Vainica doble, la modernidad que llegó sin avisar
El dúo se coló en los hogares a través de cabeceras de series de televisión. Sus canciones tenían una conexión natural, pero no solemne ni hortera, con lo popular
Gloria Van Aerssen (Dos Hermanas, 1932 - Cercedilla, 2015) y Carmen Santonja (Madrid, 1934 - 2000) se conocieron en una parada de autobús, según contaban los hijos de la primera en el escrito de despedida de su madre: “Estaba silbando Tannhäuser y nuestra madre se acercó y se unió a ella silbando una segunda voz, y a partir de ese momento se hicieron inseparables”. Van Aerssen y Santonja fueron Vainica doble, un dúo que publicó ocho discos entre 1971 y 2000 —sin contar los recopilatorios y nuevas grabaciones—, compuso bandas sonoras y cabeceras para series y programas de televisión. Las llamaron “madres de la movida” o “abuelas del indie” y han sido reivindicadas por diferentes grupos —desde Nacho Vegas a Joaquín Sabina, desde Carlos Berlanga a Luz Casal, desde Pauline en la Playa a Los Planetas, desde Sr. Chinarro a El Gran Wyoming—.
Los comienzos
Gloria Van Aerssen era hija de un barón holandés, diplomático y aficionado al violín, y hermana del bailarín Alberto Lorca. Se matriculó en la Escuela de Bellas Artes y allí conoció a Elena Santonja y a Chus Lampreave. Carmen iba al conservatorio. En un relato de sus principios recogido en el portal Agruparte, cuenta Santonja: “Gloria y yo, junto con Chus y mi hermana, llevábamos muchos años siendo el centro de atracción de fiestas y guateques, divirtiendo a la concurrencia con nuestros números cómico-musicales”. Van Aerssen y Santonja tenían muchas cosas en común: las dos pintaban, las dos vivían en un ambiente artístico (Santonja era de familia de pintores, su bisabuelo era Emilio Rosales; Gloria Van Aerssen se casó en 1956 con el pintor Juan Ignacio Cárdenas). Las dos tenían un gran talento por separado, pero juntas eran aún mejores.
En 1968, viendo el Festival de Benidorm por la tele, a Van Aerssen se le ocurrió que ella y su amiga podían hacerlo mejor, “no en el escenario como artistas, cosa que nunca entró en nuestros planes, sino en la retaguardia como autoras”. Y así, empezaron a componer: “Resultado de aquella primera intentona fue la elaboración de una cinta con unos cuantos temas musicalmente pasables, ilustrados con unas letras cursilísimas de mi invención que, en aquel momento, me parecieron comerciales”, recordaba Santonja. Esa cinta llegó al productor musical Pepe Nieto y les encargó canciones para un grupo de su compañía. Nuevos Horizontes interpretó dos temas de Vainica: “El afinador de cítaras” y “Mi mosca favorita”.
Vainica doble grabó su primer single, que contenía “La bruja” y “Un metro cuadrado”, una canción sorprendente en su estructura, en la que se cuela la influencia del flamenco de Van Aerssen en la manera de cantar, y una maravillosa reivindicación de la necesidad de un espacio propio. Esa canción contiene y resume la esencia del dúo.
Jaime de Armiñán, casado con Elena Santonja, confió en la pareja para encargarle la banda sonora de una serie para Televisión Española, Fábulas. Sería la primera de muchas cabeceras: Suspiros de España, Refranes, Las doce caras de Eva, Con las manos en la masa (ya en los 80) o Celia (en los 90). También hicieron canciones para Un, dos, tres, al escondite inglés (1970), de Iván Zulueta —autor de la portada del disco Contracorriente (1976)—, y la banda sonora de Furtivos (1975), de José Luis Borau.
