30/10/2024
Fotografía

Cristina García Rodero. El viaje humanista de la fotografía

Sin traicionar la espontaneidad de la mirada, sus imágenes, cuidadosamente encuadradas, recogen la alegría, el misterio y la ternura de las costumbres

Érika Goyarrola - 19/08/2016 - Número 47
  • A
  • a
Cristina García Rodero. El viaje humanista de la fotografía
Manglito beach, Baracoa, en Cuba, en 2011. ©Cristina Garcia Rodero / Magnum Photos

Mientras la imagen oficial de España de finales de los años 70 se empeñaba en mostrar la rápida modernización del país, un grupo de fotógrafos prefirió volver la mirada a las tradiciones, poco visibilizadas, que aún pervivían en numerosos pueblos. Entre ellos, una joven Cristina García Rodero (Puertollano, 1949) se dedicó durante 16 años a recorrer la península. Se fijó en los aspectos más desconocidos de un olvidado ámbito rural y fotografió sus fiestas, celebraciones y ritos. El resultado de ese trabajo, el libro titulado España oculta, expone el reverso de un país que luchaba por salir de 40 años de represión y aislamiento.

La afición de García Rodero por el medio fotográfico comenzó como un juego siendo todavía una niña. Con 17 años realizó su primer reportaje en torno a la fiesta del día del devoto celebrada en su pueblo, manifestando ya su fascinación por las fiestas populares. En 1968 decidió trasladarse a Madrid para estudiar Bellas Artes en la especialidad de pintura. Allí asistió, entre otras, a las clases del pintor Antonio López. Su pasión por la fotografía continuaba y, de manera paralela, realizó estudios de Artes y Oficios para cursar una asignatura de fotografía de la que la licenciatura universitaria carecía. Aunque terminó aprendiendo de manera autodidacta gracias a una ampliadora que su padre les regaló a ella y a su hermana. Años más tarde, durante una estancia en Florencia, participó en diferentes huelgas y trabajó como reportera. Estas primeras experiencias documentales, junto a la  añoranza que sentía por su tierra, le hicieron tomar la  decisión de regresar a España e indagar en las tradiciones populares que permanecían desconocidas. A su vuelta en 1972, la Fundación Juan March le concedió una beca para fotografiar las fiestas españolas.

La cara b de la modernización

Su trabajo profundiza en las manifestaciones populares y demuestra gran habilidad para captar las relaciones

Las imágenes de España oculta muestran una atemporalidad que no permite reconocer la época en la que fueron tomadas. García Rodero adoptó la visión antropológica de Julio Caro Baroja así como el realismo de las formas y temáticas de las pinturas de José Gutiérrez-Solana, pero sin caer en el tenebrismo y el pesimismo que caracterizan la visión cruda de este excelente autor. El trabajo de García Rodero profundiza en las manifestaciones populares de los pueblos y demuestra una habilidad especial para captar las relaciones humanas a través de una mirada cercana y cargada de ternura y también con pinceladas de ironía. La alegría y la tragedia conviven constantemente en las fotografías y plasman una dualidad que se muestra como una característica de la realidad que retrata. Mostró unas fiestas y tradiciones enormemente ricas que permanecían ocultas frente a la imagen turística que el país comenzaba a vender en el exterior. Esta decisión de documentar una España marginada recuerda a la vehemencia del trabajo de Josef Koudelka por visualizar la comunidad gitana europea de los años 60.

Mostró tradiciones que permanecían ocultas frente a la imagen turística que comenzaba a venderse en el exterior

La vida cotidiana, la cultura popular, la fe religiosa, las prácticas paganas o la relación con la tierra aparecen en las fotografías: mujeres con pequeños ataúdes en la cabeza; niños con la boca abierta esperando aburridos a que se produzca el desenlace de una celebración; un cabezudo que sostiene a un bebé; una mujer que duerme en las eras mientras, en un segundo plano, dos personas trabajan la tierra; niños disfrazados de ángeles; un grupo de enanos toreros cuya imagen serviría de inspiración, décadas después, al director Pablo Berger para su debut cinematográfico con Blancanieves en 2012; una niña que posa en la calle levantándose el vestido bajo un cordero muerto colgado de una pared; una madre que da la mano a su hija preparada para recibir la primera comunión. Estas imágenes, en las que lo documental viene guiado por un compromiso por la comprensión de lo humano, convirtieron a Cristina García Rodero en una de las fotógrafas españolas más importantes. En 1989, España oculta recibió el premio al mejor libro de fotografía del año en el festival Les Rencontres d’Arles, consagrándola igualmente en el panorama internacional.

