Guerra política en Brasil a 100 días de los Juegos
Tras aprobarse la impugnación en el Parlamento, el futuro de Rousseff está en manos de los 81 senadores
De los 511 parlamentarios presentes en el pleno, 367 votaron sí al impeachment y apenas 137 se mantuvieron fieles a Rousseff. Los siete restantes se abstuvieron, bien para evitar contradecir la orientación de sus respectivos partidos o por considerar que sustituir a la presidenta por su vice, Michel Temer, no resolverá la crisis económica ni pondrá fin a los escándalos de corrupción.
Entre los adversarios de Dilma, solo una minoría mencionó el motivo formal por el que está siendo juzgada políticamente: la autorización de maniobras fiscales para maquillar las cuentas públicas. La inmensa mayoría, en cambio, recurrió a explicaciones que nada tienen que ver con el déficit.
De los 511 parlamentarios presentes en el pleno, 367 votaron sí al impeachment
“Por el rescate de la autoestima del pueblo brasileño”, pidió un parlamentario. “Por los fundamentos del cristianismo”, afirmó otro. Un tercero completó: “Para que no seamos rojos como Venezuela y Corea del Norte”. También se escucharon argumentos más caseros, véase “por el aniversario de mi nieta” o “por mi mujer y mi hija, que son mis principales electoras”.
Un diputado de extrema derecha, el militar retirado Jair Bolsonaro, incluso se atrevió a homenajear a un torturador de la época de la dictadura, a sabiendas de que la presidenta fue sometida a descargas eléctricas por pertenecer a la guerrilla marxista en los años 70.
Al margen de las justificaciones de unos y otros, la presidenta tiene razón en su diagnóstico: la aprobación en la Cámara Baja es apenas el comienzo de una dilatada transición que durará, como mínimo, varias semanas. Una vez superada la barrera de dos tercios de los diputados, ahora el veredicto final está en manos de los 81 senadores. Entre ellos, por cierto, se encuentra Fernando Collor, el último presidente sometido a un impeachment y que tuvo que abandonar el Palacio de Planalto antes de tiempo, y en helicóptero, en 1992.
En busca de la mayoría
El futuro de Dilma se decidirá en dos votaciones. La primera, previsiblemente a principios de mayo, será para admitir la tramitación del proceso por mayoría simple. En caso de aprobación, la presidenta, de 68 años, sería apartada temporalmente de sus funciones y Temer, de 75, asumiría el cargo de forma interina por un máximo de 180 días.
Ese es el plazo previsto para que se celebre la segunda votación, tras la cual Dilma sería destituida definitivamente —esta vez por dos tercios— o absuelta para regresar a Planalto e intentar completar su mandato hasta 2018. Durante el periodo transitorio de hasta seis meses, la sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva vería reducido a la mitad su sueldo, aunque tendría derecho a seguir viviendo en el Palacio de la Alvorada, la residencia oficial de los presidentes brasileños.
Las consultoras de riesgo pronostican que Dilma apenas tiene un 20% de probabilidades de salvarse
Según los cálculos elaborados por los principales periódicos brasileños, al menos 46 senadores se muestran abiertamente contrarios a la permanencia de Dilma. Un número superior a los 41 necesarios para apartarla temporalmente, aunque todavía lejos de los 54 exigidos en la segunda y definitiva votación. Una veintena de indecisos inclinará la balanza hacia uno u otro lado, si bien las consultoras de riesgo político, como Eurasia o Arko Advice, ya pronostican que la exguerrillera solo tiene un 20% de probabilidades de salvarse.
Cruce de mensajes
El vicepresidente, mientras tanto, espera su turno y trata de no exponerse demasiado en público para evitar desgastarse antes de que llegue su momento. “Voy a aguardar muy silenciosa y respetuosamente la decisión del Senado”, declaró Temer el martes 19, dos días después de celebrar en privado el resultado de la Cámara en su residencia del Palacio de Jaburu. “El Senado es el que da la última palabra sobre este tema, por tanto sería inadecuado que yo dijese cualquier cosa antes de [que llegue] la solución”, añadió.
Solo que, una semana antes, el mismo Temer dejó escapar un mensaje de audio de más de 10 minutos en el que hacía un “pronunciamiento a la nación” anticipándose al desenlace en la Cámara. Según él, estaba ensayando un posible discurso y lo envió “por accidente” a un grupo equivocado de WhatsApp, pero Dilma y sus ministros más próximos no dejaron pasar la oportunidad y arremetieron contra el número dos de la República.
“Si había alguna duda sobre mi denuncia de que hay un golpe de Estado en marcha, ya no puede haberla”, reaccionó la presidenta tras conocer el contenido de la grabación en la que su posible sucesor se ofrecía para “pacificar y reunificar” el país mediante un nuevo “gobierno de salvación”. Dilma lo acusó de “golpista” y aseguró que el vicepresidente “se frota las manos y ensaya la farsa de la filtración de un pretendido discurso de investidura”.
Temer y Rousseff —o sencillamente Dilma, como la llaman sus compatriotas— fueron aliados durante más de cinco años, desde la campaña electoral de 2010, a raíz de un acuerdo para repartirse ministerios y otras parcelas del poder entre el Partido de los Trabajadores (PT) y el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB). Hace unas semanas, sin embargo, los dirigentes del PMDB decidieron abandonar la coalición ante la perspectiva de tomar las riendas del Ejecutivo por sí mismos, sin necesidad de apoyar a una mandataria perteneciente a otras siglas políticas.
