Transparencia o exhibicionismo
Sánchez promete una negociación “con luz y taquígrafos” e Iglesias, retransmitirla en directo
Dice Daniel Innerarity, catedrático de Filosofía Política y Social, que cuando en 2013 en Italia el Movimiento 5 Estrellas (M5E) de Pepe Grillo exigió al Partido Democrático (PD) de Pier Luigi Bersani que las negociaciones para formar gobierno fueran retransmitidas en directo, por streaming, todos los observadores políticos entendieron que eso significaba que no iba a haber acuerdo. Efectivamente, no lo hubo. “Los representantes del M5E no fueron al encuentro para negociar de veras, obviamente, sino para escenificar la humillación que la nueva política ha infligido a los políticos del sistema —escribía días después el periodista y escritor Francesc-Marc Álvaro—. Fue pura propaganda. Fue un ritual purificador de cara a la parroquia. Eso no se lo han inventado ellos. Lo han copiado de la política convencional, que tanto critican.”
La escena se repitió, casi en los mismos términos, pocos meses después. Tras la dimisión de Bersani ante la imposibilidad de formar gobierno, su sustituto, Enrico Letta, se convirtió en primer ministro con el apoyo del centro-derecha. Pero en febrero de 2014 también él tuvo que irse, por el descontento que su gestión estaba provocando no solo en la sociedad, sino también en su propio partido. Le llegó entonces la oportunidad a su sustituto, Matteo Renzi, que volvió a llamar al M5E para sondear las posibilidades de un acuerdo y se encontró, de nuevo, con la exigencia de una negociación en directo.
El vídeo de aquella reunión, con Renzi y Grillo frente a frente rodeados de sus respectivas delegaciones, dura poco más de 10 minutos. Un sonoro fracaso retransmitido en directo en el que el actual primer ministro italiano apenas pudo articular palabra y que el cómico convirtió en un infructuoso show cuya inutilidad quedó clara desde el principio: “No me interesa tu programa, no he venido aquí a hablar de programas”, dijo, para sumergirse luego en una diatriba de reproches y un diálogo imposible, antes de que ambas partes acabaran levantándose precipitadamente de la mesa.
“La política requiere ámbitos de discreción”, explica a AHORA Daniel Innerarity, quien advierte de que el “enorme exhibicionismo de la política actual” dificulta la acción política, también las negociaciones para la formación de gobierno. “Los resultados de toda negociación deben ser valorados y sometidos al escrutinio público, pero no necesariamente la cocina, el cómo se han alcanzado.”
Escenificar
“Una negociación política requiere confianza y que los actores puedan hablar libremente”, explica Pablo Simón, doctor en Ciencias Políticas y editor de Politikon, entre otras razones porque “aceptar renuncias es más complicado en público”, por lo que se corre el riesgo de que las conversaciones retransmitidas solo “sirvan para escenificar desacuerdos o posiciones de máximos”. El exigible requisito de transparencia, a su juicio, puede cumplirse levantando acta de la reunión, esta sí pública, o sometiendo a voto entre la ciudadanía el acuerdo final.
El “exhibicionismo de la política actual” dificulta la acción política y las negociaciones
Los secretarios generales del PSOE, Pedro Sánchez, y Podemos, Pablo iglesias, se comprometieron a dar transparencia a las negociaciones para formar gobierno. Lo dijo primero Iglesias, el pasado 21 de enero, cuando tras su primer encuentro con el rey se ofreció al líder socialista para formar un gobierno de coalición con él mismo como vicepresidente. El diálogo para concretarlo, dijo entonces, debe ser “frente a millones de espectadores y sin preguntas pactadas”, es decir, una negociación “televisada, retransmitida”. Sánchez pareció recoger el guante. Apenas unas horas después, en la comparecencia en la que reconocía haberse enterado por el rey de la oferta de Podemos, afirmó: “Con luz y taquígrafos. Todas las negociaciones por streaming, no tengo ningún problema. Así se verá quién habla de políticas y quién de cargos”. Ante el comité federal de su partido, el sábado 30 de enero, solo dijo “en abierto” y lo de la luz y los taquígrafos, además de la consulta a las bases del PSOE y cuando ya había aceptado la oferta del rey para la investidura habló de claridad y de informar del resultado de las reuniones. En España, la investidura del socialista Guillermo Fernández Vara como presidente de Extremadura, con el apoyo de Podemos, y del alcalde de Zaragoza, Pedro Santisteve, de Zaragoza en Comú, con el apoyo del PSOE, se fraguaron en streaming.