A ese le siguieron otros proyectos sobre la península como España, fiestas y ritos, en el que continuó con la misma temática pero esta vez en color, o Transtempo, que recorría igualmente su tema favorito, esta vez centrado en Galicia. Estuvo viajando a lo largo de tres décadas a diversos lugares y retrató los carnavales de Laza o Viana da Bolo, diferentes romerías o el desembarco vikingo de Catoira. Este tipo de fiestas, especialmente el carnaval, habían sido prohibidas durante el franquismo. Una vez instaurada la democracia, los ayuntamientos las recuperaron más como reclamo turístico que con intenciones estrictamente cultural y, en ocasiones, fomentaron la reinvención de ciertos rituales. Cristina García Rodero consiguió retratar el carnaval como la transgresión a la norma que supone al posibilitar el ocultamiento, el disfraz, la asunción de diferentes roles y personalidades y la contestación de la autoridad. El trabajo de la fotógrafa incide en la ambivalencia de unos rituales en los que lo normativo religioso es trascendido por expresiones populares de raíz pagana. El carnaval es una de las pocas tradiciones en las que el carácter religioso, que propiciaba un momento de libertad antes de los vetos cuaresmales, ha quedado diluido casi por completo.

La libertad total

La profesión de docente ejercida desde muy joven por García Rodero en diferentes centros como la Escuela de Artes y Oficios de Madrid o la Facultad de Bellas Artes en la Universidad Complutense le han permitido utilizar la fotografía con total libertad. Normalmente ha trabajado de manera independiente financiándose ella misma los proyectos, aunque algunos de sus reportajes nacen de diferentes encargos editoriales o de instituciones como la UNESCO. Por ejemplo, con la ONG Médicos sin Fronteras realizó un trabajo en Georgia para demostrar la importancia que tienen las organizaciones humanitarias en determinados países. La autora llegó por primera vez en 1995, año en el que terminaba la guerra civil que había sumido al país en la pobreza y había originado numerosos refugiados. Debido a su constante perseverancia en investigar una y otra vez los lugares que retrata y gracias a las similitudes que encontró en este país con una España no muy lejana, regresó en otras dos ocasiones: en 2008, coincidiendo con un nuevo conflicto armado, y en 2013. El proyecto final, Georgia (1995 -2013) se puede ver en un audiovisual que incluye 150 fotografías en blanco y negro en las que se observa, en las primeras imágenes, la miseria, el dolor y la muerte y, en las más recientes, la lucha por la modernización: una madre vestida de luto mira a cámara mientras se despide del cadáver de su bebé, dos enfermos reposan en sus camas en la soledad de un hospital psiquiátrico o un joven sujeta un crucifijo rodeado de una multitud en una celebración religiosa en la catedral de Kutaisi.

Otros proyectos se extienden por diferentes países de la geografía mundial, como México, Estados Unidos, Grecia, Italia, Haití, India, Polonia, Macedonia, Kosovo, Albania o Rumanía, entre otros. En María Lionza: la diosa de los ojos de agua narra el culto, que se remonta a tiempos anteriores a la colonización española, que recibe este personaje mítico en Venezuela. Durante la realización de este trabajo, que duró 10 años, García Rodero se pasó a la fotografía digital para facilitar el trabajo con poca luz, ya que numerosos rituales se celebraban de noche. Aparecen chamanes en trance, parejas participando de ritos para solucionar sus problemas o una madre que acude con su hijo enfermo para que sea sanado. Siguiendo algunos de los temas apuntados en anteriores proyectos, en Entre el cielo y la tierra realizó un análisis de las contradicciones que surgen entre lo religioso y lo pagano, entre la vida y la muerte, entre el placer y el dolor o entre la espiritualidad y la carnalidad. Lo hizo, por un lado, a través de celebraciones religiosas y, por otro, retratando manifestaciones en las que el cuerpo tiene un papel protagonista, como los certámenes de belleza: desde la Love Parade de Berlín hasta rituales del Caribe.

Los premios y Magnum

La trayectoria de la fotógrafa ha sido reconocida con numerosos galardones como el premio de la Fundación Eugene Smith de Fotografía Humanista en 1989, el primer premio World Press Photo en la categoría de arte en 1993, el Premio Nacional de fotografía otorgado por el Ministerio de Cultura en 1996, el FotoPres de la Fundación La Caixa, el premio Bartolomé Ros de PhotoEspaña en 2000 o la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes en 2005. El mayor reconocimiento le llegó en 2005 cuando se convirtió en miembro de Magnum. Fue la primera española —y única hasta la fecha— en ingresar en la agencia fotoperiodística.

La aproximación de García Rodero es directa y precisa, capaz de mostrar el drama y la alegría sin caer en la nostalgia de un pasado mejor. El humor, la cercanía, la ternura, lo anecdótico y el misterio se aúnan en las fotografías, cuidadosamente encuadradas, que, sin embargo, no traicionan la espontaneidad de la mirada. La fotógrafa, alentada por la curiosidad y la necesidad de descubrir, continúa en la actualidad recorriendo romerías y fiestas populares buscando lo escondido e inesperado en aventuras que posibilitan contar historias y profundizar en el aspecto humano. Contribuye así a enriquecer un archivo humanista de gran interés desde el punto de vista antropológico. Recoge costumbres y fiestas locales que tienden a desaparecer puesto que no siempre son preservadas por las nuevas generaciones.