Realidad, entre la memoria y el sueño
Su novela más reciente, y la más autobiográfica según Marsé, está dedicada a la desmemoria y el olvido
Juan Marsé nació en Barcelona el 8 de enero de 1933. Pocos días después falleció su madre y su padre, con un niño de días y una niña de cinco años, se sintió agobiado. Taxista de profesión, confesó sus pesares a una pareja a la que transportaba en su vehículo. Poco después se cerraba el trato y el pequeño era adoptado por la familia Marsé. Quien quiera una referencia a estos hechos en su última novela, Esa puta tan distinguida, la encontrará en la primera página, donde el autor se describe a sí mismo como “hijo adoptivo de incierto origen biológico”. Si quiere, podrá leer la obra en clave de “historia real”. El propio Marsé reconoce que esta es su novela más autobiográfica. Pero el lector que busque ese tipo de verdad estará traicionando el espíritu de su creador, para quien realidad y ficción son dos mundos conectados pero independientes. “En mis ficciones, la vivencia real se somete a la imaginación, que es más racional y creíble. En la parte inventada está mi autobiografía más veraz.” Lo afirma el escritor en esas mismas primeras páginas, donde finge responder por escrito y con hastío a una entrevista de prensa (“Nietzsche lo predijo: un siglo más de periódicos y las palabras apestarán”, recuerda), y lo dice también Juan Marsé. Añade de inmediato que la parte más autobiográfica de esta novela es aquella en la que reflexiona sobre su relación con la escritura y no la que narra las peripecias de los personajes.
Testimonios cifrados
Escribió Mario Vargas Llosa en Historia de un deicidio, libro (casi inencontrable) sobre García Márquez: “Toda novela es un testimonio cifrado: constituye una representación del mundo, pero de un mundo al que el novelista ha añadido algo: su resentimiento, su nostalgia, su crítica. Este elemento añadido es lo que hace que una novela sea una obra de creación y no de información, lo que llamamos con justicia la originalidad del novelista”. Todo ello vale para la obra de Marsé.“En la parte inventada está mi autobiografía más veraz”, dice sobre la relación entre obra y vida
La distinguida puta de la que habla Marsé es la memoria. La novela narra la historia de un escritor que recibe el encargo de escribir el guion de una película sobre un crimen que se produjo en 1949 en la sala de proyección del barcelonés cine Delicias. El proyeccionista estranguló a una prostituta con un trozo de la película que se proyectaba ese día, Gilda, protagonizada por Rita Hayworth. Para elaborar el guion, el autor mantiene diversas charlas con el asesino, que recuerda los detalles de cómo lo hizo pero ha olvidado el porqué. Los otros elementos de la obra son la memoria y la desmemoria, algo que resulta muy diferente al olvido: “El olvido puede ser voluntario. La desmemoria suele ser una falacia perfectamente planeada”, confiesa el autor.
La trama se ambienta en 1982, cuando España entera se sumergía en la desmemoria, y no está nada claro que la literatura sea capaz de reponer la verdad.
A partir de los retazos de la historia que el asesino le da, el autor comprende que “los vínculos entre palabra y verdad ya solo se podían establecer a través de la manipulación verosímil, es decir, mediante otra recomposición y restauración” del relato porque “tal vez las cosas no ocurrieron exactamente” como se las cuentan, pero no importa: en el fondo, no se puede saber “cuáles son los límites de la ficción al recrear una verdad histórica; probablemente no es aplicar más luz sobre el hecho real, sino realzar los claroscuros, las ambigüedades y las dudas, aquello que constituye la expresión más viva de la verdad”, dejando “algunos cabos sin atar” de modo que propicien “la ambigüedad moral”.
Es la historia de un escritor al que le encargan escribir una película sobre un crimen de 1949
Esta obra es autobiográfica también por otros motivos. Ahí está la relación de Marsé con el cine. De pequeño se entregó a las películas con el mismo entusiasmo que a la lectura. De mayor trabajó como dialoguista y colaboró en guiones, además de ver cómo algunas de sus novelas eran adaptadas a la pantalla, casi siempre de modo insatisfactorio para él. Así lo resume el autor en la ficción: “Escribir por encargo para el cine es trepar por una escalera que en cualquier momento puede dejarte con el culo al aire porque otros decidirán si esa escalera lleva o no a alguna parte”.
Con todo, el guionista y escritor se entrega a la redacción de la historia tratando de dotarla de verosimilitud, consciente de que el periodismo y la historia se confrontan con la verdad, pero la literatura solo tiene que ser consistente y verosímil y si alcanza la verdad es la verdad interna de la propia narración.
Y es que, en el fondo, es tarea vana pedir al escritor que dé cuenta de la realidad porque “la realidad solo existe si somos capaces de soñarla”.
Juan Marsé
Lumen, Barcelona, 2016, 240 páginas