Lecciones de física para colorear la realidad
El físico Carlo Rovelli hace un recorrido por los hitos científicos de los últimos 100 años
Rovelli está convencido de que la física tiene su origen en unas potentes intuiciones que ofrecen una visión de la realidad. Esto le permite prescindir de todo el andamiaje matemático —aunque no se ha podido resistir a la tentación de reproducir la ecuación de la relatividad de Einstein al final de la primera lección—, para ir directamente al grano. Cuenta la emoción que le embargó la priemra vez que comprendió—sentado junto a la playa— alguna de estas ideas.
Además de ser un producto de la razón, Rovelli pone énfasis en señalar que la física también está emparentada con la belleza y la emoción. No tiene que extrañar, por tanto, que en el libro se aluda a que la relatividad de Einstein y un cuarteto de Beethoven provocan unos sentimientos y emociones que nacen de una raíz común cuando se logra entender lo que transmiten. Cuando en uno de los capítulos repasa, a vuelo de pájaro, las principales visiones del mundo que ha tenido y compartido la humanidad, lo hace con una idea integradora, muy alejada de la prepotencia con la que otros científicos y divulgadores dan cuenta del pasado. La física, tal como la presenta, es una expresión cultural con rasgos diferenciales, pero sobre todo con características comunes.
En la sexta lección, hay un momento en el que el autor asegura que “solo vemos una imagen descolorida del mundo”, porque a nuestra visión cotidiana de la realidad se le escapan la gran mayoría de detalles. Los aspectos más interesantes quedan velados y ocultos. La ciencia es el esfuerzo por apartar dichos velos para obtener una imagen del mundo mucho más rica. La ciencia colorea la realidad y consigue que sea mucho más interesante y asombrosa de lo que puede parecer a simple vista.
Esta imagen de la ciencia, de nuevo, es radicalmente opuesta a la que se transmite en muchas ocasiones, cuando se la presenta como una actividad reduccionista al servicio de la tecnología y de espurios intereses económicos.
La ciencia, una tarea inacabada
Rovelli pone un gran empeño en trasmitir la idea de que el científico acostumbra a dudar. Es el caso de Newton, que como explica el físico italiano se dio cuenta de que su ley de la gravedad universal caía en el absurdo de postular una acción a distancia. O se refiere a las discusiones entre Bohr y Einstein sobre el estatuto de la física cuántica, un diálogo que se prolongó durante décadas y que giró en torno al extraño mundo que describían las leyes de la mecánica cuántica.
A lo largo de las páginas del libro, Rovelli muestra las fisuras y las grietas de la física por las que se cuelan algunas de las dudas que embargan a los científicos. Muchos divulgadores piensan que hacen un favor a la ciencia mostrándola como un edificio sólido y con unos buenos fundamentos. Rovelli opta por explicarnos precisamente lo contrario: que a pesar de disponer de teorías que han resistido toda clase de pruebas empíricas y con las que se han predicho resultados sorprendentes, siguen sin ser la última y definitiva solución. Cita a Paul Dirac, por ejemplo, que concluyó que con la teoría del modelo estándar de partículas elementales “aún no hemos resuelto el problema”. Al aplicar directamente la teoría se obtienen resultados infinitos y absurdos, que solo se evitan introduciendo parámetros infinitamente grandes. Se resuelve el problema, pero a costa de generar una gran insatisfacción entre los físicos teóricos.
Rovelli pone énfasis en señalar que la física también está emparentada con la belleza y la emoción
La lección quinta se introduce con la anécdota de un rabino que intermedió en una disputa: primero escuchó a una de las partes y le dio la razón, luego escuchó a la otra parte y también le dio la razón. Y cuando su mujer, que había escuchado toda la conversación, le recriminó que no podía ser que ambos tuvieran razón, el rabino le contestó dándole de nuevo la razón. Este mismo conflicto, señala Rovelli, lo reviven todos los estudiantes de física cuando se les explica, por un lado, la física relativista y, por otro, la mecánica cuántica. Ambas teorías, extraordinarias, entran en contradicción al aplicarlas a diferentes aspectos de la realidad. Esta es la fisura a cuyo estudio Rovelli ha dedicado gran parte de su carrera profesional. La solución por la que ha apostado —y de la que es uno de sus principales contribuyentes— se conoce como gravedad cuántica de lazos, una teoría que parte de una intuición simple y poderosa para unificar relatividad y mecánica cuántica: el espacio, dice esta teoría, se compone de elementos indivisibles, semejantes a los átomos de la materia. Aplicada al universo, esta teoría obliga a sustituir el big bang por un big bounce o gran rebote, lo que implicaría que el universo no ha tenido origen, sino que se ha expandido y contraído en un perpetuo proceso de vaivén. El libro puede leerse como el viaje intelectual del autor desde que se inició en el aprendizaje de la física hasta que planteó esta síntesis.
En la lección cuarta explica que en los años 70 se puso de moda una teoría llamada SU(5), una teoría de gran belleza que pretendía sustituir el modelo estándar. De ella se derivaban algunas consecuencias empíricas, como por ejemplo que los protones tendrían que desintegrarse. Hubo científicos que dedicaron su carrera a diseñar experimentos para corroborar esta predicción, convencidos de que más pronto que tarde lo conseguirían. Estos científicos jamás detectaron la desintegración de un protón, de modo que su apuesta por esa teoría les llevó a dedicar su vida a un esfuerzo vano.
Una hipótesis científica es como una nave que puede acabar hundiéndose en medio del océano sin llegar a ningún puerto. Rovelli, que está embarcado en la actualidad en la tarea de encontrar la manera de contrastar empíricamente su teoría de la gravedad cuántica de lazos, puede acabar sufriendo el mismo revés. Esta es otra de las lecciones que se enseña en este libro: la ciencia es una aventura vibrante que entraña sus riesgos para los científicos que se atreven a lanzarse a explorar lo desconocido. Para los lectores, en cambio, lo que les espera es una lectura gratificante y placentera.
Carlo Rovelli
Traducción de J.
Ramos Mena
Anagrama,
Barcelona, 2016,
104 págs.