La oportunidad de Pedro Sánchez
El mismo PSOE que se hundía entonces encabeza hoy las negociaciones para formar gobierno. Tanto Albert Rivera como Pablo Iglesias se han mostrado no solo dispuestos sino interesados e incluso, en el caso del segundo, cercanos. Por el momento, ambos mantienen una suerte de veto cruzado, y mientras Podemos insiste en que es necesario intentar un acuerdo por el cambio y “sin las derechas” incluyendo al nacionalismo, Ciudadanos se afana en exigir responsabilidad de Estado a Mariano Rajoy en forma de abstención favorable a la propuesta de Sánchez.
Ahora bien, ninguna de las dos opciones parece viable. Los independentistas se han excluido a sí mismos de cualquier pacto porque, mientras su frente se mantenga unido en la Generalitat, no necesitan ceder. Rajoy no parece tener incentivo alguno para regalarle el gobierno a su principal opositor mientras las encuestas no muestren desgaste electoral para el PP. Así las cosas, la opción de algún tipo de acuerdo a tres bandas entre PSOE, Podemos y C’s sobrevuela el Congreso. Es esta, y siempre ha sido, la mejor alternativa para Sánchez, pues le permite formar gobierno contentando a sus militantes, a la izquierda del votante mediano, pero sin alejarse de la moderación y sin dar razones a su oposición interna para crecer. Nadie, ni siquiera los protagonistas de la negociación, pueden prever a día de hoy qué sucederá. Pero el vuelco en quién lleva la sartén por el mango es evidente. Cabe preguntarse qué ha pasado, y si la racha durará. Para que lo haga, el líder socialista deberá demostrar firmeza y equidistancia a partes iguales.
Pactar con Ciudadanos y Podemos permite a Sánchez contentar a los militantes sin perder la moderación
En realidad, Pedro Sánchez siempre fue el protagonista de la historia que empezó el 21 de diciembre, pero al principio no quiso o no pudo asumir su papel central. Desde el principio fue evidente que el suyo era el único partido que formaría parte de cualquiera de las combinaciones de gobierno posibles. Entonces tuvo la opción de asumir tal hecho y tomar la iniciativa, iniciando contactos con las demás formaciones para explorar alternativas y planteando un programa negociable de políticas a desarrollar. Sin embargo, Sánchez ha esperado a que Rajoy renuncie explícitamente a dicha iniciativa. Con ello se le ha escapado un mes y medio durante el cual Podemos ha explotado las contradicciones del adversario y se ha permitido incluso hacer la primera oferta de gobierno desde los comicios.
Tal hecho ocultaba que la formación morada tiene sus propias tensiones internas, que son en realidad mucho más frágiles que las del resto, en tanto que es una plataforma a medio construir formada por distintas sensibilidades. Así, por ejemplo, las llamadas confluencias no tienen sus incentivos necesariamente alineados con Madrid, y a veces ni siquiera entre ellas mismas, como demuestra la decisión de Compromís de salirse de la disciplina pactada en precampaña: al fin y al cabo, para la coalición valenciana la arena autonómica es la fundamental, y ahora mismo están en una coalición bien avenida con el PSPV. Ada Colau y su plataforma local, por su lado, han decidido dar un paso al frente en la formación de partido propio a nivel catalán. En Galicia hay elecciones este año, y cualquier alternativa al PP pasará por un acuerdo entre el PSdeG y En Marea. Con todo, una reedición de las elecciones generales no asegura la reedición de las confluencias. Así, el sorpasso se aleja, y también la osadía de forzar la repetición con líneas rojas.
La mejor estrategia del líder del PSOE es un acuerdo de mínimos que obligue a retratarse a quien lo rechace
Todo esto no quiere decir que el PSOE haya resuelto su cuestión interna. Solo la ha aplazado y ahora el calendario es claro: antes del 26 de abril podrán presentarse candidaturas alternativas al liderazgo de Pedro Sánchez, escenario probable si el actual secretario general no tiene algo sólido que presentar a sus cuadros regionales. Más aún: no hay nada que garantice que Sánchez vaya a mantener el pulso de la situación. Para ello debe ser consciente de que su mejor estrategia es presentar una propuesta que sea imposible de rechazar de plano tanto para Podemos como para Ciudadanos. Un acuerdo de mínimos que obligue a retratarse a quien diga no. Cualquier otra opción no explotará las contradicciones de Podemos, ni impedirá que Rivera pueda salirse con una razón suficiente para sus votantes. Un subsiguiente fracaso sin culpables claros devolvería al PSOE al día después de las elecciones, a una situación en la que solo podrán decidir cómo y por cuánto quieren perder.