El descubrimiento, el martes 27 de octubre, justo un mes después de las elecciones catalanas, de que en Convergència hay discrepantes y de que además están dentro del gobierno —en funciones— de la Generalitat llevó a que muchos catalanes contrarios a la independencia pensaran que aún quedaban esperanzas de frenar el salto al vacío que puede suponer la declaración “de desconexión” de España que Junts pel Sí —CDC y ERC—, incitados por la CUP, han promovido en el Parlament.
A esa primera impresión siguió, sin embargo, la inmediata desilusión, porque el discurrir de los acontecimientos demuestra que los divergentes han aparecido tarde en la escena política catalana y, por el momento, sin capacidad para transformarla. Ni siquiera se atrevieron a repetir una semana después, en el comité ejecutivo de CDC, las críticas que hicieron en la reunión del Govern, o al menos no con la misma fuerza. Así que la dirección del partido, que controla férreamente Artur Mas, admitió que existen diferencias —no podía decir lo contrario cuando toda Cataluña habla de la rebelión de los seis consellers—, pero las minimizó e incluso aprovechó para reafirmar su apoyo a la estrategia del president.
Si se repiten las elecciones
“Lo único que ha pasado es que se ha roto el silencio, pero ya es tarde. Ahora los disidentes no tienen capacidad de articular nada”, aseguraba a AHORA un veterano dirigente de la oposición. Admitía, no obstante, que a lo mejor alguno de los críticos con la declaración, como el
conseller de Empresa y Empleo, Felip Puig, que tiene respaldo en las bases del partido, podría encabezar una línea alternativa, no de inmediato, pero sí si finalmente la CUP no vota la investidura de Artur Mas y se repiten las elecciones catalanas en marzo. De darse ese supuesto, parece haber unanimidad entre políticos y analistas en el vaticinio de que los resultados de esos comicios serían muy diferentes a los del 27-S y no precisamente favorables a los independentistas.
Los partidos catalanes no independentistas
creen que la CUP acabará facilitando la investidura de Mas
Los dirigentes de los partidos contrarios a la independencia coinciden también en asegurar que el
conseller de Economía Andreu Mas-Colell “no hará nada”, pese que fue el primero en preguntar en voz alta “¿pero qué es esto?” cuando conoció el contenido de la declaración de independencia durante la reunión del consejo de gobierno. Su protesta en presencia de Mas es lo que, al parecer, animó a otros cinco consejeros a manifestar su crítica. Un posicionamiento público de Mas-Colell podría tener efecto, ya que goza de un gran prestigio en el mundo nacionalista. “Está de retirada, no va a protagonizar ni a liderar una rebelión.”
De los miembros del gobierno catalán discrepantes solo dos son diputados, Irene Rigau y Germá Gordó, pero su posición no parece que vaya a tener reflejo en el Parlament, porque ellos más que oponerse al contenido de la declaración parece que cuestionaron que se hubiera aceptado un documento tan radical, impuesto por la coalición anticapitalista, sin tener garantizada previamente la investidura de Mas. Y es que finalmente la asunción de un texto tan alejado de lo que han sido las posiciones de Convergència tiene como único objetivo garantizar la continuidad del actual
president.
De los otros divergentes consta que, desde hace tiempo, algunos no comparten el objetivo de la independencia y que no se han opuesto públicamente a la estrategia de Mas porque, según lo que manifestaban en privado, consideraban que iba dirigida a tensar la cuerda para forzar al Gobierno a negociar un mejor encaje de Cataluña en España. La misma idea que se creyeron muchos de los votantes de Junts pel Sí, que ahora están asustados ante lo que está ocurriendo y preocupados porque no saben a dónde puede llevar esta nueva deriva de los independentistas.
De hecho, son muchas las personas que en Cataluña comentan estos días que lo mejor sería que Mas no fuera investido y hubiera que repetir las elecciones. Porque temen las consecuencias de un gobierno de Mas condicionado por la CUP y marcado por la declaración “de desconexión” de España, y sostienen que otro resultado electoral, aunque Convergència pierda el poder, podría ayudar a reconducir la situación.
La incomodidad de ERC
No obstante, los partidos de la oposición, que coordinaron su estrategia en los útimos días para intentar evitar la declaración, piensan que no habrá nueva convocatoria porque los diputados de la coalición radical acabarán por facilitar la investidura de Mas.“Basta con que dos de ellos voten a favor y los otros ocho se abstengan”, explican.
En círculos políticos y empresariales se sostiene que tampoco los dirigentes de ERC se sienten muy cómodos con los términos en que está redactada la declaración rupturista. Cuentan, incluso, que el propio presidente de esa formación, Oriol Junqueras, les comenta en privado que él no hubiera hecho las cosas de esa manera. Su apoyo a la declaración respondería, por tanto, al pacto con Convergència Democràtica y al compromiso de reelegir presidente a Mas a cambio de la vicepresidencia y el 40% de los cargos del gobierno catalán y del Parlament.