecciones en cuanto los sondeos le sean favorables. Si hay pacto de investidura habrá más estabilidad y teóricamente mucha más si dos o más fuerzas políticas se coaligan para gobernar, como es habitual en otros países europeos.

Las tareas que tiene por delante el nuevo gobierno exigirán la mayor consistencia posible. Porque, sea quien sea, quien gobierne heredará una situación económica mucho más difícil de lo que admite Rajoy, con un déficit de 45.000 millones de euros y una deuda pública de un billón, mientras el empleo que se crea es precario, de temporalidad elevada y salarios bajos, hasta el punto de que hay españoles con trabajo a jornada completa cuyos ingresos no les sacan de la pobreza. El futuro ejecutivo tendrá además que negociar un nuevo sistema de financiación autonómica y hacerlo sin recursos suficientes porque los ingresos del Estado no crecen. A esa situación hay que sumarle además la búsqueda de una solución al problema de Cataluña y la necesidad de aplicar las medidas de limpieza pública y regenaración democrática, que exigen los emergentes.