El irresistible auge de la anti Merkel
El ascenso de la extrema derecha en Alemania es fruto de la desconfianza en las élites políticas y periodísticas, el miedo a la pérdida de la propia identidad y el recelo a la globalización
Y si las elecciones del domingo fueron una auténtica ducha de agua fría para la canciller alemana, cuya CDU sufrió históricas derrotas en Renania-Palatinado y Baden-Württemberg, para sus compañeros de coalición socialdemócratas constituyeron un desastre aún mayor, con la excepción de Renania-Palatinado, donde quedaron primeros.
El éxito fulgurante de la xenófoba Alternativa para Alemania en las elecciones celebradas en esos tres länder (estados federados), que se suma a la presencia que tenían ya en otros cinco, le debe sin duda mucho a su cabeza más visible, su copresidenta Frauke Petry.
La biografía de Petry, a la que algunos llaman la “anti Merkel”, tiene más de un paralelo con la de la propia canciller alemana. Nacida en Dresde en 1975, Petry se crió en la Alemania comunista, como la canciller, pero siempre ha presumido de que sus padres “no fueron miembros del Partido Comunista, sino enemigos del régimen”.
Alternativa para Alemania tuvo un éxito fulgurante en las elecciones de tres estados federados
Si la física Angela Merkel vivió en la RDA hasta la reunificación alemana y fue miembro de las Juventudes Comunistas, Petry se jacta de haberse trasladado nada más caer el muro, en plena adolescencia, a vivir a Alemania Occidental para estudiar en la universidad inglesa de Reading y doctorarse más tarde en química en la alemana de Gotinga y montar una pequeña empresa.
Y si Merkel es hija de pastor luterano, Petry estuvo casada también con un pastor protestante, del que tiene cuatro hijos y está ya separada. Merkel no tiene descendencia, algo que le ha valido algunos reproches desde la derecha más conservadora.
Ambas se desembarazaron además pronto de sus respectivos mentores: Merkel, de quien la arropó en sus comienzos políticos, el canciller de la reunificación alemana, Helmut Kohl, descabalgado de la presidencia honorifica de la CDU por un asunto de corrupción.
Petry se deshizo a su vez del más moderado cofundador de la Alternativa para Alemania, el economista neoliberal Bernd Lucke, y arrastró a un partido que se había distinguido en un principio casi exclusivamente por su oposición al euro, su defensa del marco alemán y el rechazo de los rescates, a posiciones cada vez más derechistas y xenófobas, al calor de la crisis de los refugiados.
Petry ha acusado, por ejemplo, a la canciller de “confundir la moral con el Estado de derecho” y abogado por el “mantenimiento del orden y los controles fronterizos para luchar contra la inmigración ilegal ya que —argumenta— un Estado soberano debe defender sus intereses”.
Petry provocó incluso un escándalo mayúsculo al sugerir en una entrevista que la policía fronteriza debería poder hacer uso incluso de sus armas de fuego para impedir que los inmigrantes entrasen ilegalmente en el país. Algo que remató otra dirigente de ese partido al señalar que debería poder hacerlo aun en el caso de que se tratara de mujeres y niños.
En 2013, todavía bajo la presidencia de Lucke, Alternativa para Alemania consiguió ya varios escaños en diversos parlamentos regionales y, al año siguiente, envió a siete eurodiputados a Estrasburgo. A los tres años de su fundación y pese a su rápido despegue, Alternativa para Alemania carece de un programa oficial, y esa cierta indefinición programática le permite echar las redes en todo tipo de caladeros: desde conservadores o incluso ex socialdemócratas descontentos con el actual rumbo de la Gran Coalición hasta los de ideología más ultra, los que acuden a las manifestaciones semanales de Pegida (Patriotas Europeos contra la islamización de Occidente).
Según cuenta la revista Der Spiegel en su número de esta semana, la AfD (siglas en alemán) da por “gastado” el tema de la moneda única y quiere concentrarse a partir de ahora sobre todo en la crítica al islam, que a sus dirigentes les parece el más prometedor en términos electorales en este momento. Sin embargo, en declaraciones al semanario francés Le Nouvel Observateur, la propia Petry negó recientemente que pueda comparársela, como han hecho algunos, a la líder del Frente Nacional de ese país, Marine Le Pen, un partido que ella considera “demasiado izquierdista por excesivamente social”. En la misma entrevista dijo estar a favor de la familia tradicional, a ser posible “de tres hijos” por pareja, a la vez que expresó su oposición al matrimonio entre homosexuales.
Hay quien ha tratado de explicar el éxito de Alternativa para Alemania por el vacío creado por la CDU a su derecha, sobre todo con su política inicial de puertas abiertas para los refugiados, especialmente los de origen sirio, los teóricamente mejor formados y en principio más laicos.
Al igual que en los años ochenta surgieron en Alemania los Verdes aprovechando la derechización del partido socialdemócrata de Helmut Schmidt, ahora parece ocurrir lo mismo, aunque esta vez el vacío se ha producido en el otro extremo del espectro político.
Un reportero del semanario Die Zeit decidió ponerse en contacto a través de las redes sociales con simpatizantes de Alternativa para Alemania y llegó a la conclusión de que entre ellos hay gente de toda condición y no solo racistas, como piensan muchos. Lo que todos ellos parecen tener en común es una profunda desconfianza hacia el los políticos del establishment y en general los medios tradicionales, a los que acusan de “mentirles” y de querer dictarles en todo momento a los ciudadanos cómo comportarse, al igual que ocurría en la antigua Alemania comunista.
La profunda desconfianza hacia la prensa se compadece, sin embargo, con la máxima credulidad cuando se trata de redes sociales, al punto de que los simpatizantes de ese partido son capaces de creerse las más disparatadas teorías conspiratorias y los mayores bulos, sobre todo si están relacionados con los inmigrantes.
Frauke Petry ha llevado a su partido a posiciones cada vez más derechistas y xenófobas
Predomina entre los votantes de Alternativa para Alemania una enorme rabia ante lo que consideran los diktats del Gobierno de Berlín, rabia que esconde en realidad un miedo profundo a la pérdida no sólo de la propia identidad por la llegada de gentes de una cultura que sienten tan distinta de la suya, sino también de sus derechos o privilegios que han conquistado. Para ellos, la solución a todos los problemas está en un regreso a las raíces, la retirada a unas fronteras seguras, el refugio en la pureza de los orígenes, que los proteja de una desastrosa globalización que ven como constante amenaza y a la que culpan de todos los males. Como culpan a los políticos, ya sean cristianodemócratas o socialdemócratas, que a ojos de los votantes de AfD son “enemigos del pueblo”. Un pueblo que dice no sentirse representado por ninguno de los partidos de la Gran Coalición, a la que acusan de no representarlo y de preocuparse más de los problemas de los solicitantes de asilo que de los que sufre diariamente la propia población, que se queja del mal estado de muchas infraestructuras y de numerosas escuelas del país.
En sus primeras declaraciones tras el desastre electoral, la canciller Angela Merkel reconoció que el principal problema fue la “inseguridad” de muchos electores ante la falta de solución de la crisis, aunque se refirió también a las diferencias entre su CDU y su partido hermano bávaro, la CSU, más a la derecha que el primero y que llegó a amenazar con llevar la política de refugiados de la canciller al Tribunal Constitucional.