El independentismo recobra impulso
La maniobra para investir a Puigdemont evita repetir elecciones y permite continuar con el procés
Dice la CUP que ha enviado a Artur Mas a la papelera de la historia. Todo apunta a que se trata de una frase para consumo interno de entusiastas convencidos. Pero lo cierto es que el movimiento independentista que representan los grupos parlamentarios de Junts pel Sí y la CUP ha recobrado aliento tras la elección del convergente Carles Puigdemont, exalcalde de Gerona, como nuevo presidente del Ejecutivo catalán. La repetición de las elecciones habría impulsado a otros partidos. La formación de un Gobierno secesionista, en cambio, devuelve a estas fuerzas la iniciativa para seguir, dicen, por el camino que debe llevar en 18 meses a nuevas elecciones y a la república catalana. Así lo entendieron, sobre todo, los dirigentes de Convergència. De ahí que se esforzaran en el último tramo negociador en convencer a Mas para que desistiese de optar a la presidencia. Resultó decisivo el papel de las entidades (Asamblea Nacional Catalana y, sobre todo, Asociación de Municipios Independentistas, que presidía el propio Puigdemont). Mas proclamó que la decisión era suya y solo suya, pero en realidad llegó del movimiento municipalista. No en vano el mayor foco de poder del centroderecha catalán está en los ayuntamientos. Los alcaldes creían que el hundimiento del partido (y de parte del independentismo) en unas elecciones repetidas en marzo acabaría pasándoles factura.
Mas proclamó que la decisión era suya y solo suya, pero en realidad llegó del movimiento municipalista
Pero el independentismo, aunque algo recuperado, sabe que inicia un camino lleno de incertidumbre. Para todos, empezando por los que han suscrito el pacto parlamentario. La CUP ha quedado resquebrajada y maniatada para el resto de legislatura, ya que no puede hacer otra cosa que votar siempre a favor de la formación gubernamental. El pacto firmado con Junts pel Sí establece que sus diputados no votarán “en ningún caso en el mismo sentido que los grupos parlamentarios contrarios al proceso y/o al derecho a decidir cuando esté en peligro la estabilidad”. Otra cosa es la duración de este pacto suscrito por la dirección sin haber convocado a las asambleas del movimiento. Pero mientras dure, la CUP deja de existir parlamentariamente y habrá que ver el coste de esta cláusula.
Fuelle para Junts pel Sí
Los partidos integrados en Junts pel Sí han conseguido algo de fuelle. Convergència dispone de al menos un año (es el mínimo que prevé la ley para que haya nuevas elecciones) para refundarse y Mas, pese al peaje pagado, ha anunciado que se dedicará a ello plenamente. El miércoles renunció a su acta de diputado. Pero esa refundación tiene sus aristas. En el partido hay tendencias diversas que no afloran porque se aplica a rajatabla el centralismo democrático: se hace lo que manda el líder. Hasta hace unos días, este presidía partido y gobierno. ¿Cómo enfocará CDC una etapa con dos líderes? ¿Se conformará Puigdemont con ser presidente interino y guardarle el puesto a Mas?
Varios cuadros del partido sostienen que la intención es refundar Convergència buscando una especie de simbiosis entre el Partido Nacionalista Vasco y el Partido Nacionalista Escocés. Del primero copiarían la bicefalia, si funciona; del segundo, su transversalidad, la voluntad de representar a amplias capas de la población, de derechas y de centroizquierda. Para ello el partido, que ahora se define como liberal y comparte grupo con Ciudadanos en el Parlamento europeo, iniciaría un viraje al centro. Recuperaría así algunas de sus características fundacionales, cuando Jordi Pujol (a quien conviene no citar ni siquiera en este caso) decía inspirarse en la socialdemocracia sueca.
ERC es la única fuerza que no ha salido debilitada en el trayecto hacia la formación de gobierno
Hay un problema: ese espacio ya lo ocupa ERC, lo que hará inevitable un choque entre ambas formaciones. Lo ha habido ya durante el periodo que va desde las elecciones hasta la investidura de Puigdemont. Casi nadie quería que se repitieran los comicios, pero molestaba menos a Esquerra que a CDC, para quien hubiera sido una hecatombe, según sus propias encuestas. De hecho, ERC es la única fuerza que no ha salido debilitada en el trayecto. Sus aliados convergentes esperan y desean que eso cambie ahora. “Gobernar desgasta”, sostiene uno de los nuevos consejeros del Gobierno catalán que milita en Convergència. Y ese desgaste debe afectar especialmente al flamante vicepresidente económico, Oriol Junqueras, y a su partido. “Se acabó ser gobierno y oposición”, afirma con fraternal saña.
Esquerra, en cambio, confía en que su imagen de partido de gobierno salga reforzada por la gestión. Desean enfatizar los aspectos más relacionados con la independencia: creación de una hacienda y seguridad social propias y proceso constituyente, tres tareas a iniciar antes de un mes. Sus dirigentes esperan y, en parte, ansían una respuesta represiva del Gobierno español para aparecer como mártires de la causa. Artur Mas ya había confiado a algunos allegados que no le importaría pasar unos días (no más) en la cárcel. Ese honor se lo disputan ahora los dirigentes de ERC. Y tampoco les importa.
En el debate de investidura, Lluis Rabell, líder de Catalunya Sí que es Pot (alianza de Podemos e ICV) sostuvo que nadie, ni siquiera los dirigentes independentistas, cree que Cataluña vaya a declararse independiente. Esta afirmación, que nadie rebatió, la repiten en privado dirigentes de CDC, al tiempo que reconocen que su intención es moverse entre dos aguas. Si el independentismo avanza, ahí están, y Puigdemont, independentista toda su vida, sirve como ejemplo. Si el proceso encalla, la fuerza ganada por el movimiento proindependencia sería crucial para negociar el nuevo estatus de Cataluña en una España plurinacional. Una ambigüedad que también forma parte de la historia de Convergència.
PP y C’s, descolocados
Los que han quedado más descolocados son PP y Ciudadanos. Los populares intentaron una maniobra de última hora en busca de un aplazamiento del pleno de investidura que habría llevado a repetir elecciones. Perdido ese tren, esperan que, al menos, la amenaza secesionista apuntale a Mariano Rajoy.
Ciudadanos, en cambio, tiene un triste futuro a medio plazo: Inés Arrimadas será líder de una oposición a nada. Sus iniciativas están condenada al fracaso frente a la mayoría parlamentaria de Junts pel Sí y la CUP. Siempre le quedará el eco mediático, que no es poco. Sin contar con que el resto de partidos no independentistas no están dispuestos a reconocerle preeminencia alguna y menos a acompañarla en las votaciones. Hacerlo supondría disolverse en Cataluña y tanto socialistas como Catalunya Sí que es Pot tienen como objetivo ganar presencia con perfil pactista propio, lo que dependerá, en buena parte, de lo que hagan sus homólogos en el conjunto de España.