Prisa, ¿qué prisa?
Rajoy sigue volcando la presión de su investidura sobre el PSOE, que se ratifica en su negativa a pesar del primer acuerdo entre PP y Ciudadanos
La urgencia que proclama Rajoy sobre la necesidad de formar gobierno choca con su lentitud negociadora
Mariano Rajoy se ha tomado las posibles negociaciones para pactar su investidura sin prisas y con algunas pausas. Por ejemplo la de los ocho días que dijo necesitar para que el comité ejecutivo nacional del PP “estudiara” las seis condiciones que le puso Ciudadanos para cambiar su abstención por un sí a su continuidad en La Moncloa. Aunque después, el miércoles tras la reunión, aseguró que ni siquiera habían hablado de ellas. No dio respuesta pública a Albert Rivera. Solo le dijo que su paso era “importante” pero “insuficiente” porque necesita más votos o abstenciones para mantenerse como presidente. Así que desdeñó, aunque fuese por un día, la exigencia de Ciudadanos de que fije la fecha de la investidura para sentarse a hablar y ni siquiera desveló si acabará sometiéndose a la confianza del Congreso de los Diputados o si acabará por renunciar. Rajoy dejó a todos perplejos. Un movimiento todavía más inexplicable cuando solo un día después, tras reunirse con Ciudadanos, firmaba el acuerdo anticorrupción sin matices y ponía fecha a su investidura. El primer pleno será el 30 de agosto.
Presionar a Sánchez
Rajoy mantiene así su estrategia habitual: presionar a Pedro Sánchez. Al líder del PSOE le emplazó a que le resuelva el problema. El de la investidura y el de la formación del gobierno que, según repite, “urge”, aunque no parece que esa urgencia le lleve a plantear más acciones que la pura coacción. “Si no hay investidura habrá terceras elecciones”, dice ahora atribuyendo a los socialistas la responsabilidad de que esto último pueda ocurrir.
A algunos dirigentes del PSOE la advertencia les preocupa porque piensan que a lo mejor Rajoy no va de farol y que le podría interesar esa repetición electoral. Pero Sánchez —a quien el aspirante le pidió directamente que le diese fecha para la investidura— y su núcleo duro se ratificaron el mismo miércoles en el no, pidieron a la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que fijase ya el Pleno en el que Rajoy debe someterse a la confianza de la Cámara y le advirtieron de que presentarían una iniciativa para obligarle a hacerlo si ella no se adelantaba.
El PP fía cualquier posibilidad de investidura a que el PSOE cambie su no por la abstención
A la cúpula socialista le irrita además que el líder del PP pretenda no solo que le faciliten seguir en la Presidencia del Gobierno sino que le garanticen la estabilidad de la legislatura. “Rajoy no quiere que le garanticemos la investidura, quiere que le garanticemos la legislatura, y eso es impensable”, asegura una persona cercana a Sánchez, que contempla, sin embargo, una hipotética abstención si Rajoy se presenta a la investidura a falta de seis votos.
Perder o ganar tiempo
Los más próximos a Rajoy alaban siempre su manejo de los tiempos, porque esa impasibilidad, ese esperar y ver en modo reposo, le suele dar buenos resultados y piensan que esta vez también los obtendrá. Ahora, cuando están a punto de cumplirse dos meses desde las elecciones, el aspirante a seguir en La Moncloa está demostrando una vez más ser un maestro en dejar pasar el tiempo, en posponer las decisiones, en hacer que la responsabilidad de la investidura y de ese gobierno que “urge” recaiga sobre los demás. Sobre el PSOE y Sánchez especialmente. La posibilidad de que los electores les culpen de unas terceras elecciones también divide a los socialistas. Hasta el punto de que los críticos con Sánchez murmuran que a su secretario general le puede interesar también volver a las urnas.
Podría ser además que Rajoy pierda tiempo a la espera de que pasen las elecciones vascas del 25 de septiembre y los resultados le abran la posibilidad de contar con los votos del PNV. Con la fecha de la primera Sesión de investidura ya fijada Rajoy tendría un mes para negociar con los jeltzales. Hay dirigentes socialistas que sostienen que también sería mejor para ellos que la investidura fuera después de los comicios vascos y gallegos, porque facilitar antes la investidura de Rajoy podría perjudicarles.
Otro de los problemas es la desconfianza de Rajoy hacia Ciudadanos después de haber forzado a ese partido a tomar una iniciativa para sentarse a hablar que tendría que haber adoptado él, que es quien tiene que buscar los apoyos necesarios para ser investido. El aspirante del PP no planteó un programa y cuando se lo presentaron a él en forma de condiciones pensó que querían hacerle claudicar.
Una humillación
La resistencia de Rajoy a ir a una investidura si no tiene garantizado el éxito responde también a esa misma preocupación por no ser humillado. No salir investido en primera o en segunda votación y tener que volver a convocar otro pleno no es para él parte del juego político normal que se da en cualquier sistema democrático representativo si el aspirante no ha logrado en las urnas la mayoría suficiente. Rajoy vive como una deshonra la posibilidad de exponer en el Congreso su programa y no ser ratificado.
Le persigue además la respuesta desdeñosa que le dio en el Parlamento a Sánchez cuando, en marzo, el líder del PSOE le tomó el relevo e intentó ser elegido presidente. “Si no tiene los apoyos necesarios para ser investido no nos haga venir aquí a perder el tiempo”, le dijo Rajoy, que calificó de “farsa” la tentativa del socialista. Esa es una de las razones por las que la cúpula socialista quiere ver a Rajoy “moder del polvo de la derrota” y no se plantea otro voto que el no, al menos hasta una segunda sesión de investidura. Pero Rajoy no parece dispuesto a ir a ninguna si no tiene garantizado el éxito.
Pegas a Ciudadanos
Por esa misma razón a los populares les molestaron las condiciones de Ciudadanos, que no tenían más remedio que aceptar. Les irritó que señalen al PP como un partido corrupto y lo achacan al intento de Rivera de “humillarles” a cambio de su sí. De ahí que Rajoy haya sido reacio a hablar sobre las seis medidas de regeneración, dicen en el PP. Pero en privado no han dejado de ponerles pegas: el “difícil” encaje constitucional de algunas —aforamientos, indulto a los corruptos—, la necesidad de contar con más votos —los del PSOE a ser posible— que los 169 que suman entre los dos partidos para aprobarlas en el Congreso y ¿por qué una comisión sobre Bárcenas y no sobre la corrupción en el PSOE o en Convergència?