Cómo presionar a Turquía
Algunos políticos sostienen que la UE debe suspender los acuerdos
La economía es su gran triunfo: desde que llegó Erdogan al poder, la renta per cápita turca se ha triplicado y han surgido por todas partes como hongos los bloques de apartamentos, incluso en la atrasada región de Anatolia. Erdogan tiene que agradecer ese auge económico en muy buena medida al más fácil acceso al mercado común europeo y a las fuertes inversiones europeas en la economía turca.
La ambición del líder del AKP era colocar al país entre las 10 primeras economías del mundo para el año 2023, cuando se cumple el centenario de la república y todo indica que él mismo pretende seguir en ese momento al frente del país.
Es, sin embargo, un reto difícil, por no decir imposible, ya que para lograr tal objetivo la economía turca debería crecer a un ritmo anual del 8% y para este año, por ejemplo, el Fondo Monetario Internacional pronosticaba antes de la intentona golpista solo un 3,8%. Con el fracasado golpe militar, la lira turca ha perdido buena parte de su valor, lo que encarecerá las importaciones que necesita la industria del país. A lo que hay que añadir el hundimiento del turismo: ya el pasado mayo hubo un 35% menos de visitantes que el mismo mes del año anterior.
Uno de los factores que influyeron en esa caída fueron las sanciones impuestas por Moscú tras el derribo por Turquía de un caza ruso —los rusos contribuían fuertemente al turismo extranjero—, a lo que se suman ahora las anulaciones de muchos europeos por temor a nuevos atentados terroristas y a la inestabilidad en toda la región. Ya antes de los últimos sucesos habían caído, entre otras, las inversiones alemanas en Turquía: de 540 millones de euros en 2014 pasaron a solo 340 millones el año pasado.
Algunos políticos creen que la Unión Europea debe aprovechar ahora la extrema dependencia turca de la Unión Europea para presionar a Ankara y obligar a Erdogan a poner fin a la represión desatada tras el golpe.
Entre ellos está el eurodiputado de la CDU alemana Elmar Brok, para el que la Unión Europea debería amenazar ahora a Erdogan con renunciar a la proyectada ampliación de la unión aduanera con Turquía. De la misma opinión es el eurodiputado liberal y vicepresidente del Parlamento europeo, Alexander Graf Lambsdorff: “No es este el momento de discutir esos proyectos”. Lo prioritario, en su opinión, es centrarse en el respeto al Estado de derecho, que corre peligro en Turquía.
La fracasada intentona ha puesto de relieve otro punto débil de Erdogan: la desconfianza que siempre ha sentido hacia él y, sobre todo, a su política de islamización de la sociedad turca una parte importante del estamento militar, que se considera garante del laicismo desde tiempos de Atatürk. Solo así se explica el que el presidente tuviera que mandar detener en los últimos días a un centenar de generales y almirantes, es decir, casi un tercio de la dirección militar del país. Entre ellos están el comandante del segundo ejército, Adem Huduti, y Bekir Ercan Van, jefe de la base aérea de Incirlik, que utilizan estadounidenses y europeos en la lucha contra Estado Islámico.
Esto último resulta especialmente preocupante para Estados Unidos y para la OTAN, ya que esa base es el mayor depósito de armas atómicas que tiene la alianza. Según la revista estadounidense de política exterior Foreign Policy, “las bombas atómicas de Estados Unidos no están ya seguras en Turquía”. Y está, para complicar aún más las cosas, el conflicto kurdo: los separatistas podrían aprovechar ahora la crisis turca para impulsar la separación del Estado de las regiones kurdas del sureste del país.
¿Cómo puede Erdogan superar ese cúmulo de desafíos? Solo con más democracia, dice el exdiputado liberal del partido de Erdogan y jurista kurdo Osman Can: “Sin una constitución democrática, el sistema seguirá siendo vulnerable a nuevas intentonas golpistas y al populismo”. Pero todo indica que el presidente turco ha optado por la dirección contraria.