En casa de Zulueta se les ocurrió el nombre para su dúo. Habían barajado otros (Las Alegres Comadres de Aravaca, entre ellos) y se decantaron por Vainica doble, que suena misterioso y lúdico, si no se sabe que es un tipo de bordado. En 1971 publicaron el primer disco, Vainica doble. Para entonces, Gloria ya tenía cuatro hijos. Después llegaron Heliotropo (1973), Contracorriente, El eslabón perdido (1980), El tigre del Guadarrama (1981) y Taquicardia (1984).
Lo que hacían era una rareza en ese momento y en ese lugar y su influencia se prolonga y llega hasta hoy
Es frecuente ver reducidas a las Vainica doble a una construcción simplista y atractiva por paradójica: la de las amas de casa que revolucionan el pop prácticamente desde el sofá de su casa. Es una imagen parcial y exagerada, pero que encierra algunas verdades: se prodigaban poco en escenarios (las dos tenían pánico a las actuaciones en directo) y odiaban la parte promocional del negocio. Lo que hacían era una rareza en ese momento y en ese lugar y su influencia se prolonga de manera tranquila y llega hasta hoy.
El músico, productor y profesor en la Universidad Europea de Madrid, Abel Hernández, El Hijo, ha escrito que Vainica doble es “una de esas rigurosas excepciones irrepetibles, un diamantino alucine que expandió vertiginosamente las posibilidades del lenguaje musical y lírico de la canción en castellano y su singularidad”. Para el músico, lo que hicieron las Vainica con la música popular en español se parece a lo que hizo Dylan, y las describe como algo “parecido al fulgurante fenómeno de Battiato para la canción italiana”.
Carmen Santoja, que publicó algunos libros, era la que se ocupaba de las letras y escribió: “Mi rigor autocrítico no me permite arrogarme el título de compositora; inventora de canciones me parece mejor”. Van Aerssen explicó en una entrevista con Blas Fernández en 2000 en Rewind: “Todo el tiempo estáis con lo de las letras y el sentido del humor. Las letras han sido buenas, pero se han hecho porque no teníamos otro remedio para poder cantar. Antes que otra cosa somos músicas”.
Entre las dos inventaron un mundo en el que caben la historia de un tacaño tendero, “Fulgencio Pimentel”, canciones ecologistas como “La ballena azul” o “Doñana”, recuerdos de infancia en “Elegía al jardín de mi abuela”, el relato de una traición en “Réquiem por un amigo” o una historia de amor entre bebés en “Habanera del primer amor”, que contiene imágenes eficaces y potentes (“Descubrimos de repente / con sentimiento y con pena; / se deshizo nuestro amor / como los flanes de arena”). También hay canciones contra los estereotipos, críticas sociales, relatos cotidianos o canciones como “Ser un Rolling Stone”, que expresa el deseo de pertenencia a una estirpe musical, la de sus referentes. Y todo eso a través de melodías pegadizas, nunca evidentes ni fáciles, con un juego de voces sorprendente, fresco, que recuerda al de los Beatles o los Brincos.
Nacho Vegas explica para AHORA que la característica principal de Vainica doble es “el uso magistral que hacen del castellano. Cuando oigo a alguien decir que el idioma natural del pop y el rock es el inglés pienso que no han escuchado a Vainica doble. No solo me refiero al contenido de sus letras, sino a la métrica, la prosodia, las rimas, el léxico que utilizan. En ese aspecto son inigualables e inimitables. Los Beatles son geniales y han sido mil veces imitados, pero es que Vainica doble son también geniales y no se las puede llegar a imitar”.
Para Jaime de Armiñán, Vainica doble “son algo así como un lujo que no nos merecemos, como tampoco nos merecemos a Quevedo o al Arcipreste de Hita”.
Un grupo único
La singularidad de Vainica doble es producto de su libertad: hacían las canciones que querían, como querían y cuando querían, y estas eran resultado de sus gustos, exquisitos y eclécticos, que abarcan la música clásica, el flamenco o los cantos gregorianos y también los Beatles, los Rolling Stones, Yes, Smash o Frank Zappa. Sus referencias musicales, literarias, artísticas y cinematográficas, sus intereses (la pasión por la ciencia de Carmen, el de las dos por la naturaleza) forman su personal y rico mundo. Vainica doble es un grupo único porque no pretendía encajar en nada. “Déjame vivir con alegría”, por ejemplo, es un himno a la sencillez y contra la trascendencia y la pose.