Deseabilidad social
Es difícil en esta nueva política plagada de gestos y televisada sustraerse a una invitación de ese tipo. No hay espacio para cuestionamientos razonados, para matices: quien se sumerge en ellos, pierde. El politólogo Pablo Simón recuerda, en este sentido, el concepto de “deseabilidad social”, un término acuñado en psicología para advertir de la tendencia de un encuestado o de quien se somete a un experimento científico a responder como piensa que se espera de él. Trasladado al mundo político, según este razonamiento, sirve por ejemplo para encumbrar la bondad de las primarias, a las que los partidos se acaban sometiendo porque es lo que se espera de ellos, o condenar la disciplina de partido, que en su mera formulación ya incluye palabras con tintes negativos.
O sirve, en este caso, para encumbrar la transparencia y plegarse a cualquier exigencia que de ella se derive, al margen de su utilidad real. Daniel Innerarity acaba de publicar el libro La política en tiempos de indignación (Galaxia Gutemberg, 2015), en el que dedica un capítulo a responder la pregunta “¿Cuánta transparencia requieren y soportan nuestras democracias?” y advierte sobre el “empobrecimiento de la vida política cuando el principio de transparencia se absolutiza y convertimos la democracia en una ‘política en directo’ que se agota en una vigilancia constante e inmediata”. El profesor, que vivió mientras trabajaba en Florencia las conversaciones del Partido Democrático con el M5E, reconoce que “el secretismo de muchos procedimientos tradicionales está llamado a desaparecer […], pero también es cierto que la exigencia de una transparencia total podría paralizar la acción pública en no pocas ocasiones”.
Iñaki Anasagasti, diputado del PNV en el Congreso durante 18 años y senador durante 11, hasta octubre pasado, formó parte de la delegación que, en nombre de su partido, negoció con el PP la investidura de José María Aznar en 1996. Es aquella, quizás, la referencia más cercana a lo que hoy está pasando: con 156 diputados, Aznar decidió buscar en los nacionalistas, CiU, PNV y Coalición Canaria el apoyo necesario para garantizarse la investidura, que se produciría el 4 de mayo, dos meses y un día después de las elecciones. “No”, contesta tajante Anasagasti cuando se le pregunta si esas negociaciones hubieran sido fructíferas de haberse producido ante los ojos del público, y recuerda la cena, el 30 de abril, en el restaurante Jockey, cerca de la sede del PP, con la que Aznar, Rodrigo Rato, Mariano Rajoy, Jaime Mayor Oreja, Xabier Arzalluz y él mismo celebraron el acuerdo, con brindis, bromas y buenas palabras. “Nadie lo hubiera entendido”, explica, tras una campaña electoral especialmente dura, con posiciones muy encontradas, el nacionalismo y el terrorismo de ETA de trasfondo.
Los expertos sostienen que la transparencia lleva a los políticos a teatralizar y radicalizar sus posiciones
Anasagasti cree que esta apuesta por la retransmisión de las negociaciones, además de “poca seriedad”, demuestra una cierta tendencia a la “teatralización” que domina la política en estos momentos. “Cualquier negociación —insiste— debe ser discreta, aunque no secreta.” Pero reconoce que sí hubo secretos en aquellas negociaciones de 1996. Cuando se hicieron públicos los acuerdos entre PP y los nacionalistas se habló de un nuevo sistema de financiación para las autonomías afectadas, la progresiva desaparición del servicio militar o la desaparición de los gobernadores civiles entre otros, pero nunca se “oficializó” que el acuerdo con CiU incluía también el sacrificio de Aleix Vidal-Quadras como líder del PP en Cataluña, a quien los catalanes no querían como interlocutor, y, en el caso del PNV, el visto bueno a la implantación definitiva de la operadora de telefonía Euskaltel.
Negociaciones paralelas
Simón está convencido de que también en el caso de PSOE y Podemos, si las negociaciones se producen, habrá conversaciones paralelas, ajenas a los ojos y oídos de los ciudadanos. “Sin ninguna duda”, afirma. Y dice que “es lógico”, que el funcionamiento del propio sistema democrático así lo demanda: “A través del voto, elegimos a nuestros representantes; si no confiamos en ellos, el sistema no funciona”. Daniel Innerarity coincide: “Hay compromisos que no pueden alcanzarse con luz y taquígrafos, lo que suele provocar que los actores radicalicen sus posiciones y no convierten en absoluto la política en lugar de sinceridad”.