En su discurso sobre el estado de la Unión ante el Europarlamento, el miércoles día 14, el presidente de la Comisión, Jean-Claude Juncker, ha intentado recuperar la ilusión por el proyecto de la Unión y volver a darle la coherencia perdida en estos últimos años de crisis sembradores de dudas. El modelo europeo sumaba un atractivo compromiso con las libertades contagiosas y una apelación a la solidaridad social, de marcada diferencia respecto a otros sin más incentivo movilizador que el lucro. Europa era la admiración y la envidia de quienes giraban en las órbitas americanas o japonesas. Pero se diría en caída libre en lo que se refiere a su vigor y atractivo. Ataques terroristas, países cerca de la bancarrota, decenas de miles de refugiados a las puertas, guerras entre vecinos, la salida de un ilustre miembro del club y la moneda única en cuestión han contribuido a poner a prueba una arquitectura institucional criticada por populistas de derecha e izquierda, nacionalistas y oportunistas en general.
Juncker bajó al detalle y enumeró políticas concretas para reforzar las instituciones europeas y mejorar la opinión que de ellas tienen los ciudadanos. Por eso trató desde el mercado único digital hasta la creación de un fondo para la investigación en el ámbito de políticas militares. Queda por ver si la dosis es suficiente para sacar a Europa de su estupor. Mientras, comprobaremos cómo se quejan de la falta de debate y de repercusión mediática los mismos que deberían cumplir el deber de colmar ese déficit.
La cumbre de los líderes europeos convocados en Bratislava, ya sin Reino Unido, tendría que hacer la integral de planes y proyectos para definir mejor el destino de la Unión. Juncker pidió que ahondaran en la cooperación y la integración.
Pero el calendario inmediato de muchos de los socios acorta la esperanza de que prospere la razón y se adopten las decisiones necesarias: la enmarañada campaña francesa, el referéndum constitucional italiano, la continuada prórroga para la investidura de un gobierno en España y el peligroso auge del populismo en todos esos países y los demás parecen indicar que los presidentes de Gobierno y los primeros ministros europeos van a seguir con los parches, las dudas y las patadas para adelante con que han gestionado la crisis. Grave error porque pocos proyectos políticos contemporáneos merecen tanto la pena como el de la Unión y el del euro. Repitamos que Europa o difunde derechos y prosperidades o importará esclavitudes y pobreza.