Abel Hernández escribe que fueron pioneras “en el descubrimiento de una modernidad que se basa en el ejercicio de la máxima libertad y en la recuperación de los elementos de toda época y estilo y la apropiación de géneros de fuera y su adaptación”. Esa libertad les permitía jugar con las rimas consonantes, romper sus propias reglas y tomarse muy en serio la música para poder reírse de sí mismas.
“Eran imposibles de clasificar; más modernas que los más modernos sin pretender serlo. Descolocaban a cualquiera, y aún siguen haciéndolo. Podían pasar de una habanera a un rocanrol con la misma frescura, buen humor y mala uva, porque también tenían mucha. Se habla mucho de su costumbrismo de clase acomodada, pero sus canciones siempre encerraban una visión muy ácida del mundo”, dice Nacho Vegas.
Para el poeta Caballero Bonald, premio Cervantes en 2012, que trabajó en la discográfica Ariola, “nadie cantaba ni canta con la frescura de intenciones y la ternura crítica con que ellas lo hacen. Son unas canciones ingenuas, torpes, amables, despiadadas, melancólicas, conmovedoras, infantiles, maduras, perversas, meticulosas, anárquicas. Son hijas o nietas del franquismo y madres de la libertad; por las letras se les escapa una vida y por las músicas les llega otra. No buscan tiempo: lo tienen”.
En una entrevista a El País de 1997 confesaban: “En el fondo siempre hemos sabido que éramos especiales, para qué vamos a mentir, no somos tontas tampoco. Hemos inventado algo y empezamos a hacerlo cuando la música estaba muy adocenada”.
Como el Guadiana
En 1984 publicaron Taquicardia, donde contaron con colaboradores como El Gran Wyoming, Reverendo, Luis Pastor, Joaquín Sabina, Pancho Varona, Hilario Camacho o Antonio Vega. Ahí están “La funcionaria”, canción que versionó Carlos Berlanga, “Pasos en falso”, “Taquicardia” o “Cero a la izquierda”, que demuestra que Vainica doble ya cultivaron la self-deprecation. En 1991 grabaron de nuevo sus primeras canciones bajo el título 1970. Después, su rastro se desdibuja. Gloria Van Aerssen se centró en la pintura. Carmen Santonja, también pintora, se dedicó a escribir para Luz Casal, entre otros, éxitos como “Lo eres todo”, “Tal para cual” o “Rufino”. Van Aerssen contaba que por esa época tenía una tienda de marcos en Cuenca, y al escuchar en la radio el verso “Rufino me lleva a comer langostinos”, pensó que eso “eso solo podía ser de Carmen”.
En 1997 reaparecieron con Carbono 14, que les dejó un mal sabor de boca: “No nos dejaron escoger arreglistas, ni las canciones, ni tenían fe en nosotras. Fue una porquería de disco”, dijo Van Aerssen. Pero al menos provocó que quisieran sacar un último álbum. En familia (2000) se publicó unos meses después de la muerte de Carmen Santoja. Participaron los hijos de Gloria. Contiene “Dices que soy”, una emocionante declaración de amor.
Carmen Santonja murió el 23 de julio de 2000, el mismo día que su amiga Carmen Martín Gaite. Gloria Van Aerssen falleció el 22 de octubre de 2015. Su deseo, según escribieron sus hijos, había sido morir devorada por un oso polar. No fue posible. Las dos tienen ya el metro cuadrado que reclamaban en su primera canción: “Un metro cuadrado / de mi propia tierra, / hasta el fondo adentrado, / para que me entierren / bajo la maleza, / junto a mi guitarra, / de pie o de cabeza”.