Big Jim: adiós a un gigante moderado
El escritor de Leyendas de pasión deja una obra de enorme sensibilidad
Aunque conocía el glamour y el demimonde, no eran lo suyo. Harrison era del midwest y su vida y obra estaban ancladas en este territorio central de su infancia y en las culturas de sus antepasados: inmigrantes suecos e indígenas. Se instaló en Montana durante el verano y en Arizona durante el invierno.
Como autor fue algo menospreciado en Estados Unidos, sobre todo al principio, pero en Francia fue siempre una figura mítica y venerada como genio adoptivo. Le llamaban Big Jim. Para los franceses era una especie de Hemingway mezclado con la generación beat. En realidad, tenía mucho más en común con Hemingway en la forma que en el fondo. En Estados Unidos y otros países tardó unos 20 años más en cosechar éxitos y ganar un público fiel.
Harrison también era un gran cocinero y se podía pasar días preparando una salsa o un guiso. Le encantaba escribir sobre la comida y era adicto a los libros de cocina. En 2004 publicó uno de los artículos más decadentes de The New Yorker sobre un menú de 37 platos preparados por el chef francés Marc Meneau. Las recetas eran de los siglos XVIII y XIX, y la comida duró días.
Era moreno, llevaba bigote y le faltaba el ojo izquierdo. Lo perdió de niño cuando una compañera de colegio le pegó con una botella rota. En una entrevista en Esquire en 2014 dijo que si no hubiera sido por el accidente, no se habría hecho escritor. Su físico y su espíritu estaban curtidos por la tragedia. Cuando tenía 20 años su padre y su hermana se mataron en un accidente de coche. Bebía como un cosaco (vinos franceses, vodka Grey Goose) y fumaba como un carretero (American Spirit).
A pesar de su imagen de vividor, la obra de Harrison es de una enorme sensibilidad. Sus padres eran grandes lectores y se crio rodeado de libros. En la introducción a sus memorias, Off to the Side, define el poder unificador del arte literario: “Me he fijado en que cada uno habla una lengua ligeramente distinta a la de los demás. Supongo que una forma en la que un escritor puede unirnos es gracias a la veneración instintiva que tiene la gente inteligente por la maestría de la lengua”.
En su obra Harrison hace patente su fascinación por los nativos americanos, cuya supervivencia dependía íntegramente de su relación con el mundo natural, sus peligros y sus posibilidades. Tenía pasión por la pesca, la caza, el estudio de los territorios salvajes y se identificaba con las tribus americanas. Era muy consciente de que existía solo porque sus propios antepasados indígenas nohabían sido liquidados entre 1500 y 1900. Su homenaje a la historia de los americanos nativos es también una celebración de su estoicismo, sus tradiciones y su entorno natural.
Harrison valoraba ante todo la lucidez, lo que el llamaba la conciencia. Este estado mental era directamente incompatible con una de sus grandes pasiones: el alcohol. Despreciaba las tonterías y la tecnología que interrumpían la experiencia sagrada de la vida.
La muerte, el 26 de marzo, le pilló por sorpresa. Acababa de publicar dos libros, uno de poesía (Dead Man’s Float) y tres relatos largos en la colección The Ancient Minstrel, de momento solo disponibles en inglés. En castellano están editados (todos por RBA) Regreso a la tierra (2009), Leyendas de pasión (2010) y De vuelta a casa (2012).