Newsletter
Si desea recibir periódicamente la newsletter de AHORA, introduzca aquí su correo electrónico:
El desenlace fue un sistema piramidal dirigido por un secretario general —en la actualidad Hasan Nasrala—, un consejo asesor que funciona como un gabinete de ministros y un brazo armado vinculado a los intereses políticos. Un estado chií dentro del Estado libanés, que aún hoy mantiene el control absoluto de gran parte del territorio, tutela su economía y tiene suficiente fuerza militar como para frenar a su enemigo israelí y exportar combatientes a Siria e Irak. La osambre de EI es similar. A la cabeza del mismo descuella el califa, cuyo poder es absoluto. Abu Bakr al Bagdadi dirige sus huestes como lo hacían los califas de la antigüedad. No tiene teléfono móvil, no confía en sistemas de comunicación que dejen rastro como el correo electrónico y carece de una residencia fija. A su vera hay un grupo de tres o cuatro personas que escuchan sus consejos e itineran junto a él. Las órdenes para los diferentes gobernadores provinciales y mandos militares las reparte una efectiva red de carteros que utilizan las furgonetas de transporte y los taxis comunes que recorren sus dominios.Irónicamente, EI presenta paralelismos con su enemigo: el movimiento chiita libanés Hezbolá
Bajo su mando, dos hombres son los que gestionan directamente la actividad política y militar del califato. En el verano de 2014, el “primer ministro” para Irak era Abu Muslim al Turkumani, antiguo teniente coronel del Ejército de Sadam Husein, veterano de la Fuerzas Especiales; y su homólogo para Siria era Abu Ali al Anbari, exgeneral también de las desbandadas Fuerzas Armadas iraquíes. Es aquí donde residen la mayor fortaleza de EI y una de las razones principales de su arraigo local: al contrario que Bush, que prefirió desmantelar el Ejército iraquí, Al Bagdadi rentabiliza su antigua estructura y su bien entrenado capital humano. Al Turkumani procede de la provincia de Nínive y Al Anbari de la de Al Anbar, donde ambos fueron temidos oficiales de Sadam Husein y donde erigieron redes de represión y clientelismo que ahora explotan para su nuevo jefe. Como el propio Jules destaca, son la antigua comandancia baazista y sus represivos servicios secretos —que persiguieron a los islamistas y al propio Al Bagdadi durante la dictadura— los que una década después irónicamente vertebran y protegen EI.Los antiguos servicios secretos de Sadam vertebran y protegen a Dáesh