La relación entre la música y las campañas electorales es larga. La mayoría de la bibliografía y de los ejemplos proviene de la democracia más longeva del mundo, la de EE.UU. A principios del siglo XIX las campañas incluían cantantes y bandas ambulantes que seguían al candidato en su gira por el país o el estado que tocara. Eran útiles. Funcionaban. Y estaban hechas exclusivamente para loar al candidato (o criticar al opositor). En los años 30 empezaron a usarse canciones ya grabadas por artistas más conocidos para aprovechar de algún modo la corriente de popularidad y asociar un discurso ganador a otro discurso que se quería ganador. Para la historia queda el uso que hizo Kennedy en su campaña del 60 del
“High Hope”, de su amigo Frank Sinatra, que dotaba al senador demócrata de un
glamour acorde con la época.
Quizá el ejemplo más obvio, mil veces narrado, es la apropiación de
“Born in the USA” que la campaña de reelección de Reagan, en el 84, hizo del mítico tema antibelicista de Bruce Springsteen. Después de eso, el de Nueva Jersey se convirtió en un furibundo antirrepublicano y en uno de los músicos más comprometidos de su tiempo—. O la envidiable gira “Vote for Change”, que apoyaba a John Kerry en las elecciones de 2004 y en la que participaron, nombres surgidos de la escenea independeinte, como Bright Eyes, Death Cab for Cutie, My Morning Jacket o Pearl Jam.
La gran aportación española a la historia de las campañas electorales ha sido el uso de
“La Macarena”, de Los del Río, que se hizo en las convenciones republicanas y demócratas del año 92. Tanto Bill Clinton como Bob Dole la bailaron en los cierres de mítines. Los ejemplos de uso de música y canciones en campaña electoral no pasan de eso, anécdotas más o menos graciosas. Son la nota a pie de página de una crónica de campaña, el habitual cierre bromista del informativo de la jornada de reflexión.
Después de abusar de melodías de la progresía, Podemos encargó un himno a un músico independiente
Juan Pardo compuso el
himno para la UCD en el 77, Víctor Manuel es el autor del célebre “Pon tu voto a trabajar” para la campaña del PCE del 79, y el bipartidismo ha aportado para la historia el
himno cargado de naftalina del PSOE del 82 o la épica hollywoodiense con la que, cada vez más frecuentemente, se arregla el
muy eficaz himno del PP, escrito por un profesional del jingle como Manuel Pacho y que habitualmente esgrime como una adhesión inquebrantable a la causa.
Ha habido algún cruce curioso, como la apropiación de la derecha de canciones de músicos del mestizaje. Falange Española lo hizo con una
conocida canción de Macaco y el PP usó la canción
“Caí en la trampa”, de Manu Chao, en los mítines de la campaña de 2008. Se creaba una paradoja: los antagonistas ideológicos se encontraban gracias a las canciones. Ambos casos acabaron en demandas de los músicos y la retirada inmediata de las canciones.
Más curioso e igual de paradójico es el uso que los nuevos partidos hacen de la música. Después de usar y abusar de las melodías de la progresía surgida directamente de una Transición de la que habitualmente reniegan (Quilapayún o Mercedes Sosa, Labordeta o Paco Ibáñez), Podemos dio un giro y se atrevió a
encargarle el himno a Joe Crepúsculo, un músico indie. El resultado, un tema lo-fi entre el techno valenciano y la mística de Jean Michel Jarre, no acabó siendo del gusto de Pablo Iglesias. En otro giro muy coherente con el partido, Ciudadanos grabó la fantasía perfecta de la segunda transición:
una versión del himno de España con letra de Joaquín Sabina.
En España muy pocos músicos se atreven a lanzarse a que los asocien con unas siglas concretas o a que sus canciones, escritas en contextos hiperindividualistas, sean usadas por algo tan abstracto como una idea política y, por lo tanto, descontextualizadas. Aunque quizá los tiempos estén cambiando. En vísperas de las elecciones a la alcaldía de Madrid, se organizaron distintos conciertos de apoyo a la candidata Manuela Carmena. En las presentaciones de su programa para las elecciones generales, Podemos se ha acompañado de músicos como Juan Perro, Abel Hernández o Víctor Coyote. Hace unos meses, Los Planetas publicaron
la canción“El duendecillo verde”, dirigida con ningún disimulo a Cristóbal Montoro. ¿Servirá esta vez la música para cambiar gobiernos?