Unos Juegos ensombrecidos por la crisis
Paes, el alcalde de Río, sostiene que la transformación urbana será más profunda que la de Barcelona
Paes, el alcalde de Río, sostiene que la transformación urbana será más profunda que la de Barcelona
El alcalde de Río de Janeiro repite desde hace años que Barcelona 92 es el modelo para la Cidade Maravilhosa, como la llaman los cariocas. En los últimos tiempos, y pese a la sucesión de problemas que afronta la sede olímpica, el ambicioso e infatigable Eduardo Paes se atreve incluso a apostar que los Juegos tendrán mayor impacto ahora que entonces. “Desde el punto de vista de la transformación urbana, estoy seguro de que el tiempo mostrará que la nuestra es mucho más profunda que la de Barcelona”, aseguró Paes, conocido por su tendencia a las frases de impacto, en una entrevista reciente en la prensa local. Aunque también reconoció: “Desde el punto de vista del legado intangible, de la imagen de la ciudad, lamentablemente Brasil no vive el momento de consolidación [...] que vivíamos cuando ganamos las Olimpiadas. En cambio, España en 1992 estaba consolidando su inserción en Europa”.
Se refiere el alcalde a la crisis sin precedentes que atraviesa el país más extenso y poblado de América Latina, y cuyas proporciones nadie podía prever cuando su antigua capital fue elegida en 2009 frente a las candidaturas de Madrid, Tokio y Chicago. Si por entonces Brasil navegaba en la prosperidad y Río se frotaba las manos ante las reservas de petróleo recién descubiertas ante sus costas, hoy la economía se enfrenta a su peor recesión del último siglo. El PIB lleva dos ejercicios consecutivos desplomándose, la deuda pública se ha disparado y el desempleo amenaza con duplicarse respecto a aquella época dorada.
A todo ello se suma la fractura abierta en la sociedad por el desalojo del poder de Dilma Rousseff. Aunque el proceso se ha tramitado por la vía parlamentaria y con el visto bueno del Supremo Tribunal Federal, buena parte de la izquierda acusa de “golpista” a Michel Temer, exvicepresidente y ahora presidente en funciones.
Temer espera que la celebración deportiva transcurra sin incidentes e impulse su frágil popularidad
Convencido de que Dilma será destituida definitivamente por el Senado en cuanto terminen los Juegos, el conservador Temer espera que la celebración deportiva transcurra sin incidentes para impulsar (o al menos no perjudicar) su frágil popularidad. Desde que asumió el cargo en mayo, la aprobación del gobernante interino (14%) casi empata con la de su predecesora (13%), aunque su índice de rechazo es inferior (31% contra 65%).
“A pesar de la atención internacional, el evento afecta mucho más a Río de Janeiro que al resto del país. Pero si es un éxito, Temer intentará beneficiarse de la repercusión positiva”, explica el politólogo brasileño Juliano Griebeler, consultor de relaciones gubernamentales en la empresa de consultoría Barral M Jorge.
De carácter tranquilo y con fama de conciliador, Temer busca ahuyentar los fantasmas de quienes pronostican un desastre organizativo. “Muchas y muchas veces veo una preocupación muy grande. La misma que se dio antes de los partidos de fútbol [de la Copa de 2014], de la visita del Papa a Río de Janeiro [en 2013]...”, recordó el mandatario durante la inauguración in extremis de la línea de metro hasta el barrio del Parque Olímpico. “Son preocupaciones naturales que han ocurrido aquí y ocurrieron en Londres. Pero fueron superadas por el éxito de aquellos Juegos, y estoy absolutamente convencido de que Río va a prestar este servicio extraordinario y va a mostrar a todo el mundo que Brasil es capaz”, dijo.
Solo el balance final, tras la ceremonia de clausura del próximo 21 de agosto, permitirá comprobar si llevaban razón los optimistas locales —como el alcalde y el presidente interino— o los agoreros que advierten de la inseguridad, los atascos, el zika y los demás riesgos que conllevan los primeros Juegos de Sudamérica.