Mientras en Israel se vive una nueva explosión de nacionalismo, la sociedad palestina, empobrecida y con un 46% de paro en Gaza, está dividida territorial y políticamente.
En Cisjordania gobierna la
Autoridad Nacional Palestina (ANP) liderada por el octogenario Mahmud Abás. Es el gobierno “oficial” palestino, reconocido por muchos países y el que tiene visibilidad internacional. En la Franja de Gaza, Hamás ganó las elecciones en 2006. A partir de entonces la distancia política ha crecido hasta el punto de que ambos gobiernos apenas se comunican. Hamás se declara yihadista, nacionalista e islámica.
Las condiciones de vida en los dos territorios también son muy distintas. Los israelíes construyen nuevos asentamientos cada semana en Cisjordania y Jerusalén Este. En 2013 eran 128, con 400.000 colonos judíos muy radicalizados y todos los servicios a su disposición.Los viernes, día festivo para los musulmanes, los niños y adolescentes palestinos tiran piedras en protesta por el aislamiento. El Ejército se enfrenta a ellos con armas. Si una de esas piedras hiere a un soldado, el menor puede ser condenado a 20 años de prisión. En estos momentos se calcula que hay 5.820 palestinos en prisiones israelíes, entre ellos 182 niños. Todas excepto la cárcel de Ofer, cerca de Ramala, están dentro de Israel: una violación directa del artículo 76 de la Cuarta Convención de Ginebra, que establece que una potencia ocupante debe detener a los residentes de las territorios ocupados en centros dentro de su tierra.
En Gaza, en el último bombardeo en el verano de 2014 murieron 2.251 personas, entre ellos 551 niños. Pero lo que está destruyendo a la población de la franja es el bloqueo de Israel, que impide la libre circulación de personas y alimentos. La
ONU insiste en que a Gaza solo le quedan cinco años de vida, hasta 2020. Israel controla los cortes de luz, ha bombardeado las depuradoras de agua potable e impide a los pescadores faenar más allá de tres millas. El principal hospital,
Al Shifa, funciona al 50% por falta de materiales y sus profesionales cobran la mitad del salario ya que, según su director, Usama Said Aklouk, “la otra mitad tendría que aportarla el Gobierno de Abás, pero no lo hace”.
“Eso no es cierto”, señala a
AHORA el embajador de Palestina en España, Musa Amer Oder. “Los funcionarios de Gaza no cobran si no hay dinero, pero tampoco los de Cisjordania. Lo que no se dice es que Hamás ha colocado a 40.000 personas que el Gobierno de Ramala no tiene obligación de pagar.” Y añade: “El 57% del presupuesto de la ANP va a parar a la franja a cambio de nada, pues allí no recaudamos impuestos”. Hecho que desmienten fuentes gazatíes: “El 17% de IVA que pagamos lo recaudan en Ramala”.
Según la ONU, a Gaza solo le quedan cinco años de vida. Israel controla los cortes de luz, el agua y la pesca
En Gaza se quejan de que
Ramala los tiene abandonados desde que Hamás ganó las elecciones. “Los gazatíes son parte de nuestro pueblo. Estamos dispuestos a convivir con Hamás, aunque en la diferencia. Son ellos los que no quieren compartir porque se consideran dueños de la verdad”, responde el embajador. Khaled Meshal, líder de Hamás que vive en Qatar, hizo un reciente llamamiento a la unidad antes de celebrar el
Consejo Nacional Palestino porque “nuestra causa es más grande que Hamás y Fatah”. Gaza reprocha a Ramala haber perdido décadas negociando infructuosos procesos de paz con los israelíes, olvidándose de los gazatíes. También les echan en cara la supuesta corrupción en torno a Abás y su hijo Yaser.
Este verano las acusaciones salieron desde Fatah y Abás al considerar “muy peligroso para la causa palestina” el hecho de que Israel, Hamás y países como Qatar, Suiza o Noruega negociaran, con la mediación de Tony Blair, un posible acuerdo para acabar con el bloqueo en Gaza. Un acuerdo que ha saltado por los aires en las últimas semanas. “El único que puede negociar en nombre del pueblo palestino es Saeb Erekat. Hamás no está autorizada”, insiste el embajador palestino en España. El acuerdo habría permitido acabar con el bloqueo que afecta a los habitantes de Gaza (1,8 millones) e incluso abrir una salida por mar a Chipre para la circulación de personas con visado y la pesca. Pero ahora el tema es otro. Gaza y Cisjordania son un polvorín, con una población agotada y unos líderes incapaces de unir al pueblo palestino en una sola voz.