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os días después de la cita electoral para las presidenciales del domingo 24, las instituciones europeas llegarán a Portugal con una lista de exigencias al Gobierno del PS con apoyo parlamentario de la izquierda. Durante la última semana de campaña, el Ejecutivo de António Costa presentó en Bruselas el borrador de los Presupuestos del Estado de 2016. Más que el acto de soberanía nacional convocado el día 24 de enero, que es la elección del jefe del Estado, lo que marca el ritmo de la vida política del país son las cuestiones fundamentales que atañen al Gobierno, tales como la definición de las cuentas públicas. Y todo ello, 105 años después de la caída del viejo orden monárquico y de la implantación de la república el 5 de octubre de 1910. El resultado electoral, según los sondeos, apunta a la victoria de Marcelo Rebelo de Sousa. La crisis financiera y económica y la solución gubernativa encontrada por Costa con el apoyo de comunistas y del Bloco de Esquerda no son ajenas a este resultado.
Nuevo reparto de cartas
“No poner todos los huevos en la misma cesta” es, según un principio cuya base científica no ha sido comprobada, la traducción popular del comportamiento electoral de los portugueses. Este refrán traduciría una especie de
seny, de instinto de los electores, que les llevaría a ser aficionados a los equilibrios institucionales. Así pues, con un Gobierno del PS y una mayoría parlamentaria anclada a la izquierda, el presidente elegido sería de otro color político. De esta forma, se evitaría una concentración de poder en uno de los lados del tablero político. Al final, la victoria del candidato presidencial apoyado por la derecha derrotada en las legislativas del 4 de octubre de 2015 significaría una segunda oportunidad de volver a repartir las cartas. Marcelo, político, profesor universitario y durante décadas comentarista semanal de la vida del país en canales de televisión pública y privada, conoce el refrán. Y teme sus efectos.
“Las elecciones presidenciales no serán una segunda vuelta de las legislativas”, avisó en la presentación oficial de su candidatura. Más recientemente, a una semana de la cita electoral, respondió con cintura política al apoyo del presidente del PSD y antiguo primer ministro Pedro Passos Coelho. Este hizo críticas al Gobierno de António Costa, le acusó de mirar hacia el pasado, revocando medidas del anterior ejecutivo y replanteando el sentido de ciertas políticas, en vez de afrontar el futuro.
Con un Gobierno del PS y una mayoría parlamentaria a la izquierda, el presidente será de otro color político
En las palabras de Passos Coelho, que todavía lleva el traje de primer ministro y no se ha puesto el indispensable mono de trabajo de líder de la oposición, estaba implícita la sugerencia de presión sobre el gabinete de Costa y, eventualmente, la apertura de una crisis política que condujese a unas elecciones anticipadas. “Le corresponde al presidente independiente ejercer su mandato sobre los partidos, y los partidos tienen que comprenderlo, incluso el partido al que pertenezco [el PSD presidido por Coelho] tiene que comprender que el presidente está en otro plano”, dijo el candidato. Fue la reiteración de un discurso en el que repitió, varias veces, su deseo de apoyar, hasta el fin de la legislatura, al Gobierno del PS.
La cuestión que se plantea ahora es la de saber si estas palabras no rupturistas, que proclaman el consenso, son mera táctica determinada por el deseo de ganar o son genuinas y dictadas por el temor a las consecuencias de la inestabilidad política en la economía y, sobre todo, en la banca portuguesa. Es cierto que con una cuota de popularidad aplastante con respecto a sus principales rivales —el exrector de la Universidad de Lisboa, António Sampaio da Nóvoa, apoyado por una constelación de izquierdas, y Maria de Belém, antigua presidenta del PS—, Marcelo no tiene que ser agresivo. “Hacerse el muerto” ha sido, de hecho, el consejo de comentaristas y analistas. A lo que él asintió con un directo “es preciso desdramatizar”. Pero no es menos cierto que las amenazas suscitadas por consecutivas crisis en el mapa bancario del país —las más recientes han sido las del Banco Espírito Santo y del Banif— y la conciencia de que el rigor de la crisis económica todavía no pertenece al pasado proyectan nubes sombrías sobre el país.
Beneficios de la fragmentación
En su campaña tranquila, parca en palabras duras, Marcelo Rebelo de Sousa se ha beneficiado de la fragmentación del campo de la izquierda. Sampaio da Nóvoa y Maria de Belén están ambos apoyados por dirigentes y ministros socialistas, ya que el PS de António Costa no ha conseguido tener un candidato propio. António Guterres, antiguo primer ministro —y hasta diciembre de 2015 alto comisario para los Refugiados de la ONU—, y António Vitorino, excomisario europeo, declinaron la invitación de Costa. Sin candidatos de peso, el secretario general de los socialistas y primer ministro recomendó el voto a Nóvoa y a Belém, reservándose la opción para una hipotética segunda vuelta. Que será, o sería, apoyar al rival a la izquierda de Marcelo. Pero es bien sabido que, en política, el juego de las probabilidades no siempre lleva a buen puerto.
No es la primera vez que los socialistas llegan a las elecciones presidenciales sin un candidato con posibilidades de ganar. Lo que resulta paradójico para un partido que “cedió” dos secretarios generales, Mário Soares y Jorge Sampaio, para el cargo de presidente durante 20 años. El propio Soares se disputó el electorado del PS, del que fue fundador, en 1986 con Salgado Zenha y con Manuel Alegre en 2006. Ahora, en 2016, no hay nombres de peso del área socialista.
Maria de Belén no se adentra en la izquierda, y el académico e independiente Sampaio da Nóvoa intenta afianzar su imagen desconocida por el gran público con la esperanza de una segunda vuelta. Este escenario, casi florentino, resulta escasamente seductor para los ciudadanos.
A remolque del Gobierno
Además, la campaña de los candidatos presidenciales anda a remolque del Gobierno, debido a sus comentarios sobre las medidas del Ejecutivo. Las noticias de que la Comisión Europea y el Banco Central Europeo exigen facilitar los despidos y reivindican menos contratación colectiva para agilizar la inversión privada traen a la memoria de los electores las privaciones de la austeridad reciente. En vísperas de las elecciones para presidente de la república, la conciencia de que los Presupuestos del Estado para 2016 (que contemplaban un aumento de la liquidez de las familias) suscitaban reparos en Bruselas inquieta de nuevo a los portugueses. A pesar del cambio de Gobierno y del anunciado nuevo ciclo político, los problemas no se han evaporado y siguen subsistiendo.
Rebelo explota sus dotes comunicativas y combina el trato directo con conversaciones de tipo pedagógico
Marcelo Rebelo de Sousa lo ha dicho de forma reiterada. En una campaña en la que explota sus dotes comunicativas, sin carteles ni
outdoors, combinando el contacto directo con conversaciones pedagógicas, Marcelo alerta sobre las incertidumbres. La presión europea parece darle la razón cuando hace de la prudencia virtud y de la colaboración con el Gobierno socialista de António Costa, necesidad. Sectores de la derecha temen que el actual sistema semipresidencialista acabe en una parlamentarización de las funciones del presidente, limitando su capacidad de intervención, aunque reconozcan que los dos mandatos de Cavaco Silva no le han dado el prestigio que le corresponde al cargo del más alto magistrado. Pero el candidato Marcelo habla del tablero político con ingenio, ya que la imaginación es uno de sus recursos más reconocidos. Proclama la moderación y hace guiños al centro. “Estoy a la izquierda de la derecha”, afirma. ¿Será este el perfil del nuevo presidente?