21/11/2024
Libros

Elvira Navarro. Conjeturas sobre García Morales

Con el pretexto de contar los últimos días de la escritora, Navarro especula sobre cómo era en realidad la autora de El Sur

Gonzalo Torné - 23/09/2016 - Número 52
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Elvira Navarro. Conjeturas sobre García Morales
Elvira Navarro. Penguin Random House / Efe

Elvira Navarro (Huelva, 1978) empezó a publicar en el año 2007 y sus primeros libros fueron recibidos en el marco de lectura de una “guerra de poéticas” que parecía orquestada por los Monty Python. Un contexto que amenazaba con desfigurar cualquiera que fuese la intención del escritor y que ignoraba con especial saña los aspectos más originales de los libros que caían bajo su estéril influjo. Baste decir que la guerra de poéticas enfrentaba a un grupo que defendía el realismo tal como suena, un trasvase directo de la experiencia al papel (como si fuera posible algo así), con un pelotón de creadores que acababa de descubrir con varias décadas de retraso la intertextualidad, la labilidad genérica, el fragmentarismo, la cultura pop, el mestizaje o el nomadismo, y que para lucir como nuevos sometían a la generación precedente (una de las más innovadoras, fíjense: Magrinyà, Casavella, Gopegui, Orejudo…) a un ladino y chapucero borrado.

Del segundo bando quedan frases y etiquetas (literatura cuántica, tardomodernidad, pospoesía) que las jóvenes promociones manejan como chistes involuntarios y que, a estas alturas, son bastante inanes. Del primero han quedado por lo menos dos ideas, bastante más peligrosas, que se cuelan en las reseñas al primer descuido (igual que esos estribillos adherentes de los que no hay manera de desprenderse): que el realismo casa bien con una prosa seca, sin alardes, y que un narrador que quiera aproximarse a la literatura política o social debe hacerlo (no le queda otra) pegado a la estética realista, contando lo que hay.

Contra el automatismo

Este remanente facilitó que la crítica reconociese en la anterior novela de Navarro, la exitosa y justamente celebrada La trabajadora (Literatura Random House, 2014), un sutil e inclemente retrato de la precariedad laboral que azota ya a dos generaciones (convencidas de que no se trata de una pesadilla pasajera: que vivirán, seguro, peor que sus padres) y sus correlativos trastornos emocionales. Pero por ese mismo automatismo se pasó por alto el intenso relato de vampirismo psíquico que le permitía a Navarro abordar por una vertiente muy audaz (el apego por los aspectos más penosos de nuestra vida) una de sus principales preocupaciones como artista: la construcción de esa identidad que a ratos uno se figura personal, singular, original o cualquier otra palabra que disimule sus sedimentos colectivos y sus prolongaciones sociales.

Uno de los propósitos expresos del libro es señalar el triste destino de Adelaida García Morales

Los últimos días de Adelaida García Morales, la novela más reciente de Navarro, le exige al lector que rompa el automatismo que identifica denuncia política con la exigencia de pintar un retrato más o menos preciso de la realidad. Pues si bien uno de los propósitos expresos del libro pasa por señalar el triste destino de un escritor despreciado por su propia tribu (con el ¿agravante? de ser mujer), apenas se contempla una anécdota mínima: la demanda de la escritora a la concejalía de cultura de 50 euros para visitar a su hijo (y que según se consigna en las estupendas cartas de Rosario Izquierdo que cierran el volumen ni siquiera es exacta). El resto del libro es pura conjetura: la exploración imaginaria no tanto de cómo pudieron ser los últimos días de García Morales como de la clase de persona que era y de cómo llegó a serlo.

Novela de conjeturas

La elección de Navarro de narrar una conjetura justifica la presencia de personajes ficticios: la novela alterna las figuraciones de una documentalista que entrevista a algunos conocidos de García Morales con las de una concejala de cultura que examina (medio por humanidad, medio por conveniencia) si como representante de las instituciones no se habrá portado de manera injusta con la escritora.

Esta niebla de conjeturas contribuyen a proporcionarle a la García Morales del relato su carácter esquivo. Hay varios indicios de que el propósito de Navarro no ha sido aclarar por simplificación su personalidad, sino volverla más compleja, multiplicando los supuestos (muy especialmente los amigos-testigos que con tanta claridad ven la clase de persona que era Adelaida y la engañosa premura, por momentos ridícula, con la que, si de ellos dependiese, pondrían fin a tanto misterio). Por si algún lector se olvida de la facilidad con la que un material como el que aquí se maneja puede ser precipitado en lo insustancial, el libro contiene una entrevista-tertulia, dirigida por Javier del Pino, trufada de dóciles lugares comunes (y a nadie se le escapa que podría ser mucho peor).

Más allá de la posible indignación de Navarro ante el trato recibido por Adelaida García Morales (por la comunidad intelectual, por las instituciones, por los lectores…), el lector también colige el festín que debió suponer para un escritor interesado en la identidad (y sus proyecciones públicas) un personaje (no se puede hablar aquí de otra cosa) con un resplandor público tan peculiar, intermitente, declinante.

A cambio de acompañarla en esta diversión, la autora proporciona un par de escenas magníficas, casi imposibles de recodificar por la literatura biográfica o de denuncia. La primera, el visionado que la concejala hace de El Sur de Víctor Erice, alentada por sus propios fantasmas sobre García Morales; la segunda, la relectura (por momentos severa) de El Sur de García Morales, a la que en un momento de duda se aplica la documentalista. Imposible leer estas dos escenas sin obligarse a reconsiderar los estrechos márgenes en los que se ha confinado a la literatura que pugna con la realidad.

Los últimos días de Adelaida García Morales
Los últimos días de Adelaida García Morales
Elvira Navarro
Literatura Random House, Barcelona, 2016, 128 págs.