24/11/2024
Literatura

Un viaje desde el dolor propio

Francisco Goldman cierra el díptico dedicado a la muerte de su pareja, la escritora Aura Estrada

Un viaje desde el dolor propio
Francisco Goldman. Murdo Macleod / Polaris / Contacto
"Los afligidos no hablan el mismo idioma que los demás”, dijo la escritora Iris Murdoch, y ese lenguaje particular, sufriente y a veces escabroso de quien padece una pérdida irreparable ha dado obras excelentes hasta convertir el asunto en un subgénero literario. La literatura del duelo amoroso, la que rehúye la autoayuda y no ahorra ningún pliegue del desagarro emocional, ha tenido algunas incorporaciones canónicas estos años, como Niveles de vida, de Julian Barnes; Rondó para Beverly, de John Berger; el elogiado El año del pensamiento mágico, de Joan Didion, o el más lacrimógeno Carta a D., de André Gorz. Son libros íntimos, intrahistorias en las que el ruido de fondo de la vida que sigue apenas alcanza a manchar la pureza del recuerdo, como en el clásico Una pena en observación, la elegía de C.S. Lewis de 1960 a su esposa, la escritora Helen Joy Gresham.

La superación del duelo 

Como si de un personaje de su vecino de Brooklyn Paul Auster se tratara, el escritor estadounidense de origen guatemalteco Francisco Goldman (1954) ha escrito la crónica de su particular ascenso y caída. La caída comenzó en 2007 en una playa en Oaxaca cuando una ola produjo daños irreparables a su pareja, la escritora mexicana Aura Estrada, que moriría horas después. “Me crean o no, el amor era nuevo para mí”, escribió en Di su nombre (Sexto Piso, 2012), primera parte de su díptico, que ahora completa con El circuito interior (Turner).

La literatura del duelo amoroso ha tenido algunas incorporaciones canónicas estos años

En el libro anterior predominaba la semblanza y el recuerdo del tiempo pasado junto a Aura. En la segunda parte oficiosa, Goldman habla esencialmente del proceso de superación del duelo en México D.F., donde vivió intermitentemente con ella. Las caídas y recaídas, con sus infrecuentes momentos de contenida y psicoanalizada euforia y con los más abundantes de desahogo etílico y sus esperadas consecuencias en forma de palizas y llantinas, tienen en esta megaurbe su impúdico escenario. “Todo el verano había sido, para mí, una lenta y alcohólica caída en el abismo, cuyo fondo toqué finalmente aquel día, tirado en la calle, ensangrentado y brutalmente pateado por una turba de niños ricos”, escribe Goldman.

El escritor resume los propósitos terapéuticos de El circuito interior: “En esta historia, un hombre, roto, cuando menos en cierto sentido, por el dolor de la pérdida, y dominado por el duelo y por el agotador solipsismo que conlleva, está determinado a encontrar la salida de ese dolor”. Tras varios años, apoyado en amigos, libros y una nueva pareja, él mismo confiesa: “Finalmente logra, aunque no exactamente por el camino planeado, renacer. Incluso vuelve a enamorarse. Una de las cosas que descubre —mientras escribe sobre ese dolor, luego de haberlo vivido— es que un lugar, la Ciudad de México, se ha convertido en una parte esencial de su propia historia”.

“Lo que yo creo que narra El circuito interior es un viaje desde el dolor propio, desde la vida ensimismada, hacia el dolor ajeno y colectivo; narra una decisión de abrirte de nuevo a la realidad, de asumir responsabilidades de comunidad y de conectar”, explica a AHORA Goldman. Su respuesta recuerda a la forma en la que C.S. Lewis justificaba su renuncia a no pensar en su malograda esposa: “He descubierto una cosa: el dolor enconado no nos une con los muertos, nos separa de ellos. Es precisamente en esos momentos en que siento menos pena cuando H. irrumpe encima de mi pensamiento en toda su plena realidad”.  Goldman ni quiere ni puede olvidar: “[la psicoanalista] Quería que tomara fármacos psicotrópicos para ‘suavizar el proceso’, pero yo no tenía intenciones de suavizar nada, y me negué, con la terca convicción de que el único modo de salir de aquello era vivirlo a fondo, agotarlo hasta que solo quedara un residuo alquímico arduamente conseguido con el que podría vivir para siempre”, escribe.

Retrato del D.F.

Goldman recorre los barrios de México D.F. (las colonias Roma, Condesa, Tepito) también con la mentalidad del periodista. Las imágenes de Aura, el dolor de su ausencia, se confunden con las de los desaparecidos por la violencia mexicana y las de sus contritos familiares, como si encontrara un espejo de su dolor en una sociedad tan herida como él: “La pérdida repentina los arroja a un mundo donde el pasado está más vivo que el presente; y el presente, en contraste, parece un abismo que podría tragárselos si no logran impedirlo”, escribe. 

En El circuito interior Goldman habla esencialmente del proceso de superación del duelo en México DF

La ciudad que describe está amenazada por el narco. El circuito interior es también una elegía a la capital que se supo mantener al margen de la violencia que asolaba el resto del país. Ni cárteles ni PRI, que para Goldman es nombrar la misma cosa. “En México el poder político y el crimen organizado van de la mano, y la fuga del líder del cártel de Sinaloa, el Chapo Guzmán, es otra prueba más”, dice a este periódico. Lamenta la degradación que, a su juicio, sufre la ciudad desde que Miguel Ángel Mancera llegó a la alcaldía en 2012. Aunque pertenece al izquierdista PRD de sus elogiados antecesores, Goldman lo acusa de ser un “infiltrado del PRI” que ha conseguido que el D.F. deje de ser “el último bastión contra su restauración y ‘dictadura perfecta’”. 

Con el conservador Partido de Acción Nacional fuera de juego por sus luchas internas y su mala digestión del poder, y sin el PRD —salido del PRI y fundado por Cuauhtémoc Cárdenas, hijo del presidente Lázaro Cárdenas, tan caro a los republicanos españoles tras la guerra civil—, o con el PRD desprestigiado por la mala gestión capitalina y por sucesos como la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala, ¿es de esperar otro sexenio del PRI tras Peña Nieto? “Faltan tres años para las elecciones, no sé cómo puedes decir eso”, se revuelve Goldman, con una contundencia que denota que sus predicciones se sostienen, sobre todo, en el deseo: “El PRD que conocemos está condenado a la extinción política, pero  yo no veo un PRI que pueda llegar a más del 35% y probablemente ni eso. Si la oposición se renueva y encuentra una manera de organizarse bien, ganará. Queda mucho tiempo”.   

El asombro ante una ciudad “viva y palpitante”, donde los continuos terremotos parecen síntomas de su animada inquietud, tiene algo parecido a la epifanía amorosa. Dan igual los inconvenientes objetivos, los atascos, las aceras levantadas o los robos. La ciudad es su refugio, sus instrucciones de uso para acomodar sin veneno en su memoria el recuerdo de su amor irreparablemente ausente: “La combinación de voluntad y azar, la disposición de perderme para encontrar algo inesperadamente me había acercado a Aura de esta manera nueva en que ella estaba a la vez presente y ausente, a un tiempo garantizando su permanencia y dejándola ir”. 
El circuito interior
El circuito interior
Francisco Goldman

Traducción de Juan Antonio Montiel
Turner, Madrid, 2015, 282 págs.