Pedro, Pablo, Albert y Alberto
Sábado día 6 de febrero. Noche del cine español. Trigésima edición de la gala de los Premios Goya. Como si fueran los Óscar de Hollywood con alfombra roja para las celebridades, actrices luciendo la pantorrilla y escotes generosos, caballeros de etiqueta con excepciones toleradas de traje oscuro. Nervios de los seleccionados que se sentían en la antesala del preciado galardón. Escueta presentación del trabajo de los aspirantes. Estatuillas para todos en su momento. Agradecimientos de los agraciados sin elaboración alguna. Animadores en busca de humor que conectara.
Butacas con autoridades rebosantes con independencia de encontrarse en momentos inaugurales o a punto de caducidad como Patxi López, presidente del Congreso, o Iñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte. Imposible encontrar rastro del secretario de Estado José María Lassalle, pero muy a la vista tanto la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, como la alcaldesa de la Villa, Manuela Carmena. Y en asientos contiguos los cuatro de la fama: Pedro Sánchez del PSOE, Pablo Iglesias de Podemos, Albert Rivera de Ciudadanos y Alberto Garzón de Izquierda Unida; es decir: Pedro, Pablo, Albert y Alberto.
Destaquemos como nota indumentaria que, después de tanta manga a media asta para escandalizar sin riesgo así en el Congreso de los Diputados como en el Palacio de la Zarzuela donde todo se convalida, Pablo comparecía enfundado en un smoking con pajarita al cuello, obediente a las severas instrucciones de Antonio Resines, presidente de la Academia de las Artes Cinematográficas. Falta saber si el atuendo que lucía Pablo el sábado significaba una claudicación, la quiebra de una promesa o la apertura de una nueva etapa como indica el nuevo corte de pelo de una mujer.
Sabemos que el problema de hinchar el perro en la vestimenta o en la gramática parda es la condena adyacente que implica de seguir soplando de manera permanente para mantenerlo siempre hinchado. Lo mismo pasa con la coleta. Porque cuando un apéndice capilar adquiere carácter de símbolo pasa a ser irrenunciable por mucho que haya perdido toda funcionalidad. Aunque para coleta debe reconocerse la superioridad de Fernando León de Aranoa.
Como ha dicho Pedro, sucede que Pablo quiere una negociación exclusiva y excluyente del PSOE con Podemos y emplaza a los socialistas a elegir su pareja de baile. Un ultimátum que los socialistas de Ferraz le devuelven decididos a obligar a la hueste de Podemos que deberá decidir si hace posible un gobierno de progreso con el PSOE al frente, o se suma al bloqueo marianista del PP.
Imaginativa y resuelta como es nuestra gente de cine, logró la asistencia de todos los líderes con capacidad de componer el gobierno que se anda esperando e incluso su presidente, Antonio Resines, avanzó la idea de que al terminar la gala se quedaran los cuatro —Pedro, Pablo, Albert y Alberto— recluidos en una sala adjunta hasta que cerraran las negociaciones de la investidura. Hubiera sido la mejor manera de acelerar las conversaciones anunciadas a izquierda y derecha con todas las fuerzas políticas parlamentarias. Pero no solo a izquierda y derecha, sino delante y detrás como la Yenka del un, dos, tres.
Recordemos que ese ejercicio de mirar a su espalda fue la leal recomendación ofrecida por Miquel Iceta, el secretario general de los socialistas catalanes, en aquellos días del último comité federal, cuando los barones parecían todos a una contra su secretario general quien, para desbordarles, anunció que soltaría los perros de la consulta a la militancia para refrendar cualquier acuerdo.
En cuanto a Pablo, parece enamorado en exceso de esa frase según la cual la negociación con Ciudadanos equivale a una negociación en diferido con el PP. Mientras, las encuestas reflejan un viraje y adelantan que quien aparezca como responsable del bloqueo con vuelta a las urnas pagará prenda y perderá votos. Veremos.