De Niza a Ankara: tecnología y premodernidad
El paralelismo está en la combinación de lo premoderno y lo moderno tan propio de nuestras sociedades en muchas partes del mundo
En la segunda parte del siglo XX las intentonas golpistas —incluida la del 23-F en España— tuvieron como uno de sus primeros objetivos, además del Parlamento y las principales vías de comunicación, ocupar los medios, especialmente las televisiones y las emisoras de radio. En el caso turco, los golpistas ocuparon efímeramente la televisión estatal y obligaron a una locutora a leer un comunicado contra el que llamaron “traidor”. También cortaron durante un tiempo las redes sociales en un país en el que internet está fuertemente controlado desde el Estado y donde no es la primera vez que desde un poder se interrumpe este tipo de comunicaciones. Erdogan, poco partidario de la libertad de información, lo sabe bien: en 2013 calificó a Twitter de “amenaza a la sociedad” y un año después se declaró “crecientemente contrario a internet”. Su régimen, que mantiene encarcelados a ocho periodistas, ha llevado a cabo tres bloqueos de las redes sociales solo en lo que va de 2016. Desde 2007 la Turquía de Erdogan cuenta con una ley que permite bloquear páginas web. Es decir, que hay funcionarios que saben hacerlo, como los que bloquearon temporalmente en 2014 y de nuevo en 2015 Twitter, Facebook y YouTube por transmitir noticias que ponían en aprietos al régimen o fotos de atentados que consideraban que no debían difundirse.
La intentona golpista en Turquía ha sido “un extraño golpe del siglo XX derrotado por la tecnología del siglo XXI”
Durante unas horas, en la noche de la intentona golpista —de una forma algo chapucera en un país en el que los militares saben dar golpes de Estado y este es de los pocos que ha fracasado— las redes sociales dejaron de funcionar, aunque algunos, ya duchos en esto, consiguieron burlar la prohibición, especialmente a través de Periscope y Facebook Live, para transmitir en directo vídeos de lo que estaba ocurriendo. Turquía —sobre todo Estambul y Ankara— es uno de los países con mayor número de usuarios de Periscope. Y muchos pudieron ver a unos soldados poco entusiastas y con miedo en sus caras, lo que contribuyó a facilitar que la gente acabara saliendo a la calle para oponerse al golpe. Otro fallo de los golpistas fue iniciar su operación hacia las 10 de la noche, con poco control ya sobre los medios o las calles.
Parar el golpe. "Pásalo"
Paradójicamente, Erdogan, que supo de la intentona horas antes de que esta empezara, pudo en un primer momento comunicarse a través de un iPhone con una reportera de la CNN Turk, emisora privada que los golpistas intentaron pero no lograron silenciar. A través de Facetime, la aplicación para videollamadas de Apple, Erdogan logró mediante esta entrevista televisada en directo lanzar su mensaje para que la gente saliera a la calle a defender el Gobierno democráticamente elegido. Y en cuanto pudo, Erdogan utilizó Twitter para comunicarse con sus más de ocho millones de seguidores, además de Facebook. Y Whatsapp fue esencial para la comunicación entre los colaboradores fieles al Gobierno.
Posteriormente, los nada modernos minaretes se encargaron, por orden de los imanes, de relanzar a través de sus altavoces el mensaje de movilización contra los golpistas. Ante un internet que fallaba, también logró Erdogan enviar un SMS a todos los móviles turcos insistiendo en la movilización popular. Es la nueva realidad, que, antes de las redes sociales, ya se puso de manifiesto tras el 14-M de 2004 en España con los SMS de “¿Quién ha sido? Queremos saber. Pásalo”.
Es posible que Dáesh, que ha reivindicado el atentado de Niza, fuera sobre todo una fuente de inspiración
Erdogan ha acusado a su antiguo aliado Fethullah Gülen, el islamista filósofo y millonario residente en Estados Unidos, de estar detrás del golpe. Gülen lo ha negado, también a través de las redes, y ha sugerido que el presidente turco podía estar detrás de lo ocurrido. Además de una cierta involución democrática, el enfrentamiento entre estos personajes encarna la pugna de un islamismo moderado (ni salafista ni yihadista) contra otro, no un golpe de militares (y civiles) defensores del laicismo de Kemal Atatürk, el fundador de la Turquía moderna y secular, frente a una creciente islamización del Estado y de la sociedad. Se tardará en saber realmente qué ha habido detrás y qué extrañas alianzas entre sectores militares, sociales y políticos se han urdido tras esta intentona. Sean quienes sean los instigadores del golpe, a Erdogan le ha venido bien para dar, a su vez, un golpe de mano de represión.
El paralelismo con Niza está en la combinación de lo premoderno y lo moderno tan propio de nuestras sociedades en muchas partes del mundo. El agresor, Lahouaiej Bouhlel, supuestamente se radicalizó muy rápido, según las autoridades francesas esencialmente a través de Internet. Pero contó con ayuda, como demuestra que la pidiera a través del móvil con su mensaje de “lleva 5 armas a C”. Los lobos solitarios son bastante excepcionales, a pesar de su predicamento en una parte de los medios de comunicación, pues detrás de muchos de estos terroristas suele esconderse una cierta organización, aunque sea pequeña. Es posible que Dáesh, que reivindicó el atentado de Niza, fuera sobre todo una fuente de inspiración.
Radicalización analógica
Lo que está ocurriendo con los atentados yihadistas en Europa coincide en buena parte con las conclusiones del magnífico estudio de Fernando Reinares y Carola García-Calvo sobre “Estado Islámico en España”, realizado para el Real Instituto Elcano a partir de datos de detenidos en nuestro país. Su trabajo viene a corroborar lo que también, en otros casos, han señalado el antropólogo Scott Aran y el investigador en ciencias cognitivas Nafees Hamid. La primera conclusión es que estos terroristas tienen un conocimiento muy escaso del islam y que la religión no es el motivo central de su manera de actuar. La segunda es que pesan más los contactos humanos que las redes sociales, aunque la mezquita sea un importante lugar para esa radicalización. Según Reinares y García-Calvo, en el caso de los detenidos en España la radicalización es en un 90,6% presencial y en un 9,4% online. Esta se produce principalmente a través de un activista, seguido de familiares, amigos y, solo en un 8,5% de lo casos, de líderes religiosos.
Este es un mundo en el que coinciden varias épocas. La purga de miles de militares, policías, jueces, fiscales y civiles que está llevando a cabo Erdogan tiene mucho de clásica, y preocupa profundamente a la UE —aunque esta lleva toreando a Turquía sobre su ingreso desde hace demasiados años— y a la OTAN (de la que es miembro), que ya ha advertido al régimen que “no siga por ahí”. Erdogan tendría ahora la oportunidad de reforzar la democracia, pero sus querencias le arrastran hacia el putinismo. En cuanto a las redes, han demostrado su fuerza como mecanismo para detener o invertir un golpe, y quizás en el futuro puedan contribuir a evitar una involución democrática impulsada desde un régimen que, por muy democrático que sea su origen, lo es mucho menos en su ejercicio.