El PMDB, de ideología ecléctica, abandonó la coalición con el PT ante la perspectiva de tomar las riendas del Ejecutivo
Desde entonces, el divorcio no ha dejado de agravarse. En un vídeo difundido a través de las redes sociales en la víspera del histórico pleno de la Cámara de los Diputados, Dilma advirtió sobre los riesgos que conllevaría un eventual gobierno Temer para los menos favorecidos. “Los golpistas ya han dicho que si consiguen usurparme el poder, será necesario imponer sacrificios a la población brasileña. Quieren revocar derechos y cortar programas sociales como Bolsa Familia [de redistribución de renta] y Minha Casa, Minha Vida [de viviendas sociales]. Amenazan hasta la educación”, alertó.
A la mañana siguiente respondió Temer, también desde una red social. “Estoy leyendo en los periódicos las acusaciones de que acabaré con el Bolsa Familia. Falso. Mentira rastrera. Mantendré todos los programas sociales”, escribió en Twitter el vicepresidente y aspirante a ocupar el Palacio de Planalto en cuestión de semanas si el Senado da luz verde al impeachment.
Ajuste fiscal
El exministro Wellington Moreira Franco, hombre de confianza de Temer, adelantó cómo sería un gobierno encabezado por el PMDB en un reciente encuentro con corresponsales extranjeros en Río de Janeiro. Las líneas maestras de su planteamiento económico: “Gastar lo que se tiene, tener cuidado con el equilibrio, ahorrar, pagar las deudas de manera administrada, no endeudarse más de lo que se puede y, sobre todo, no comprometer a las generaciones futuras”.
En otras palabras: apretarse el cinturón. Un discurso que recuerda al de Mariano Rajoy recién llegado a La Moncloa, insistiendo en los recortes como solución prioritaria para frenar el desequilibrio de las cuentas públicas. “Si hubiéramos hecho el ajuste fiscal en 2015, como intentó el PMDB bajo el liderazgo del vicepresidente Temer, habría sido una intervención rápida. Lamentablemente, ahora el tiempo trabaja en contra y el ajuste va a recorrer un tiempo mayor”, reconoció Moreira Franco.
Los colaboradores de Temer se quejan de haber sido ignorados por Dilma a lo largo de todos estos años. “Desde el punto de vista de la política económica, nunca fuimos oídos”, se quejó el exministro y exgobernador de Río de Janeiro, reacio a admitir cualquier responsabilidad de los suyos respecto a la crisis.
El PMDB, dijo, no es “un partido vanguardista” ni pretende “llevar al pueblo brasileño a aventuras”. “Nuestras decisiones son consecuencia de un resultado ya madurado en la sociedad. Somos cautelosos, nunca nos colocamos por delante de la voluntad popular”, añadió. Fue así como la formación, de ideología ecléctica, tomó la decisión de abandonar el barco de Dilma tras ver las encuestas que señalaban insistentemente su impopularidad y el apoyo mayoritario al impeachment.
Más de la mitad de los brasileños defiende la caída de Temer, del que esperan una gestión tan mala como la de Dilma
En cualquier caso, esos mismos sondeos indican que más de la mitad de los brasileños también defiende la caída de Temer, del cual esperan una gestión más o menos igual de decepcionante que la de Dilma. Y su situación, si llega a la Presidencia, solo tenderá a empeorar a medida que se vea obligado a adoptar medidas impopulares.
“El posible sucesor asumirá el poder en condiciones adversas. Las crisis política y económica no van a disiparse automáticamente”, analiza Fernando Rodrigues, uno de los periodistas brasileños que han participado en la investigación de los papeles de Panamá. “El impeachment no funciona como un interruptor que, al ser accionado, cambia el clima del país de la noche a la mañana”, avisa. “Habrá algún oxígeno inmediato [para Temer], pero la recuperación de la confianza por parte de los agentes económicos y financieros será un proceso más lento.” Y todo ello a poco más de tres meses de la ceremonia de apertura de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
¿Hacia unas nuevas elecciones?
Tanto si el Senado aprueba el impeachment como si termina archivando la denuncia, a corto y medio plazo pueden producirse turbulencias que den un nuevo giro al panorama ya agitado.
Entre esos escenarios imprevisibles figura la posibilidad de una convocatoria anticipada a las urnas, sea por un acuerdo mayoritario en el Congreso Nacional o por una decisión judicial. En el Tribunal Superior Electoral hay un proceso abierto por supuestas irregularidades de la candidatura vencedora en aquellos comicios y que podría tener como resultado la impugnación tanto de Dilma como de Temer. Por esa vía solo habrá nuevas elecciones si la sentencia llega antes del 31 de diciembre de 2016, a la mitad del actual mandato; a partir del 1 de enero de 2017, el Parlamento se encargaría de nombrar presidente y vicepresidente de la República de forma indirecta entre sus miembros.
Por la vía parlamentaria, un grupo de senadores de varias tendencias ha propuesto una enmienda constitucional para adelantar las presidenciales a octubre de este año, coincidiendo con las municipales. Así lo explica Randolfe Rodrigues, portavoz del joven partido Rede: “Las calles no están rechazando solamente a Dilma, también están rechazando a Temer. Su toma de posesión es un intento de fraude a la voluntad de las urnas”.